Si hay una cocina internacional que fascina -no solo a mí-, esa es la tailandesa. Cada vez proliferan más restaurantes haciendo las delicias de aquella gente que se disfruta de las armonías culinarias de un país con una riqueza y cultura gastronómicas abrumadoras.
Cuando comenzamos a profundizar en este tipo de cocinas que son tan diferentes a la nuestra siempre da un poco de miedo encontramos ingredientes con los que podemos no estar familiarizados. Os aseguro que la gran mayoría pueden adquirirse en tiendas de productos orientales, en tiendas de especias o en alguna especializada como por ejemplo en el puesto exterior del Mercado de La Esperanza.
Los brotes de bambú, el tofu, los germinados, las guindillas, el coco, la salsa de ostras, las pastas de curry, la salsa de pescado y la citronela son claros ejemplos de lo que os estoy hablando. Ahora os suenan a chino, pero según vayáis trabajando con ellos veréis que fáciles son de integrar, incluso en nuestras recetas. Y la cantidad de matices y sabores exóticos que confieren a los platos, generalmente acompañados de arroz y fideos, en el día a día.
Respecto a los utensilios más utilizados -muchos ya los tenéis-, son el wok, un básico. También es útil el mortero para majar los ingredientes de las pastas de curry, y una vaporera. Bien sencillo.
Si hablamos de técnicas en la cocina tailandesa abunda la comida a la parrilla, frita, al vapor o salteada. Métodos siempre rápidos, con los que tenemos un plato a punto en un abrir y cerrar de ojos. Tan solo los curris, que se tienen que dejar a fuego lento para que desprendan todos sus aromas, nos van a llevar algo más de tiempo. Muchos platos se cocinan a base de pastas de curry rojo y verde, de curry massaman o del curry hung. Son fundamentales en el sabor definitivo de estos guisos, si bien algunas atenúan su carácter picante con la leche de coco, otro ingrediente que no puede faltar en estos platos.
Una vez tengamos los ingredientes básicos -y hemos asimilado los métodos-, estaremos más que preparados para hacer nuestra primera comida tailandesa.
Hoy os propongo algo sencillo, sabroso y que os va a encantar. Unas pechugas de pato salteadas con jengibre y salsa de caricos. Así le daremos un toque montañés. Quizá suene complicado pero os aseguro que no os va a llevar más de media hora.
-Comenzamos con las pechugas, el magret, del que vamos a retirar la piel y la grasa, y cortaremos en lonchas. Lo mas finas posibles. No hace falta que sean muy finas, lo importante es que sean todas parecidas.
-Picamos finamente un par de dientes de ajo y un trozo de jengibre, de unos 3 centímetros.
-Calentamos un wok y añadimos un par de cucharadas de aceite de oliva -si queréis un poco de la grasa que hemos retirado la podéis añadir, pero no es necesario-.
-Cuando esté bien caliente añadimos el pato, lo salteamos hasta que cambie de color y esté bien tierna. Si está bien caliente el wok se hace volando.
-Añadimos un par de cucharadas de salsa de ostras, el caldo de los caricos y el tallo de tres cebolletas -la parte verde-.
-Le damos dos o tres vueltas más y lo tenemos.
Servimos en una fuente con arroz o fideos de arroz y listo. Veréis qué delicia.
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