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La residencia de la Universidad Europea del Atlántico acogió este verano de forma temporal a un total de 148 refugiados ucranianos. D. Pedriza
Cruz Roja mantiene la tutela de 366 de los 1.300 ucranianos que han pedido protección temporal

Cruz Roja mantiene la tutela de 366 de los 1.300 ucranianos que han pedido protección temporal

El curso escolar comienza con 269 niños y jóvenes refugiados en las aulas, casi cien menos que al cierre del anterior

Domingo, 11 de septiembre 2022, 13:23

El 24 de febrero de 2022, casi siete meses atrás, las vidas de decenas de miles de ucranianos se paralizaron tras la invasión rusa a sus territorios. Desde primeros de marzo, cuando llegaron los primeros, hasta ahora, han sido 1.338 los ucranianos que han solicitado protección temporal en la Oficina de Asilo y Refugio (OAR) en Cantabria. Más de 138.000 en todo el país.

Algunos de ellos han vuelto a su país de origen. Lo hizo Yuliia, junto a sus hijos Volodymyr y Emilio. También Iryna, junto a su madre y sus dos hijos. Otros se han dado de baja de los servicios de protección de organizaciones como Cruz Roja en Cantabria porque se han movido a otros países o regiones con familiares que ya se habían asentado aquí después de la guerra de 2014 en el Donbás. Y otros, los menos, pero un número importante, han encontrado su vida en la región cántabra.

«Sobre todo ha ocurrido con la llegada del verano», señala Sandra García Liaño, responsable del programa de refugiados de Cruz Roja Cantabria. Visibiliza que hay otra cara de la moneda, la de quienes «han empezado a construir su vida aquí» y la época estival ha sido un momento fundamental por la crecida de empleo en el turismo. «Algunos de ellos tienen ya hasta contrato indefinido», comenta, y se ha notado desde el mes de mayo. Otros tantos se han marchado a otros países europeos o a otras provincias, pero no tienen un recorrido completo de cada familia que ha llegado y no ofrecen cifras. «Cuando salen del programa nosotros no les preguntamos por qué se van y dónde», puntualiza. Lo mismo ocurre con el resto de refugiados que están en otros programas y que han solicitado protección. «Están legalizados durante el periodo establecido por Europa, y una vez aquí pueden moverse a otras comunidades o a otros países europeos», afirman desde la Delegación de Gobierno en Cantabria.

Hoy son 366 las personas alojadas por parte de Cruz Roja entre hoteles y albergues. Al llegar, los cerca de 500 refugiados iniciales fueron trasladados a refugios, albergues y los cuatro hoteles con los que la entidad tenía algún tipo de convenio previo y se habilitaron nuevos establecimientos.

Con la llegada del verano, debían abandonar los establecimientos hoteleros para que estos cumplieran con las reservas del turismo de verano y 148 fueron trasladados finalmente a la residencia de la Universidad Europea del Atlántico, hasta el pasado 21 de agosto, cuando debieron abandonarla y volvieron a los hoteles, por la llegada del estudiantado que comenzaba sus clases en los primeros días de septiembre.

Este movimiento, unido a que algunos encuentran empleo, hogar o se reunifican con familiares y amistades ucranianos en Cantabria, ya va asentando poco a poco las vidas de quienes tuvieron que dejar su Ucrania natal con el estallido de la guerra. Y también ha provocado que las familias hayan abandonado aquellas primeras localidades a las que llegaron nada más aterrizar en Cantabria y esto tiene su reflejo en el inicio del curso escolar, que comenzó este jueves para los ciclos de Infantil y Primaria y el viernes para Secundaria.

El curso escolar

En las aulas, este curso habrá cerca de un centenar de estudiantes ucranianos menos. El curso comienza con 269 niños y jóvenes refugiados ucranianos, frente a los 350 que había al finalizar el curso pasado, según datos facilitados por la Consejería de Educación del Gobierno de Cantabria.

