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El luminoso interior del edificio del Santander, antiguo Mercantil, intervención de los arquitectos Cruz y Ortiz. Alberto Aja
Nueva y vieja arquitectura en busca del equilibrio

Nueva y vieja arquitectura en busca del equilibrio

Arquitectos como Antonio Ortiz, David Chipperfield o Rafael Moneo se dan cita en el encuentro 'Intervención sobre edificios existentes', en la semana de clausura de los Cursos de Verano

Lunes, 2 de septiembre 2024, 02:00

Lo que uno ve, casi de casualidad, pero con la curiosidad despierta, al pasear por una ciudad anodina, una simple escalera, puede encender la bombilla creativa de un arquitecto. «No hay que ver catedrales siempre para encontrar belleza», dice Antonio Ortiz, citando la Mezquita de Córdoba como un edificio donde «uno entiende tantísimas cosas que son ineludibles». Una manera, además, de alejarse de la contemporaneidad.

El sevillano, mitad del estudio Cruz y Ortiz, dirige en la UIMP el encuentro profesional 'Intervenciones sobre edificios existentes', organizado por Banco Santander y que contará con nombres como David Chipperfield y Rafael Moneo, quienes junto al propio Ortiz, han realizado proyectos -unos terminados, otros en ejecución y otros que quedaron en el aire- que redefinen el espacio urbano de la capital cántabra, en un abrazo directo con el arte y la cultura.

AGENDA DEL ENCUENTRO

  • Hoy Inaguración en el edificio de Hernán Cortés, sede de Banco Santander, diseñada por Cruz y Ortiz (19.00 horas), con visita guiada al edificio.

  • Mañana Ponencias de Rafael Moneo, con Ángela García de Paredes (10.00 h), Jordi Garcés (11.05 h), Gabriel Ruiz Cabrero (12.30 h), David Chipperfield (16.30 h) con Elisa Valero y visita al edificio Faro Santander (18.00 h).

  • Miércoles Kees Kan (9.30 h) con Elisa Valero, Antonio Ortiz (10. 45 h) y mesa redonda con Román San Emeterio, Kees Kan y Antonio Ortiz (11.30 h). Clausura a cargo de Ana Botín, Carlos Andradas y Antonio Ortiz (12.30 horas).

De hecho, el encuentro tendrá una inauguración fuera del Palacio de la Magdalena; será esta tarde en la sede de la entidad bancaria de la calle Hernán Cortes, diseñada, justamente, por Cruz y Ortiz.

Hablar de un sello de estilo para Cruz y Ortiz es referirse a la multitud de proyectos que llevan su firma, trazando una ruta alrededor del mundo; desde el Wanda Metropolitano al Museo Nacional de Arte Tradicional Chino de Shangai, de la Estación de Ferrocarril Basel SBB de Suiza a a la ampliación del Museo de Arte Diocesano de Milán o la Escuela de Arquitectura de la Universidad Clemson en Carolina del Sur. «Seguimos siendo un estudio que no trabaja solamente en un nicho, un tipo de proyecto determinado, sino que es capaz de moverse en circunstancias muy distintas». Algo cada día más difícil porque «la especialización también va alcanzando a nuestra profesión, como lo ha hecho antes con otras muchas», señala Ortiz. En el actual momento, de una larga carrera, les satisface ser reconocidos como arquitectos «que han hecho de todo», un principio que, dice, «será difícil que perviva mucho tiempo».

Mirando ese tiempo en la otra dirección, hacia el pasado, considera que el papel del arquitecto está cambiando muchísimo. En España, «sigue siendo una figura globalizadora, que asume todas las responsabilidades» y a su vez tiene que coordinarse con otros profesionales. Hay otros países donde la profesión está más vinculada a las Bellas Artes, centrada en los aspectos plásticos que en los tecnológicos. «En cada país el sistema educativo intenta parecerse lo más posible a la función que el técnico que están formando va a tener que ejercer en la sociedad».

Con una intensa labor de docencia realizada tanto en los países donde el estudio tiene sede (Sevilla, Amsterdam y Lugano además de un estudio asociado en Madrid), como en otros lugares, consideran que aun siendo una experiencia enriquecedora sumar tantas visiones a la propia, también representa «un riesgo muy alto» porque lo primero que uno debe hacer es «entender el terreno que pisa para no cometer errores». Saber qué se espera de uno y ser capaz de darlo.

Los arquitectos Antonio Cruz y Antonio Ortiz. DM

Así, si se produce un fallo en arquitectura, una de las peores consecuencias es «no poder cambiar». No se hacen prototipos con los que ir corrigiendo las sucesivas versiones. «Tenemos que acertar a la primera y cuando no lo hacemos, los errores son graves porque cuestan mucho dinero y duran mucho tiempo».

