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karen márquez
Martes, 23 de agosto 2016, 11:36
Cantabria vuelve a sentir el calor y con fuerza. La región registró ayer las temperaturas más altas de las últimas semanas desde la primera ola de calor vivida en España en julio mes en el que el municipio de Ramales de la Victoria ... alcanzó 40,5 grados llegando incluso hasta los 36,2 grados en Polientes (Valderredible), que cuadruplicó la temperatura que tenía a primera hora de la mañana (8 grados).
previsión para hoy
En Reinosa, los vecinos tampoco sabían al despertar si tenían que sacar el abrigo o atreverse a salir de casa en chanclas y camiseta para hacer frente al clima durante la jornada. Y es que se levantaron con 5,7 grados y en el transcurso del día llegaron a 33, 7. Es decir, el termómetro osciló 28 grados en un solo día, algo por otra parte habitual en la comarca campurriana cuando el verano apura sus últimos días.
En Torrelavega, los vecinos aguantaron 31,1 grados a las cinco de la tarde cuando se vivió la temperatura más alta del día y Santander registró 28 grados, pero con una mayor sensación térmica.
- Las más altas
1. Valderredible, Polientes 36,2
2. Ramales de la Victoria 35,4
3. Valderredible, Cubillo de Ebro 35,0
4. Cillórigo de Liébana, Tama 34,8
5. Reinosa 33,7
5. Torrelavega 31,1
5. Santander 28,1
- Las más bajas
1. Reinosa 5,7
2. Valderredible, Cubillo de Ebro 6,9
3. Valderredible, Polientes 8
4. Los Tojos, Bárcena Mayor 8,4
5. Ramales de la Victoria 10,1
Para el día de hoy algunos municipios cántabros pasarán de los 32 grados, según las previsiones. Y mientras en la región hay quienes aprovechan la nueva ola de calor para disfrutar de la playa, los que no cogen sus vacaciones en verano y trabajan a pie de calle sufren las inclemencias de un sol que no da tregua, pero ante el que sus cuerpos «ya están acostumbrados».
César García y Juan José Pérez. Palista y obrero
"Con este sol no se rinde igual"
Las gafas le cubren los ojos a César mientras camina entre los escombros de una escollera con un pantalón corto que deja ver sus piernas quemadas por el sol.
A la altura del viaducto Los Arroyos, en la autovía hacia Reinosa, trabaja como maquinista durante más de ocho horas y aunque suda, él confiesa que como obrero ya «está acostumbrado».
Aunque está la mayor parte del tiempo como maquinista y por lo menos puede sentir el frescor del aire acondicionado dentro del vehículo, cuando se baja a ayudar a su compañero Juan José, César vive un verdadero infierno.
«Mucha gente no lo sabe, pero el sol en las construcciones se siente más fuerte porque se refleja en la piedra y el calor se desprende con más intensidad. Además el humo de los coches es insoportable, pero aquí estamos».
Precisa que ahora «se notan mucho más las olas de calor», pero que trata de llevarlo lo mejor posible cada verano. Junto a él, está Juan José, de Torrelavega. A sus 57 años le molesta más estar de «dos colores» enseña sus piernas blancas y sus brazos oscuros por el fuerte sol que recibe en este trabajo, que trabajar ahora mismo en el sol. «Es peor cuando llueve. Sin embargo, debo confesar que con este sol no se rinde igual». Ambos tratan de hidratarse lo mejor que pueden, pero sólo con agua «porque la gaseosa te da más sed».
Dennis Manuel Ortiz, vendedor de calzado
"Estoy tan curtido que me da el sol y no siento nada"
Camina de un lado a otro detrás del mostrador de sus zapatos rojos, azules, bajos, altos y de todas las tallas, mientras se seca el sudor con el antebrazo derecho. Tiene prisa por atender a la siguiente clienta que le pregunta el precio de un par que acaba de ver, pero se detiene para la foto.
«Estoy tan curtido de estar todo el día en la calle dice apurado que ya ni siento nada», asegura mientras el ruido de la carretera angosta en la que se ubican otros puestos de ropa y artículos varios en el mercadillo de lunes en Reinosa parece generar algo más de calor.
Los cuerpos de vecinos y turistas sofocados por tanto calor se chocan unos con otros en un vaivén de compradores que inspeccionan rápidamente con la mirada todos los productos de Dennis y al mismo tiempo buscan un poco de sombra bajo las carpas improvisadas. «Lo he pasado peor, pero así hay que trabajar, que le vamos a hacer» añade.
