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Gabriel Argumosa
Santander
Domingo, 16 de abril 2023, 07:52
Cierta estadística, en concreto una del año 2017, asegura que los españoles somos los europeos más supersticiosos, habiendo reconocido alguna superstición el 60%. Repasando nuestra historia respecto a supersticiones o creencias relacionadas con los garbanzos, podemos citar que da suerte el hallar un garbanzo, negro ... o no, en un plato de comida que no se espera que lo contenga; y en el folklore castellano muchos cantares aluden al temor de las muchachas a comer un garbanzo negro, pues temen que si lo hacen se 'enfade' el novio, creencia relacionada con la reputación que tuvo esta legumbre de despertar el deseo sexual, especialmente los garbanzos negros. Escribió Andrés Laguna, médico del emperador Carlos V, que son buenos en la edad madura y para agudizar el ingenio de quién es rudo. Gonzalo de Herrera, en su 'Obra de Agricultura' (1513), asegura que acrecientan la sangre y son de gran sustancia y mantenimiento, de hecho, tambien los antiguos creyeron que el caldo de su cocimiento, acrecienta la leche en las paridas, a la vez que provoca el menstruo en las mujeres a las que se les retarda. Se recetó en Roma para tratar la piedra de los riñones, y también para los sarnosos, que lavándose con el agua de cocer garbanzos quedaban sanos. Los cantantes los han tomado en infusión para aclarar la voz y los acatarrados creían que bebiendo el agua donde habían hervido garbanzos aliviaba los pulmones.
Con el avance de la ciencia y el desarrollo de los métodos deductivos, en muchos casos se han apreciado equivocaciones evidentes en las supersticiones. Pero teníamos mucho acierto en el caso de los garbanzos, pues investigaciones científicas realizadas en Israel, nos han aclarado que los consumidores de humus de garbanzos, regado con aceite de oliva y salpicado con pimentón, logran satisfacer con creces el apetito, ayuda a dormir y añadieron, que en el caso de las mujeres, contribuyen a la ovulación y se quedan embarazadas con mayor rapidez.
Ante el binomio de Jubileo Lebaniego, que empieza este mes y el garbanzo como protagonista del cocido lebaniego, tenemos una gran oportunidad de reconfortar alma y cuerpo. Para lo primero se debe realizar un padrenuestro y una oración por el Papa, confesarse 15 días antes o después de la peregrinación, asistir a la misa del peregrino, que el acercamiento al monasterio, a ser posible, se debe realizar a pie. Para lo segundo, tras los argumentos científicos, que avalan las supersticiones que hemos mantenido durante nuestra historia, debemos aprovecharnos de su cocido.
En cuanto a los garbanzos que podemos disfrutar, ya Pérez Galdós, al que llamó Valle Inclán 'garbancero', con motivo de realizar un viaje a la zona de Potes en el año 1879, acompañado por el novelista José María de Pereda y de Andrés Crespo, alabó sus grandes viñedos en laderas no muy frondosas, sus olivares que deban aceitunas como judías, y sus garbanzos menudos como perdigones, sabrosísimos sobre toda ponderación.
A esta altura del texto, estoy convencido que muchos habéis pensado que los garbanzos que en estos momentos se usan para elaborar su famoso cocido en Liébana no son de la región. Al respecto os puedo comentar que hace escasas fechas, con motivo de la celebración del Día del Cocido de Lebaniego en Potes, organizado por la Cofradía de los cocidos de Cantabria, mi compañero de mesa José Manuel Gómez Bedoya (Cayo), me aseguró que los que estábamos disfrutando estaban cosechados en Vega de Liébana. Su tamaño era pequeño, como el de los que tantas veces se ha dicho que se usan, originarios de la población de Pedrosillo el Ralo, pues en esta ocasión su tamaño era similar, pero su color era menos oscuro que los salmantinos.
Así que os animo a ganar un jubileo y aprovechad en dicha jornada el disfrute de un cocido lebaniego. ¡Ah! Y que en vuestro cocido esté presente la cecina. ¡Qué aproveche!
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