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ángela casado | laura fonquernie
Santander
Lunes, 24 de mayo 2021, 07:13
La caída del estado de alarma relajó las restricciones. Desde hace dos semanas, no hay toque de queda y está permitida la movilidad entre comunidades autónomas. A lo que el viernes pasado se sumó la ampliación de los horarios de hostelería, que pueden abrir según ... lo que marque su licencia. Este fin de semana ha sido el primero desde verano que los pubs han podido abrir hasta las cuatro de la madrugada. Y basta con dar un paseo por las zonas más concurridas de Santander para darse cuenta de que ese alivio de las medidas crea una falsa sensación de normalidad en la calle, sobre todo entre los más jóvenes. Las terrazas estaban llenas el sábado por la noche y así siguieron hasta bien entrada la madrugada del domingo. Hubo quien se animó a hacer botellón en El Camello. Unas conductas que repercuten en los hospitales de Cantabria. Sobre la una, un menor de 13 años ingresaba en la UCI pediátrica de Valdecilla por intoxicación etílica.
Madrugada de realidades paralelas. Esas prácticas tienen más consecuencias. Se producen en entornos concurridos, donde las mascarillas y las distancias pasan a un segundo plano y se convierten en el escenario perfecto para la propagación del covid. Mientras los encuentros sociales se multiplicaban en los bares y sus alrededores, en las Unidades de Cuidados Intensivos de Valdecilla, donde están los pacientes con síntomas más graves, había 15 personas ingresadas.
En los bares hay de todo. Quienes saben que existe un equilibrio entre pasarlo bien y cumplir con las medidas sanitarias y quienes viven como si la pandemia se hubiera terminado el 9 de mayo, a la par que el estado de alarma. Al ver imágenes de aglomeraciones, los profesionales sanitarios que siguen en primera línea subrayan la importancia de mantener las medidas sanitarias y recuerdan que el perfil de las personas que ingresan es cada vez más joven. Entre los hospitalizados actualmente por covid, el más joven tiene 21 años.
Las luces al otro lado de las puertas del pabellón 17 -una nueva UCI habilitada en febrero para casos covid- indican que hay actividad. Es decir, pacientes graves. A estas horas, en Valdecilla hay 15 hospitalizados en cuidados intensivos. Y en el área covid de Urgencias, dos personas están pendientes del resultado de la PCR y una confirmada a la espera de ingresar en planta. A los hospitalizados por cororavirus se suman los efectos de la relajación en las calles. Un menor de 13 años ingresa con una intoxicación etílica.
Ariana, Con sus amigos en El Camello
José, Con sus amigos en Cañadío
Esa es una de las consecuencias que puede traer el botellón. Aunque no es una práctica nueva, en plena pandemia puede provocar otros riesgos como un brote descontrolado de contagios. En el aparcamiento de El Camello se empiezan a concentrar pequeños grupos de gente. Llevan bebida, vasos y hielo, aunque la mayoría sólo se relaciona con sus amigos más cercanos. Ariana está con su primo y tres amigos más. «Llevamos mucho tiempo encerrados y tenemos ganas de salir y relacionarnos. Aquí estamos al aire libre, ¿no es peor cómo van de llenos los autobuses? Muchas veces estás pegada a gente que no conoces de nada, Aquí estoy con los de siempre, no es diferente que estar en una terraza. De hecho, aquí hay menos gente», explica la joven. Varios miembros de su familia están vacunados ya y ella no considera que esté en riesgo. «De todos modos, tengo la mascarilla y si se acerca alguien de otro grupo me la pongo». A su alrededor no hay mucha más gente, pero todavía es medianoche y parece que llegan algunos coches más al aparcamiento de El Camello. Otras zonas habituales de botellón, como los bajos del Rhin, la playa de Los Peligros y el parking de Mataleñas están prácticamente vacíos. En zonas como Cañadío, las terrazas están llenas aunque la mayoría cumple las restricciones.