Santander vuelve a ser el municipio en el que más escolares ucranianos hay, con 114, cerca del doble que al cierre del curso 2021-2022. Le siguen Torrelavega, con 30, uno más escolarizado que el pasado, y Camargo, con 18, dos más que en la etapa anterior. En localidades como Hazas de Cesto pierden a todo el alumnado del curso pasado, donde 17 cursaron estudios en Infantil y Primaria.

Por cursos escolares, son 58 de Infantil, 100 de Primaria, 74 de Educación Secundaria y el resto de Bachillerato y ciclos formativos de Formación Profesional hasta llegar a los 269 actuales. Son los más pequeños los que «mejor se están adaptando a esta nueva situación porque para los niños no hay diferencias», apuntan desde la entidad, además de que aprender un idioma nuevo como el castellano no es tanto desafío. «El proceso está siendo más difícil con el alumnado adolescente, ya que les han roto su proceso de socialización externa a la familia, esa desvinculación familiar que se da a esa edad, y en muchas ocasiones el proceso migratorio se ha hecho sin consultarles», señala García Liaño.

Desde Cruz Roja Cantabria explican la variación de alumnado entre municipios del curso pasado al actual por el traslado de las familias a localidades más grandes donde hay mayor mercado laboral. También porque «una parte importante» de estos refugiados tenían raíces en Cantabria. «Muchos conocían la región, y pidieron venir aquí, porque tenían familiares, amigos e incluso contacto desde niños, cuando participaban en los campamentos de verano para menores procedentes de Chernobil». También porque fruto del conflicto de 2014, familiares y amigos ya se habían asentado en ciudades como Santander y preferían estar unidos.

Las próximas crisis humanitarias

No todo ha sido fácil para quienes han llegado a Cantabria. «Cuando uno abandona su país a la fuerza, siempre quiere volver y hay gente a la que le toma meses y a otra años darse cuenta de que tiene que hacer su vida desde cero en otro lugar». Pero hay quienes se resisten y desean volver. Quienes más reciente lo tienen son los miembros de la Asociación de Ucranianos en Cantabria. Cuentan por teléfono que son bastantes los ucranianos que se acercan a su local buscando desahogo y que expresan su deseo de volver a Ucrania. Hace solo unos días una joven refugiada acudió a su oficina. «Nos dijo: agradezco mucho toda la ayuda que me habéis prestado, pero aquí sin el idioma no puedo encontrar trabajo ni sobrevivir». Desde la asociación admiten que son conscientes de que «ya empieza el frío» y algunos de ellos, como esta joven que buscaba ayuda y quizá algo de consuelo, sentía que «molestaba ya aquí», por lo que prefería volver a Bucha, su ciudad de origen. «Estaba desesperada, pero nos dijo que deseaba regresar a su casa, aunque sabía que estaba destrozada y le habían robado todo».

El desafío sigue latente en las oficinas de organizaciones como la de Cruz Roja, aunque el goteo de refugiados ucranianos no tiene nada que ver con el del primer día. García recuerda bien al primer grupo «de tres personas» que a inicios de marzo llegó a las puertas de la entidad. De ellos recuerda su cara y su nombre, pero lo que vino después fue una marea incontenible. «De normal, veníamos gestionando entre 15 y 20 personas a la semana y con la crisis de Ucrania llegaban de media 30 personas cada día, de lunes a domingo». Y había que seguir atendiendo al resto de refugiados en Cantabria.

García advierte de que «las crisis humanitarias son cada vez más y cada vez más frecuentes en el tiempo» y, como muestra, cita la crisis de refugiados afganos del pasado verano. «La de Afganistán fue en agosto de 2021, aunque ya se haya olvidado, y en marzo estábamos en medio de la de Ucrania». Y esto, sostiene, no va a parar ya que en el horizonte están los refugiados climáticos. «En pocos años, habrá islas que se inundarán, y toda la población de estos lugares acabará siendo refugiada en otros países», finaliza.

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