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Gonzalo Sellers
Viernes, 9 de septiembre 2016, 20:39
El padre de Mari, un vecino de Valdáliga de toda la vida, trabajó hace más de medio siglo escarbando en las profundidades de El Soplao en busca de carbón y blenda. «Ya decía él hace muchos años que llegaríamos a visitarlo y se convertiría en ... lo que es ahora», recuerda. Ahora ella, de pie junto a la boca de la cueva que su padre cruzaba cada día con el pico al hombro, espera con el teléfono móvil a que aparezca Bertín Osborne y sus mariachis. Quiere hacerse una foto con él antes de que comience el concierto porque no tiene entrada. Como Carmen y Ana, que han venido desde Salinas (Asturias) pensando que los tiques se compraban en la taquilla. No son conscientes de la polémica que ha rodeado la venta de entradas e invitaciones durante la última semana. Hasta el punto de que Miguel Ángel Revilla, que ejerció de anfitrión en el programa de Osborne y le invitó personalmente a cantar en El Soplao, decidió no asistir finalmente.
El presidente cántabro, muy molesto por la controversia de la organización del evento, ya había comunicado en privado su intención de no acudir. Y cumplió la amenaza. Una decisión en la que fue respaldado en bloque por los altos cargos del Gobierno. El consejero de Turismo, Francisco Martín, había avisado que ningún miembro del Ejecutivo iría gratis. Pero la respuesta fue más radical. Ni un solo consejero del PRC escuchó cómo Bertín Osborne encendía a los cerca de 300 asistentes con el Buenas noches señor, buenas noches señora.
Tampoco estuvieron los del PSOE, aunque ellos ya habían tomado la decisión mucho antes y han sido ajenos a la polémica por la rápida desaparición de la mitad de las entradas en internet y por el reparto de la otra mitad a manos del Instituto para la Calidad Turística Española (ICTE). Su presidente, Miguel Mirones, que en los días previos había contradicho la versión del Gobierno sobre la gestión de las entradas, tampoco acudió al concierto.
En representación del Ejecutivo cántabro solo acudió la directora general de Turismo, Eva Bartolomé, quien se encontró allí con el presidente de la Asociación de Turismo Rural, Jesús Blanco; los tres alcaldes de la zona, Juan Francisco Linares (Herrerías), Lorenzo González (Valdáliga) y Pedro González (Rionansa), y el cantante Nando Agüeros (todos ellos con invitación), que dijo desconocer las razones de la ausencia del presidente cántabro. «Sé que no iba a venir, pero no el motivo», aseguró el autor de Viento del Norte.
Cola una hora antes
La expectación en los alrededores de El Soplao empezó muy pronto. Una hora antes de la apertura de las puertas, cerca de medio centenar de personas esperaban ya de pie junto a la entrada de la cueva. Allí estaban Ángel y Mari Carmen, vecinos de Labarces, que compraron su entrada por 30 euros en internet. «Estuvimos todo el día pendientes y a las seis de la tarde, en cuanto salieron, las cogimos. Sé que ha habido lío con ellas, pero tuvimos suerte», explicaron. A su lado, Yolanda, de Ruiloba, torcía el gesto. «Difícil que la compraran a las seis si se sacaron a la venta a las once de la noche», matizó.
Con tanto tiempo de espera por delante, el tema de los tiques acabó apareciendo en los corrillos. Se comentó la polémica «donde entra la política todo lo mancha», criticaba una vecina, pero sobre todo podían los nervios de plantarse frente a Bertín Osborne. «Qué ganas tengo de verlo en vivo, que por la tele ya lo tengo muy visto». Un ansia que se trasladó al interior de la cueva, donde los 13 grados de temperatura y el 90% de humedad no enfriaron a las entusiastas del cantante, ataviado con americana granate y pantalón oscuro. «A divertirnos», les gritó a sus mariachis antes de hacer el paseíllo delante de unas fans entregadas a su imagen de rompecorazones. «Qué suave tiene la mano, de verdad, qué suave. Estoy emocionadísima», decía Luci, de Vega de Pas, sin poder controlar los nervios.
Bertín Osborne, sin saberlo, respondió a las críticas políticas de los últimos días por el daño que estas actuaciones, que llevan once años celebrándose, desde el mismo día de su inauguración, puedan hacer a la cueva. «Vamos a cantar todos. No os preocupéis que no se va a caer ninguna estalactita», bromeó. Afuera, Mari y las asturianas Carmen y Ana no pudieron conseguir entrada y se quedaron sin escuchar el recital del cantante a pesar de que, después de toda la polémica, se quedaron cerca de cuarenta sillas vacías.
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