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Guillermo Balbona
Viernes, 27 de enero 2017, 07:18
Donde pone el ojo está la noticia. También lo humano. Hay un reposo visceral, un profesional inquietamente tranquilo que lo habita dentro. Érase una vez un hombre pegado a una cámara. En realidad, el instinto, la pasión, la querencia y eso tan inasible que es " ... saber mirar" son las nuevas tecnologías de este animal fotográfico que ha sentido el tacto analógico y digital de todos los laboratorios, flashes, instantáneas, exclusivas, retratos y escenarios posibles. Del fotoperiodismo a la coordinación de equipos, de la fotografía única a la pedagogía, de la creación de una fotogalería en la ciudad a esa escuela de luz que fue Polientes Photo ambas iniciativas pioneras Pablo Hojas (Santander, 1945) ha dejado huella en todos los territorios de la imagen. Con el reconocimiento a sus mayores, "a mi padre que me inició en la fotografía", y un escrito desbordado de nombres a los que quisiera citar para mostrar su agradecimiento, Hojas afronta esta noche emocionado un acto que entiende como un reivindicación del fotoperiodismo y la dignificación de la fotografía de prensa: recibe el Premio Estrañi 2016 que concede la Asociación de la Prensa. La distinción a una personalidad y una capacidad singular tanto para el retrato como para el documento y la noticia. El galardón será entregado esta noche en el transcurso de la tradicional cena, desde las 21.00 horas, en el Hotel Sardinero. A la velada asistirán más de 170 personas a las que se entregará un grabado, Hálito, de Zaira Rasillo. Fotógrafo total e incansable, Hojas propuso desde sus inicios, aprendiendo de sus maestros, especialmente de su padre Hojas Llamas, un pacto con la luz que le ha permitido trazar durante décadas un relato de geografías humanas y un itinerario de relatos sobre el mundo. Pero, ¿qué debe tener una buena fotografía para merecer ese nombre? "Un impacto visual importante y, sobre todo, que cuente una historia. Por supuesto está la luz, el instante, la crónica, el testimonio...".
Pablo Hojas, que ha abonado con su mirada todos los territorios de la imagen, defiende que "el fotoperiodismo es más artístico que esa imagen expositiva y encasillada como foto de arte. Un fotoperiodista toca todos los palos la instantánea, el retrato, la oportunidad, lo oportuno, la contemplación, la reflexión si hay tiempo... el trabajo diario de un fotoperiodista es arte puro. Lo tengo muy claro". La fotografía "es una cosa que llevo dentro. Es pasión. Mientras el corazón funcione, la cámara lo va a hacer también. Vivo para ella. En mis proyectos, limitados o no, duraderos o no, siempre he contado con los fotógrafos de prensa toda mi vida. Es lo que me ha aportado más, desde el periódico a la calle, pasando por la universidad. Ahora, tras un periodo marcado por una dura enfermedad, "seguiré haciendo lo que sé a través de diversos proyectos pero con una idea común que he tenido siempre
Pero ¿cuál es el secreto de una fotografia? "El impacto visual es muy importante y, sobre todo que cuente una historia. Después está la luz, los detalles, pero en fotoperiodismo tienes poco margen y tiempo, lo realmente valioso es la instantánea, ese momento, ese instante es lo que posee el verdadero valor". Hay diversos formatos pero el fotoperiodismo aporta una dimensión diferente cuando, por ejemplo, captas una imagen posterior a un incendio, ese lugar transformado. Y te preguntas cómo relatar a través de una imagen la información de aquello que estás cubriendo".
Y destaca que "hay gente joven con mucha imaginación pero sería necesario realizar en Cantabria proyectos internacionales de mayor envergadura aprovechando el potencial que hay aquí. Hacemos muchas cosas pero sin el suficiente apoyo y sería bueno unirse y hacer algo muy potente en torno a la imagen y el vídeo".
El fotógrafo santanderino, que se arriesgó con la primera fotogalería de la ciudad, ha publicado en medios nacionales e internacionales y ha dejado huellas tan personales como sus Miradas en Blanco y Negro de la UIMP. Hijo y nieto de reconocidos fotógrafos, ya con 17 años publicaba sus primeros trabajos en el diario Alerta en 1964. Desde entonces, sus trabajos han enriquecido medios como El Diario, Cifra Gráfica, La Stampa, Cambio 16, Newsweek, Le Figaro, o The New York Times.
"Me daba mucho miedo y mucha vergüenza hacer fotos. Era joven y ayudaba a mi padre, pero tenía esas sensaciones mientras daba mis primeros pasos. Cuando me di cuenta que me iba gustando todo cada vez más, que conocía a gente muy diferente, fui aceptando los encargos y comencé las colaboraciones en agencias y cubrí la información televisiva del Norte, mientras descubría la urgencia de los encargos y la importancia de determinados temas". Hojas confiesa que "era muy feliz y me hacía mucha ilusión que me publicaran las fotos. Me trataron muy bien y siempre me daban la oportunidad de una publicación". El fotógrafo galardonado recuerda haber vivido "con intensidad la competencia entre medios, el pisotón informativo a la hora de alcanzar una foto deseada por todos". Cuando alcanzó la jefatura de la sección su responsabilidad se centró en crear todo un equipo que mimó los trabajos y buscó en todo momento dar la relevancia y el protagonismo a la imagen en un periódico, "no como mero relleno".
Despúes Hojas pidió la excedencia y durante un año realizó trabajos internacionales para la imagen de Freixenet. Al regresar y tras los cambios laborales y sociales Hojas decide centrarse en su colaboración con El País para "alimentar el vicio del fotoperiodismo" y emprender una etapa en la que se suceden la actividad docente, el trabajo intenso en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo o la puesta en marcha de una fotogalería en Reina Victoria, proyecto que revolucionó y respondió al concepto en auge de la fotografía y al coleccionismo. Una iniciativa que se mantuvo durante cinco años pese a las dificultades y de la que se siente "muy orgulloso". Llegaron los viajes para Freixenet por medio mundo y las fotos más personales, las visitas a museos y salas de exposiciones y eventos fotográficos; los cursos y el Polientes Photo, "una historia muy extraña y singular de la que ha emergido mucha gente".
Lo importante, sostiene, "es que no se escape lo real, la autenticidad. Como en la música ahora con la vuelta a los vinilos, a mí me interesa esa parte química de la fotografía.
"La sinceridad que tiene la fotografía ha desaparecido. El misterio, esa magia que aportaba hasta el último momento del proceso". "Ese no saber qué tenías realmente hasta que empezaba el proceso en el laboratorio".
Sobre la tendencia invasiva Hojas subraya que "ahora las imágenes están por todas partes, es una locura y falta muchas veces la reflexión de la observación. Está muy bien el acceso ilimitado a contar historias a través de la imagen pero a quien de verdad se quiera iniciar en esto le digo que lo importante sigue siendo conocer a los clásicos".
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