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La calle principal del barrio El Puente, en Oruña de Piélagos, parecía este martes una ciénaga. Había restos de lodo por todas partes y los vecinos, aún con la adrenalina alta tras «el susto», se afanaban en las labores de limpieza de sus domicilios. ... En el ambiente se palpaba una mezcla de solidaridad e impotencia. Mientras tanto, en un bloque de 68 pisos, en el barrio de La Ventilla, en Vioño de Piélagos, continuaban veinticuatro horas después sin luz eléctrica. Lo peor, según comentaron tras contactar con la empresa suministradora, «es que va para largo, por lo menos dos semanas». Todos se llevaban las manos a la cabeza por la catástrofe causada por el Pas, que les hizo retroceder casi cuarenta años. «Esta riada ha sido muchísimo más agresiva que la de 1983, y eso que en aquella ocasión murieron cuatro personas», sentenciaron.
La urbanización Los Álamos de Oruña, de 35 dúplex adosados y otros tantos bajos con jardín, daba buena muestra de la capacidad destructora del agua. Los garajes continuaban por la mañana anegados hasta el techo, con varios vehículos dentro, y el agua había alcanzado el interior de algunas de las casas. «El ánimo está por los suelos. A mí lo material me da igual. No me importa. He perdido todos mis recuerdos, ya no tengo ni la foto de mi marido», sollozaba Nieves, mientras le consolaban dos vecinas. Susana Basanta hizo de guía. «Nunca habíamos visto nada igual. Vaya susto. Menos mal que, cuando el agua llegaba a media altura en el garaje, Gregorio Heredia y Miguel Ángel Polidura se echaron a nadar dentro para sacar una pequeña zódiac que tenía José Anillo», relató. «Gracias a este esfuerzo -continúa-, los bebés, los niños pequeños y el resto de residentes pudieron salir de la urbanización hasta la altura del bar La Puentecilla, que repartió bocadillos y bebidas calientes entre todos nosotros».
Fuera, Chuchi Pico, de Fontanería Pico, conectaba una pequeña bomba de achique. «Ya no quedan en toda Cantabria y, ahora, todo el mundo necesita urgentemente una», explicó.
Francisco GómezV | ecino de Vioño de Piélagos
A pocos metros de allí, Conchi Gutiérrez limpiaba a fondo su casa del número once. «Cuando nació mi marido, en 1938, también hubo inundaciones y el agua subió hasta el sexto peldaño de esta escalera. El lunes alcanzó el cuarto», relató. «La riada de 1983 también fue dura, pero no tan agresiva como esta. Menos mal que el Ayuntamiento aprobó hace poco en un Pleno que la limpieza de las alcantarillas de Oruña no era un asunto prioritario...», subrayó Conchi visiblemente enfadada.
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José Carlos Rojo
Ana del Castillo | violeta santiago
La cuadrilla de limpieza municipal trataba de despejar el barro del parque de El Muelle, cerrado al tráfico. No demasiado lejos de allí, en la carretera que va hacia Miengo, Pati Domenech, de La Teatrería de Ábrego, hacía balance del desastre. «No ha quedado nada: ni luces, ni escenografías, ni vestuario...», se lamentó el dramaturgo. «Este pequeño maletín rojo, que me han traído los vecinos de al lado, contiene un micrófono que cuesta 2.000 euros», relató. «A nosotros el agua se nos coló dentro unos centímetros, pero ha tumbado la valla y también nos ha llevado una piragua», comentaron Fernando y Patricia, de la casa contigua.
La situación en Vioño de Piélagos no era mejor. El barrio de la Ventilla ha sido uno de los peor parados. «Es una vergüenza cómo la Confederación Hidrográfica tiene los ríos. Llevan más de treinta años sin limpiarse y, claro, después pasan estas cosas», denunció María Gutiérrez.
Pati Domenech | La Teatrería de Ábrego
Una cuadrilla del Ayuntamiento de Piélagos retiraba barro del exterior de un edificio cuyos garajes, a ras de suelo, también se habían inundado con varios coches dentro. Justo al lado, en el bloque 3A, los vecinos esperaban ansiosos la llegada de las 'chuponas' que les habían prometido. «Hay más de tres metros y medio de agua en la comunidad. De hecho sube del garaje prácticamente hasta el portal», explicó Fernando Martínez. «El cuadro eléctrico y el de comunicaciones están abajo y hasta que evacúen todo el agua no tendremos luz. Nos han dicho que, por lo menos, dos semanas, aunque también podrían instalar un cuadro provisional para darnos luz», rogó. «En el edificio vivimos casi 68 propietarios y no podemos seguir así», añadió Almudena Fernández. «Aquí hay gente mayor, niños, personas dependientes... Quien sea, por favor, pero que alguien haga algo. Es insostenible», pidió Francisco Gómez, vecino del bloque.
El barrio de San Lorenzo también lucía las cicatrices del temporal. Los bomberos del 112 habían conectado varias bombas para achicar el agua de los garajes del edificio del número 6. «Nosotros arriba tenemos luz, pero aquí nadie se hace cargo. Llevo llamando desde ayer (lunes) a los administradores de la comunidad y no he conseguido hablar con ellos. Es una vergüenza», clamaba Ignacio Castañeda, presidente de la comunidad.
El teniente de alcalde, Luis Sañudo, trataba de calmar los ánimos a pie de calle. «Quiero trasladarles que vamos a hacer todo lo posible para ayudar a todos. No les vamos a dejar tirados, pero estamos haciendo un balance de los daños y tratando de intervenir en las zonas más perjudicadas», declaró a este periódico.
La riada también se coló en el campo de fútbol de hierba artificial del Vimenor, que la noche anterior se asemejó a un gigantesco colchón de agua, con el tapete elevándose varios centímetros por encima del suelo.
El barrio de San Vicente y la localidad de Salcedo también sufrieron los efectos de la riada. La imagen que más se repitió fue la de sus vecinos limpiando el barro y el de los tractores con grandes cubas tratando de evacuar el agua acumulada en los garajes comunitarios.
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