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A veces cuesta decir adiós, sin embargo no todas las despedidas son tristes. Y menos todavía si eso significa dejar atrás una de las últimas restricciones de la crisis sanitaria: las mascarillas, que dejarán de ser obligatorias en interiores desde el próximo 20 de abril. Si bien es cierto que hay ganas, también es inevitable que surjan las dudas sobre la adaptación a la medida y el impacto de la misma después de casi dos años con ellas. Y eso es lo que ocurre en el entorno empresarial. Algunas compañías tienen ya claro que se las quitarán en cuanto el Gobierno central publique el real decreto con la medida (se aprobará en el Consejo de Ministros del martes 19 y entrará en vigor al día siguiente). Sin embargo, hay otras que se muestran más prudentes y prefieren esperar a tener sobre la mesa el texto que especificará los detalles para analizar el documento y estudiar las posibles interpretaciones. Saben que fijará el fin de las mascarillas en espacios cerrados, pero no el resto de posibles matices. Así que el adiós a las mascarillas será más bien paulatino. Eso sí, sin importar el sector, coinciden en que respetarán la normativa, aunque en muchos casos será el servicio de prevención de riesgos de cada empresa el encargado de determinar si hay riesgo y, por tanto, cómo deben los trabajadores ajustarse a la medida. Es decir, por ahora, muchos reconocen no haber tomado una decisión y estar pendientes de esas pautas.
En el Hotel NH Ciudad de Santander de momento seguirán con mascarilla y, una vez esté aprobada la norma, «el departamento de riesgos laborales tomará la decisión» de cara a los profesionales, explica su director, Álvaro Liébana. También en el Hotel Sardinero están a la espera de esas órdenes. Así que la rapidez de la adaptación dependerá de la empresa. «Por nuestra parte vamos a dejar de exigir el uso permanente de mascarillas en la oficina», explica Andrés Gómez, director general de Gof, S. A. En cuanto se pueda, adelante. No obstante, siempre con el sentido común como principal guía. «A la vez rogamos que aquellos que tengan síntomas relacionados con el SARS-CoV-2 por favor la utilicen, por lo menos por el momento», aclara. Porque la eliminación de medidas acerca a esa tan deseada «normalidad», pero no puede llevar a olvidar que el virus sigue ahí. Y ese punto lo tienen claro en las empresas.
Álvaro Liébana
Hotel NH Ciudad de Santander
José Luis Quintanilla
Gestoría Quintanilla
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Según la norma, la mascarilla se mantendrá únicamente en hospitales, residencias y transporte público.Pero cada sector tiene unas características y en aquellos de cara al público, dejar de ocultar la sonrisa se plantea como un paso importante. Por ejemplo en los supermercados. Así, fuentes del sector apuntan que «no hay una línea general» para la plantilla de las cadenas. Una vez más dependerá de cada una, por lo que podrán surgir diferencias entre ellas. La opción que adoptarán algunos establecimientos será dar pasos poco a poco, pero «de momento seguir como hasta ahora», aclara Rubén Santiago, director de Carrefour en Torrelavega y representante de la Asociación Nacional de Grandes Empresas de Distribución (Anged).
Hasta ver «cómo evoluciona» la situación los empleados seguirán con la mascarilla. Y será (una vez más) su servicio de prevención el que elabore un nuevo protocolo. Y si algún profesional no quiere utilizarla analizarán cada caso concreto. «Nunca hemos tenido problemas con eso y los trabajadores serán comprensivos», valora Santiago. Donde no hay dudas es en el caso de los clientes.Para ellos la adaptación será más fácil: lo que indique Sanidad. Si se acaba la obligación nadie podrá decirles nada. Aunque conviene tener siempre presente que la recomendación es usarla en caso de tener síntomas compatibles con el covid.
También habrá profesionales que trabajen en oficinas con ciertas preguntas sobre qué podrán hacer a partir del próximo jueves. «Las distancias entre empleados se mantendrán», recuerda José Luis Quintanilla, de la Gestoría Quintanilla. Y, a partir de ahí, dejarán «que decidan ellos si usarla o no», añade. Un margen de seguridad que también será clave cuando atiendan a los clientes que se acerquen a sus instalaciones. «Es necesario». Por eso utiliza la palabra que define a la perfección las sensaciones recogidas y es que la adaptación será «paulatina». A pesar de las posibles dudas «la decisión está bien tomada», valora Quintanilla, porque «lo importante es avanzar».
Rubén Santiago
Director de Carrefour
Ramón López
Taberna del Herrero
Andrés Gómez
Grupo Gof, S. A.
La llegada del fin de la obligatoriedad después de Semana Santa no es casualidad. Es el intento del Gobierno central por evitar un posible repunte de contagios en unas fiestas que incluyen miles de desplazamientos e interacciones sociales. De ahí que genere intranquilidad la despedida definitiva: «Vamos a adaptarnos a la normativa porque todos estamos deseando quitárnosla y lo necesitamos», reconoce Ramón López, del restaurante La Taberna del Herrero. No obstante, el hostelero las mantendría a la hora de atender en sala y «a quienes manipulan alimentos», añade. Porque cuando un camarero atiende a las mesas, es inevitable que expulse aerosoles y «estamos hablando de la salud de nuestros clientes». Pero es una opinión porque lo primero es cumplir lo que marque el decreto. Eso está claro: «No voy a obligar a nadie porque no puedo», aclara López.
Es el punto compartido: «A seguir las normas y que ellos consideren si quieren seguir usándola», explica Bárbara Gutiérrez, de la Asociación de Hostelería de Cantabria. Y ese es el resumen. Cada empresa, sin importar el sector, se irá ajustando como considere oportuno y los servicios de prevención de riesgos laborales marcarán las situaciones de más riesgo y, por tanto, cuando es necesario seguir con ellas.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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