Saca el queso de la nevera una hora antes de consumirlo

En casa son muchos los días en los que de cena montamos una tabla de quesos con distintos panes y alguna que otra uva o manzana, y disfrutamos de la gran variedad que tenemos en nuestra región.

Gracias a que vivimos una nueva era del queso, que poco a poco se está convirtiendo en moda, existe mayor interés por conocer a los productores, volver a la artesanía de tiempos atrás, formar a los maestros queseros y, en general, divulgar las bondades del producto. En algunas ciudades, puntuales, se han popularizado los cheesebars, que nos son más que tiendas y 'bares de queso' en los que se pueden degustar, hacer catas, maridajes, lo cual me produce una enorme envidia y espero que pronto podamos tener alguno por aquí.

Es importante escoger el queso apropiado para cada ocasión. De postre, aperitivo o para acompañar cualquier plato, no siempre es sencillo porque existen infinidad de tipos de queso, pero hay varios conceptos que tenemos que tener bien claros. Dependiendo del tipo de leche empleada los quesos pueden ser de oveja, de vaca y de cabra, principalmente, aunque existen más tipos. También podemos clasificarlos según el tiempo de curación, frescos, semicurados, curados o añejos. Así que podemos hablar de diferentes propiedades de cada queso en función de su tipo o variedad, cuanto mayor sea el tiempo de curación del queso, el contenido de agua será menor pero tendrá una mayor concentración de grasas, minerales, vitaminas, proteínas y por supuesto, calorías.

Pero lo más importante –y que más diferencia un queso de otro–, son su sabor, aroma y textura. Los quesos frescos conservan gran cantidad de suero de la leche. Son blancos y tienen mucha agua, por lo que no se conservan por mucho tiempo. Los quesos tiernos tienen una corta maduración, conservan gran contenido acuoso. Los quesos semicurados y curados reducen notablemente el contenido de agua y, por lo tanto, son de consistencia más dura, con un sabor acentuado y algo más salados. Estos se conservan durante más tiempo.

También los quesos curados o semicurados poseen más grasas, mientras que los quesos frescos suelen tener menos proporción siendo el requesón y los quesos de untar los que tienen menos de 10% de grasas.

Hay que tener en cuenta cómo y cuándo se come el queso. Normalmente los metemos en la nevera envueltos o en un tupper, y existe un proceso que hay que seguir para consumirlo. No sirve con sacarlo del frigorífico y listo. Lo mejor es que lo saquéis y lo preparéis en un plato al menos una hora antes de comerlo, dejándolo a temperatura ambiente que es cuando los deliciosos aromas y sabores del queso realmente prosperan. No olvidéis nunca que el queso no se sirve frío, porque cuando está frío no podemos apreciar su sabor natural, así que lo sacamos una hora antes de servirlo pero no es necesario que retiréis el envoltorio si os parece que vaya a resecarse demasiado. Si estamos hablando de quesos más maduros y complejos, deben estar al menos tres horas a temperatura ambiente, un punto clave para su degustación.

Si la semana pasada os hablaba de los desayunos, el queso me parece un elemento fundamental que no debe de faltar nunca en una mesa por la mañana, además de sus muchos otros beneficios, como el calcio y los nutrientes que contiene. Así que ya sabéis, el queso está de moda y aunque no lo estuviera, igualmente sería un placer para los sentidos.