En esta disciplina se da una paradoja. Por un lado, la arquitectura es una actividad «muy mediatizada» en la que intervienen la política y los promotores. «Los arquitectos no hacemos nada si alguien no decide poner antes una carga importante de dinero; es imposible hacer buena arquitectura si no nos la demandan porque sería una carrera de obstáculos insalvables». Y por otro, cuando se produce uno de esos fallos o bien cuando son premiados, el papel mediático de la arquitectura carece de grises. «Los premios son siempre de agradecer, incluso los que no resultan tan importantes, bienvenidos sean». Ahora bien, «lo que más satisfacción le da a un arquitecto es ver un edificio bien usado, integrado en la ciudad, apreciado por la ciudadanía. Esa es la recompensa mayor». «No hay muchos campos que afecten al bienestar de las personas más de lo que lo hace la arquitectura y el urbanismo», el medio donde la mayor parte de la población se mueve, «lo sufre o lo disfruta».

Cuando un estudio es elegido, se da por sabido que hay una cierta confianza en su trabajo, que se va alimentando después con un feedback constante. «No hay buena arquitectura sin un buen cliente». Alguien que sea capaz de entender lo que uno propone, siempre que sea razonable. Saenz de Oiza decía a sus estudiantes, que le observaban con perplejidad, que las dificultades empezaban en lo particular; que lo general era fácil. «En aquellos años, no entendíamos nada, pero con el tiempo sí», dice el arquitecto sevillano. No es lo mismo hacer un bloque de viviendas, que la vivienda para una familia, razona, una labor que exige casi un análisis psicológico a todos los integrantes de ese núcleo familiar. «Y si uno tiene que hacer su propia casa, es lo más difícil de todo».

El Faro Santander en el Paseo de Pereda, cuyas obras avanzan, es un proyecto de David Chipperfield. Daniel Pedriza

Con el avance del tiempo y las corrientes culturales, la sostenibilidad se ha convertido en un factor muy importante que se está potenciando cada vez más. La arquitectura es una actividad obligada a la síntesis, en la que intervienen factores estructurales, plásticos, económicos, de seguridad... «que requieren un equilibrio entre ellos para evitar hipertrofias. Lo medioambiental es una manera de mirar al entorno mucho más respetuosa que la que hemos tenido y debe integrarse dentro de eso», pero no definirlo per sé.

Como se abordará en el encuentro, lograr un equilibrio entre lo nuevo y lo viejo, lo existente y lo construido, es el reto actual de los profesionales, máxime porque «cada día es más frecuente que en la mesa de los arquitectos haya este tipo de proyectos». Sobre todo en zonas donde hay sectores de la ciudad con valor patrimonial. Insertar algo nuevo es «especialmente complicado». Los edificios cada vez se conservan más, no solo por razones medioambientales, sino también económicas y medioambientales. «No tiene sentido demoler lo que se levantó en los años 70 porque no tenía los estándares de aislamiento actuales», ejemplifica Ortiz. «Habrá que adaptarlo, no empezar en tabla rasa».

A lo largo del tiempo, es la propia sociedad la que va seleccionando aquello que quiere conservar. «Los arquitectos podemos opinar sobre ese tema, pero al final, viene dado el marco por cuestiones patrimoniales y urbanísticas».

El criterio de esa sociedad, de los urbanistas o de quien hace una normativa de protección patrimonial, «siempre tiene que pecar de genérico». Pueden hacer una clasificación de edificios o cubrir amplias zonas de una ciudad. Después el arquitecto, que tiene que trabajar sobre un lugar concreto, se encuentra con ese marco «y con sorpresas». La heterogeneidad y las actuaciones sucesivas enarbolan distintos valores, convirtiéndose en «una especie de palimpsesto o de Frankestein que muestra todas sus cicatrices».

El marco de actuación está formado por documentos como la Carta de Venecia o la anterior, de Atenas, donde se habla de protección patrimonial pero de forma «muy genérica». En la práctica, «cada arquitecto se encuentra con casos concretos y situaciones inesperadas, imposibles de prever desde la generalidad de una normativa».

Las transformaciones de uso son, a su juicio, muy importantes. «Para que un edificio se mantenga no basta con decir que es patrimonial». Hay que buscarle un uso que justifique la inversión necesaria para su renovación, que sea compatible con los elementos físicos que hay que conservar. «Una tarea difícil y compleja» sobre la que debatirán en Santander.

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