Gema Saro, Médico de Urgencias
Juncal Sánchez, médico de guardia en la UCI covid y pediátrica, entiende que «a todos nos gustaría volver a la normalidad, pero no te gusta ver actitudes irresponsables». Son acciones que padece directamente en el trabajo. Además de cuidar de los pacientes con los síntomas más graves del virus, también atendió al menor de 13 años. Reconoce que los datos de las últimas semanas son «optimistas», pero «no sabemos cómo se va a comportar la situación en diez días». Los profesionales sanitarios están pendientes de cómo afectará el cambio en las medidas sanitarias al número de contagios.
Desde El Camello, Ariana comprende que la situación en los hospitales aún es delicada, pero insiste en la idea de que ambas realidades deben convivir. «No te digo que hagamos como si no pasase nada, pero sí retomar la normalidad poco a poco, quedar con los amigos... Creo que aquí, al aire libre, estamos más seguros que en otros espacios cerrados donde es legal estar».
El área de Urgencias de Valdecilla está tranquila, lo reconocen los propios sanitarios. La ampliación en los horarios de hostelería y eventos como el festival de Eurovisión o partidos de fútbol televisados se reflejan en la afluencia de personas al hospital. Hay más gente en casa. Sin embargo, no fue así ni el jueves ni el viernes. A esta hora, con los bares aún abiertos y la gente en la calle, había más trajín. Ocurre que cada medida sanitaria, se percibe en el trabajo de Urgencias: «Enseguida notamos que ya no había toque de queda y que los bares estaban abiertos», cuenta Gema Saro, médico de guardia. La calma que predominaba en Urgencias también se percibía en El Camello, donde los botellones no aumentaron con el paso de las horas y apenas continuaban allí los mismos grupos que al inicio de la noche.
Aroa Zubizarreta, Médico residente
El escenario era diferente en Cañadío. Allí, todas las terrazas estaban llenas. En la mayoría la gente compartía mesa con sus allegados, aunque algunos grupos se mezclaban, sobre todo, al acercarse al centro de la plaza para fumar. También se levantaban para hacerse fotos y muchos se abrazaban para el retrato, olvidando en algunos casos la mascarilla y llamando la atención de la Policía Local, que se acercaba a los jóvenes a recordarles la normativa vigente. También empiezan a formarse largas colas a las entradas de algunos pubs, donde las distancias brillan por su ausencia aunque la mayoría conserva la mascarilla.
Salir a tomar algo con amigos y cumplir las medidas sanitarias -mascarilla y distancias- es compatible. Lo dicen tanto los profesionales sanitarios como algunos jóvenes que disfrutan de los bares. Pero no todos saben distinguir donde están los límites. «Hay alguno que la lleva bien, pero en general veo poca mascarilla», comenta Saro al ver un vídeo de lo que ocurre simultáneamente en las colas para entrar a un pub del centro de Santander. «Parece que se nos ha olvidado ya todo lo que ha pasado», añade Aroa Zubizarreta, médico residente de último año. Ambas sanitarias insisten en que hace falta responsabilidad: «Los jóvenes pueden tener la sensación de que no les va a pasar nada, pero nosotras vemos cada día que no es así».
Con la población más mayor vacunada, la edad de las personas que ingresan con covid ha bajado. Un ejemplo. De la treintena de hospitalizados por covid en Valdecilla, entre UCI y planta, el más joven tiene 21 años. En Cañadío, José ronda esa edad, año arriba año abajo. Está en una terraza con sus amigos, muchas veces con la mascarilla por debajo de la boca. Se justifica. «Estoy con mis amigos de todos los días, si se me acercase alguien ajeno, me la pondría. Aunque pueda parecer difícil, hay que encontrar el equilibrio entre cuidarse y divertirse». Es estudiante de Laboratorio, por lo que tiene clara la situación que vive. «Los adolescentes y jóvenes necesitamos seguir relacionándonos, no es imposible hacerlo con precaución. Durante el último año he salido muy poco, pero de vez en cuando necesitas ese contacto con tus amigos y conocer gente nueva», apunta.
