«Adoctrinar es que los niños crezcan tragando anuncios sexistas»
«¿Eres machista?» ·
La pedagoga Ana Magallanes ha trabajado con profesores y alumnos de Cantabria para «despertar conciencias» y prevenir desde las aulas la violencia machistaSecciones
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«¿Eres machista?» ·
La pedagoga Ana Magallanes ha trabajado con profesores y alumnos de Cantabria para «despertar conciencias» y prevenir desde las aulas la violencia machistaPlantada en mitad del aula del Centro Integrado de FP 'Número Uno' donde se imparten módulos de mecánica o electrónica, Ana Magallanes aguarda a que todos los profesores se sienten. «Os voy a plantear una pregunta, ¿sois machistas? Piénsalo, ¿te consideras machista?». Y así, con ... la incomodidad que provocan por dentro las verdaderas preguntas, empieza la charla de esta experta en Igualdad a medio centenar de docentes de los módulos de una profesión eminentemente masculina, una de las cuatro que ha impartido a personal y alumnos del CEIPCervantes de Torrelavega, el IES La Granja de Heras o al CEIPNuestra señora de Latas, en Somo. El pasado octubre vino a Cantabria a dar un curso de formación al profesorado, y fueron los propios coordinadores de igualdad los que pidieron que volviera, y financiación municipal mediante, ha impartido estas charlas en las que entre el humor y datos científicos, ha abordado la coeducación con herramientas que permitan luchar contra la violencia machista, previniendo sus causas desde las aulas.
Para empezar, ¿qué es la coeducación? El término se refiere a educar en igualdad a niños y niñas, algo lógico en nuestros tiempos, pero lo hace incidiendo en algo que pasa desapercibido, de ahí la pregunta inicial de si uno se considera machista, porque la coeducación elimina ideas o estereotipos sobre cómo tienen que ser las niñas y los niños, esos roles impuestos subliminalmente desde la cuna, «aunque no nos demos cuenta», dice, y para poder enseñarlo, «hay que sacudirse el machismo de encima». Y para muestra, un botón. Porque si algo hizo Magallanes, licenciada en Pedagogía, Máster en Psicología, Educación y Desarrollo y experta en Prevención de Violencia de Género y Tratamiento Psicológico a las Víctimas, fue poner ejemplos que sacaban la risa floja a algunos adultos que asistieron a la charla.
En la pantalla del proyector, las diapositivas intercalan vídeos de Youtube, campañas de publicidad con mujeres dobladas en posturas extrañas y hombres poderosos con trajes impolutos, o estadísticas como que el 71,2 % de las jóvenes españolas han sufrido algún tipo de violencia machista y según el Ministerio del Interior, en España, cada cuatro horas una mujer es violada, el 85% a manos de personas de su entorno. Todo, mientras el 9,3 % de las chicas y el 20 % de los chicos entre 15 y 29 años creen que la violencia machista no existe y es un invento ideológico ¿Cómo llegamos a estas cifras?
«Ante un bebé vestido de rosa, nuestro lenguaje tiende a usar diminutivos y hablar con términos como: mira esta chiquitina, princesita, qué bonita, qué dulce», dice Magallanes mientras se encoge para subrayar la actitud física ante uno de los asistentes de la charla, como si tuviera un bebé así en su regazo. «En cambio», dice irguiéndose de repente, «si el bebé va vestido de azul, la actitud es totalmente distinta», y pone la voz más grave y tira de superlativos: «Mira qué grandote, está bien fuerte, se le ve con carácter, vaya papotes», y el gesto que pone es pecho arriba y hombros atrás.
Magallanes no lo cuenta como su propia experiencia, sino citando el estudio de una psicóloga que hizo el experimento con su propio bebé. Luego crecen, y la publicidad perpetúa el discurso: «Los anuncios de las niñas tienen tonos rosa y las convierten en cuidadoras, madres, limpiadoras», seres dulces de voz melosa, mientras que el imaginario de los niños está plagado de colores agresivos, «la música es de acción y la violencia es parte del juego», de ahí que, según la experta, la imagen que desde niños van asumiendo es que «los niños son valientes y fuertes, y las niñas transmiten pureza y cuidados». Y así, hasta llegar a la adolescencia, donde estas diferencias adquieren tintes más complejos, con desigualdades que afectan a la forma en que las chicas asumen su sexualidad, o la idea del amor romántico alimentada desde la literatura infantil, «la noción de sí mismas como seres que deben ser cuidadas y amadas, frente a ellos, que deben ser valientes, machos alfa que tienen que partirse la cara en una pelea por su amigo: «No, chicos, el machismo tampoco os beneficia a vosotros».
Una de las razones de alimentar esta diferenciación está en el bolsillo: «Al sistema capitalista le interesa explotar la desigualdad porque el 92% del cuidado a las personas dependientes recae en las mujeres. Si el Estado o la Ley de Dependencia tuviera que hacerse cargo de este trabajo, sería inasumible para las arcas públicas», dice en alusión a ese trabajo invisible que recae en ellas con las consecuencias salariales y laborales que conlleva. Por eso, dice tajante: «Hablar de igualdad a los niños o los jóvenes no es adoctrinar, adoctrinar es hacerles tragar desde pequeños anuncios así».
Las mujeres se enfrentan también a la explotación de la belleza como mercado: «¿Cuántos tipos de champús hay para ellas, cuántas cremas antiarrugas, técnicas adelgazantes para ellas siempre?», dice Magallanes sobre esa publicidad que lanza un relato «cosificado» de la mujer. En ese momento en el aula, de los anuncios de muñecas, la experta pasa a los venta de coches con mujeres «posando como un objeto al lado de coches deportivos: coches grandes y caros conducidos siempre por ellos». Cuando acaban los vídeos, clava entonces una imagen fija. El logo de Volvo está en el proyector, y entre risas y algún gesto de sorpresa, a una de las docentes se le escapa: «¡Pero si el símbolo del sexo masculino! No me había dado cuenta». Hasta hoy.
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