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En la mitología griega, Cronos representaba el tiempo limitado, cada vez más escaso, frente a Kairos, el dios del tiempo de calidad, asociado a momentos ... y experiencias. Exigencia ante oportunidad. En el mundo de la arquitectura, este diálogo se plantea de forma habitual. «¿Qué demonios es el tiempo?», se preguntaba Antonio Ortiz, director del encuentro profesional 'Intervenciones sobre edificios existentes' clausurado ayer en la UIMP. «Me molesta llegar a un edificio donde una puerta se abre y cierra automáticamente y ya estamos dentro», expuso como metáfora de la falta de reflexión en torno a los espacios comunes. Precisamente, sobre el origen y los usos de los espacios disertó Ana Botín, presidenta del Banco Santander, propulsor de estas tres jornadas de debate, con visita a sus proyectos incluida.
Botín habló en primer lugar de la nueva sede de la entidad para Cantabria y Asturias, en la calle Hernán Cortés, obra, precisamente, de Cruz y Ortiz, sobre un edificio del año 1900 que primero acogió el Banco Mercantil. «Banesto y Santander pelearon por quedarse con él en la época de muy abuelo», rememoró, y fueron los primeros los que lo lograron por cinco millones de pesetas. «Tuve muchas ocasiones de estar en ese edificio –dijo– y lo vivimos por dentro de forma intensa durante años».
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En 2018 comenzó la renovación y ahora es «un espacio innovador, con un resultado espectacular, más allá de mis expectativas», felicitó a los responsables. El mandato de la entidad fue claro: mantener la esencia del edificio y «hacer que la gente quisiera estar, venir y quedarse». La segunda indicación que recibieron los arquitectos sevillanos fue que la sede del banco fuera un espacio abierto a la comunidad, a la ciudad. «Desde que se ha inaugurado, han pasado más de 4000 personas por el edificio, aprovechado para diferentes eventos», detalló Botín.
Una experiencia
Del proyecto concluido, al proyecto en marcha, Faro Santander, que el miércoles recibió a los participantes en el Encuentro con la presencia de su artífice, David Chipperfield. «Lo que pretendemos es que sea un ícono del banco y un símbolo de su transformación», dijo la presidenta de la compañía bancaria. Para llegar a convertirlo en esa metáfora a la que alude su nombre, han sumado horas de conversación. «No recuerdo un debate más intenso y emocional que el de esta transformación», dijo Ana Patricia Botín. «¿Cómo va a desaparecer el despacho del presidente?», fue una de las preguntas repetidas en el proceso para convertir el antiguo Paseo Pereda en un «centro de cultura, innovación y emprendimiento». Tras un concienzudo análisis una chimenea y varias alfombras quedaron como testimonios del pasado y se ha documentado todo lo que era el interior. «Todos podremos pasear por el edificio de la época de mi abuelo como si estuviéramos en él. Esto es lo que permiten las nuevas tecnologías», expuso.
La presidenta del Santander abordó igualmente la dicotomía sobre el tiempo. «Mi visión es estar en el medio entre el momento presente y lo eterno», indicó. Ante una era «de disrupción total» la entidad «no puede seguir operando como hace 10 años siquiera». «Si no somos capaces de cambiar y mantener la esencia, no estaremos aquí en 50 años –defendió Ana Botín– Eso hemos hecho con el edificio; por fuera será igual, pero por dentro ofrecerá otra experiencia», con la que «crearemos un círculo de culturta muy importante en Santander». Esa experiencia se abrirá al público a comienzos de 2026, albergando la amplísima Colección Banco Santander «que aquí se podrá disfrutar más que en Madrid».
Distintas visiones
La mesa redonda que dio paso a la clausura contó con Román San Emeterio, decano del Colegio de Arquitectos de Cantabria, para quien «el factor tiempo se está incorporando en la práctica diaria». La evolución se plasma, por ejemplo, en el planteamiento de dinámicas en las que demoler un edificio y reutilizar el material resultante para el nuevo proyecto, van unidas. «En unos diez o quince años, la destrucción formará parte de la reconstrucción», indicó. «Es algo revolucionario». Con edificios que se conciben «como lo efímeros que son», signifique eso décadas o siglos, «obliga a una definición muy precisa de los componentes, que se extrapolan además al territorio».
Los aspectos temporales que implican mirar hacia atrás, al pasado y hacia delante, al futuro, «también nos ayudan a descubrir cuáles son las preocupaciones que podemos abordar y cuáles son menos relevantes», así como las que tendrán un efecto más duradero, expuso Kees Kan. «Diferenciamos entre lo específico y lo genérico para entender las cosas que hacen que un proyecto perdure».
Puso como ejemplo el proyecto mostrado en la jornada anterior por Rafael Moneo, con la ampliación de la sede del Banco de España. En 1978 la decisión se apartó por no estar «relacionada con las cuestiones del momento». Más de dos décadas después, resultó una visión estupenda «para resolver la cuestión contemporánea de distintos espacios y su desarrollo».
Y en ese sentido coincidió el propio Moneo: «Lo que hacemos se convierte en algo que va más allá de nosotros, tiene una vida propia, un futuro». Es importante, según el veterano arquitecto, «tenerlo presente a la hora de proyectar», sin olvidar que «la arquitectura está inevitablemente ligada a nuestro tiempo. Hay algo contradictorio en ello».
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Ana del Castillo
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