El accidente, la carne humana, la avalancha y el instinto de supervivencia

Muchos murieron en el accidente y otros, en los días siguientes. Al propio Parrado le dieron casi por muerto (quedó en coma y le dejaron en el borde del fuselaje, menos resguardado –lo que, según los médicos, le salvó la vida sin saberlo–). Despertó para saber que su madre había fallecido y, en pocas jornadas, vio morir a su hermana entre sus brazos. Luego llegó la decisión. Intentaron comer trozos de cuero, material de las maletas... El único alimento disponible eran los restos de sus compañeros. Eso les mantuvo vivos. También la esperanza, pero se fue apagando al saber a través de una radio que la búsqueda se dio por terminada. Los problemas fueron a más cuando un alud en plena noche sepultó el fuselaje y se llevó más vidas por delante. Entre los que resistieron, Parrado mostró una determinación de acero. Se obstinó en salir a buscar ayuda. En mitad de cumbres nevadas de más de 4.000 metros, sin equipo, sin conocimientos... A los montañeros expertos de hoy en día aún les parece increíble que él y su compañero Canessa recorrieran casi setenta kilómetros en diez días hasta que dieron con alguien.

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–¿Y ha sido feliz?

–Supongo que sí. He buscado y he leído mucho acerca de la felicidad, y lo único que he comprendido es que uno es feliz cuando no se da cuenta. Ahora, buscar ese estado de felicidad total que es estar en el cielo permanentemente no sé cómo es.