Iván Fernández. Vendedor de frutas
"Hoy estoy a tope y aunque hace calor es un no parar"
El sol alumbra directamente las peras y manzanas de Iván por más de que haya puesto el toldo para protegerlos. Pero no le preocupa mucho. A esa hora aún son las doce y algo más puede hacer espacio en el resto de su puesto para guardarlas un poco más allá «por si el sol pega más fuerte».
En su local hay de todo y, como él lo dice, «a buen precio». Una señora lo corrobora desde lejos, ella está delante de la cola de gente son mayoría las señoras mayores y llega por «la fruta fresca del mercado». Conversa con otras mientras todas se abanican con lo que tienen en mano. «¡Qué calor que hace esta mañana! ¿A cuánto estaremos?», se escucha en la fila.
Fernández las escucha y sonríe porque ellas que vienen a comprar no están tan ajetreadas como él. «Estoy a tope hoy, es un no parar aunque sea con el calor», dice Iván, que con su delantal y sus guantes agarra la bolsa de una clienta para colocarla sobre la balanza que le indicará el precio. Todo mientras se da prisa y atiende a la siguiente.
Fermín Heras y Eusebio Martínez. Florista y Asador de pollos
"Ahora hay que regar las plantas más de lo normal"
Si bien es cierto que el sol ayuda a la fotosíntesis, demasiada exposición también acaba dañando a las plantas. «Hay que ponerles bajo más sombra y regarlas mucho más», sostiene Fermín Heras, de 58 años, que ha dedicado casi la mitad de ellos a cuidar de las flores y plantas y cuyo negocio La Rosaleda en Cartes se traslada al mercadillo de los lunes en Reinosa.
Heras ofrece sus plantas al cliente explicándole las características de cada una de ellas. Está acostumbrado a las altas temperaturas de ciertos días en verano, pero asegura que sus plantas necesitan más cuidado durante esas olas de calor. En lo personal, procura beber mucha agua y busca que sus plantas lo hagan igual. Debe mimarlas y que cada una proyecte una buena imagen. «Que se vean sanas y coloridas», porque cada una de ellas será la acompañante de un nuevo cliente que se las lleve para sembrarlas en casa.
Son esos mismos compradores los que después del puesto de Fermín, se acercan al de Eusebio Martínez. El hombre al calor del intenso sol que pega de frente en su negocio debe sumarle el de la brasa que está en plena calle sobre el suelo hirviendo. Sus pollos asados que despiden un olor singular, le han dado la alegría de un negocio que atiende con ahínco, pero también le han hecho la piel más fuerte para soportar las altas temperaturas. «Esto para mi es normal». Es lo que contesta cuando se le pregunta por los más de 30 grados que marcaban los termómetros en la ciudad.
Noel De Castro. Pastelero
"Agua en el día y alguna cervecita por la tarde"
Casa Vejo en Reinosa no es sólo lo que se ve. Bajando las escaleras de la cocina está la oficina de Noel De Castro. No hay ordenador, ni papeles, pero es un lugar lleno de encanto.
Está con varios compañeros que se pasean en delantales y gorros blancos a través de un olor dulce que atrae incluso al que está fuera de la tienda. Sin embargo ellos, allí dentro, tienen que enfrentarse no sólo al calor de las altas temperaturas externas que se cuelan por la puerta y las ventanas sino también a aquel de los hornos que se encienden para cocinar las masas de hojaldre, los panecillos y muchas otras delicias. En invierno, dan gracias porque «estamos calentitos», pero en verano el calor hace un poco sufrido su trabajo.«Durante el día tomo mucha agua para contrarrestar el calor y por la tarde alguna que otra cervecita», comenta entre risas. Para Noel y sus compañeros pasteleros, las temperaturas son cosa del «punto exacto de la masa» porque a las de ahora, que sólo duran un par de días, «ya stán acostumbrados».
Joaquín Gutiérrez. Cocinero
"Como cocinero, siempre trabajo con el calor"
Para los clientes, el aire acondicionado y la terraza «para que puedan disfrutar su comida en este verano como es debido». Para él, la paciencia de aguantar el calor del sol y el de la parrilla al aire libre.
Joaquín Gutiérrez está más que acostumbrado. «Como cocinero, siempre me acompaña el calor». Trabaja en el Restaurante El Refugio de Tanos y dice que el sol ahora mismo «es lo de menos».
Desconoce cuánto están marcando los termómetros durante la calurosa jornada. Tiene otras preocupaciones. Por ejemplo, que el buen tiempo anime a la gente a consumir más. Aunque sufra «la presión del calor», está satisfecho por colocar más costillares de cerdo, chorizos criollos y pedazos de pollo, entre otros manjares, sobre la parrilla. Su truco para combatir tanto calor: beber abundante agua.
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