Además de su propio beneficio, defiende que así también ayuda a los hosteleros. «Todos estos bares necesitan abrir y sus trabajadores viven de los que venimos a consumir. Mientras cumplamos unas normas mínimas y tengamos presente que el covid no ha terminado, creo que es compatible que salgamos a tomar algo en los bares».
Conforme avanza la noche, la sala de espera de Urgencias empieza a recibir un goteo de pacientes. La mayoría no presentan patologías graves, pero ya hay movimiento de camillas y familiares que esperan noticias de los médicos. A esas horas de la madrugada llega también un joven de 18 años que concentra el protagonismo. Acompañado por dos amigas, entra desorientado al hospital bajo los efectos del alcohol. Al ponerse nervioso obliga a que varios sanitarios acudan a atenderle. Desde la planta de Psiquiatría se une Laura Cayón, residente, para estudiar el historial médico del chaval y evaluarle. Ese fue el momento de más actividad.
Juncal Sánchez, Médico de la UCI
Cerca de esa sala, el área covid de Urgencias -en la que esperan los pacientes que acuden al hospital con fiebre u otros síntomas- ya ha apagado las luces porque se ha quedado vacía. Y en los boxes de observación descansan algunos pacientes. En Cañadío el ambiente continúa, aunque los bares ya miran hacia el reloj. Aunque algunos tienen licencia hasta las tres o cuatro de la mañana, la mayoría de los que están en la plaza cierran antes. Pero los clientes quieren apurar hasta el final y el alcohol empieza a hacer efecto en muchos de ellos. La Policía Local que lleva toda la noche en la plaza tiene que acercarse a varios grupos porque se levantan de las mesas y se acercan más de la cuenta. A algunos incluso les llaman la atención porque, aunque muchos lo hacen de manera inconsciente, se alejan de las mesas sin ponerse la mascarilla.
Según el reloj va acercándose a las tres de la madrugada, muchos camareros comienzan a recoger sus terrazas. Esta tarea choca con la actitud de aquellos que todavía no quieren irse a casa y apuran las copas y el rato con amigos. Algunos rellenan vasos de plástico con las bebidas que aún no han terminado y comienzan a hablar de pie en la plaza. A la Policía Local se le une la Nacional y empiezan a pedir a la gente que se disperse y que no forme amplios grupos. Cañadío está cada vez más vacía y parece que la mayoría se resigna: es hora de volver a casa. Los profesionales sanitarios notan constantemente los cambios en el horario de apertura de la hostelería y medidas como el toque de queda. «Antes, a partir de las diez de la noche, había menos intoxicaciones, agresiones y accidentes de tráfico», resume la médico de guardia en Urgencias.
Ahora en el hospital están pendientes de cómo el fin del estado de alarma y la relajación de las restricciones afecta a los picos de actividad. Igual que perciben cómo las medidas sanitarias cambian la afluencia de pacientes, también reconocen que ha variado el perfil de las personas que ingresan en le hospital con síntomas de covid. «Tras la Semana Santa entra gente más joven. De 40, 30 y 20 años. Incluso familias enteras», añade Saro.
«Esto no ha acabado». Aunque mejoren algunos de los datos que dan cuenta del avance de la pandemia en Cantabria -la incidencia acumulada sigue a la baja y la cuarta ola se desinfla-, en las UCI todavía hay pacientes con síntomas graves luchando contra el virus. E igual que un día baja el número de hospitalizados, al siguiente sube. Los sanitarios recuerdan que queda una parte de la población por vacunar y no es momento de bajar la guardia, sino de seguir siendo responsables: «No hace falta salir hasta las tantas el primer día que los bares vuelven a cerrar tarde», resume concluyente Aroa Zubizarreta.
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