Sin propósito de enmienda
La campaña echa a andar con las mismas discrepancias extremas, los vetos y las líneas rojas que marcaron el fiasco del 20-D
Jesús Serrera
Domingo, 12 de junio 2016, 08:13
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Jesús Serrera
Domingo, 12 de junio 2016, 08:13
El intenso debate con el que los candidatos cántabros de los cuatro principales partidos arrancaron la campaña electoral en la sede de El Diario Montañés es un reflejo cabal de lo poco que han cambiado los mensajes y las actitudes de la clase política tras ... el fracaso de la efímera XILegislatura, menos todavía en las dos grandes formaciones, PP y PSOE. Todo sigue igual o lo parece: las mismas listas y los mismos discursos. Hasta el reparto de los cinco escaños del Congreso será idéntico, según el sondeo del CIS, que debiera mover a la reflexión, pero por el momento las únicas novedades respecto a la anterior campaña son los reproches cruzados sobre lo que cada cual hizo o dejó de hacer en los meses posteriores al 20-D. No se advierte ningún propósito de enmienda.
El PP renueva su fe en el tancredismo de Rajoy después del fallido intento de investidura promovido por sus adversarios. Los sondeos le otorgan una nueva victoria, pero defraudan sus expectativas de crecimiento. Aun así, se limita a mantener su oferta de acuerdo con los partidos constitucionalistas.
El PSOE se postula de nuevo como la fuerza del cambio, pero con un visible déficit de credibilidad que en Unidos Podemos elevan a la máxima potencia cuando, ya muy crecidos por el CIS, se dignan a invitar a Pedro Sánchez a ser el vicepresidente de Pablo Iglesias. Una oferta que les suena más bien ofensiva a muchos socialistas. Ciudadanos sigue abierto al diálogo, también con el PP, pero sin Rajoy. Palabras mayores.
Se supone que esta es la segunda y última oportunidad para terminar con la inestabilidad política y aplacar el clamor ciudadano, pero por el momento los dos grandes partidos, impasibles ante el descrédito, mantienen en los primeros días de la campaña el mismo bucle cansino de las discrepancias extremas, los vetos y las líneas rojas. Sólo cabe esperar a que el 26-J les enfrente con la realidad de los hechos consumados y confiar en que entonces cumplan al menos el único compromiso compartido: no habrá una tercera cita con las urnas.
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