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Un veterano dirigente del PSOE de Cantabria, curtido en cien batallas internas, defiende la ‘teoría del anisakis’ para explicar la naturaleza del conflicto instalado en el partido desde hace tantos años. Una vez contaminado el organismo es muy difícil encontrarle tratamiento. Entre una y otra ... crisis se producen periodos de calma, pero la enfermedad latente emerge una y otra vez a la mínima fricción, tiende a hacerse crónica y ni siquiera sirve la cirugía drástica para extirpar el mal.
¿En qué momento se jodió el Perú, Zavalita?, le hace preguntarse Vargas Llosa al protagonista de ‘Conversación en la catedral’, en busca del incierto origen del desastre. También el deterioro interno del PSOE cántabro tiene un inicio brumoso, quizá en las primeras escaramuzas de hace por lo menos tres décadas. El actual secretario general, Pablo Zuloaga, y muchos de los actuales dirigentes eran entonces unos niños, pero han llegado a tiempo de sumarse a la guerra interminable junto a muchos veteranos alistados por temporadas en el oficialismo o en la disidencia. Tránsitos azarosos en uno y otro sentido, desde la crítica al entreguismo al PRC de Revilla por su alto coste electoral hasta el acomodo en el Ejecutivo de coalición cuando llega la oportunidad. Del entramado gubernamental a la intemperie si venían mal dadas. O del Parlamento al olvido. O de sufrir las purgas a pedir cabezas con el furor de los conversos que se incorporan al aparato. También están, naturalmente, los que se enrolan siempre en el grupo virtuoso que está al mando.
Después de cinco años de sosiego, seguramente engañoso, tras el congreso de 2012, el ‘anisakis’ ha reaparecido con todo su vigor en las primarias y el congreso, que no han servido ni para consagrar un liderazgo sólido del grupo ganador de Pablo Zuloaga ni para la convivencia pacífica con la facción derrotada que encabeza la vicepresidenta del Gobierno, Eva Díaz Tezanos.
Desde luego, no era fácil el arreglo cuando al partido le quedan por delante tantas batallas internas, desde la renovación orgánica de las agrupaciones a las primarias preelectorales. Por no hablar de los intereses personales, la pugna entre el instinto de supervivencia de quienes están colocados en la Administración y las expectativas de los que reclaman su turno de ocupar un lugar al sol.
Pablo Zuloaga recorre estas semanas las agrupaciones para fortalecer su autoridad y escuchar a la militancia. Oye de todo, en su ejecutiva y en las distintas sedes: las voces sonoras que reclaman sin más dilaciones expedientes disciplinarios a los rebeldes y las que le aconsejan más discretamente rebajar la alta tensión para frenar el desgaste del partido y del propio secretario general, que hasta ahora ha tenido que dedicar más tiempo a la crisis interna que a reorientar la política socialista.
Al otro lado, Díaz Tezanos acaba de expresar suavemente su confianza en que el partido le respete la autonomía en el relevo de los directores generales de Sodercán y Mare, Salvador Blanco y Rosa Inés García, que ya han renunciado hace días pero siguen en sus despachos a la espera de acontecimientos. El Ejecutivo que preside Revilla no quiere más turbulencias que dañen su estabilidad justamente cuando tiene que afrontar el delicado trance de negociar y aprobar en el Parlamento los Presupuestos de 2018.
No, no es un buen momento para aumentar los decibelios de la confrontación. Las posiciones siguen enconadas, pero en los dos bandos se percibe en los últimos días una cierta tendencia a enfriar el conflicto y su eco mediático. Unos y otros valoran también que todo el PSOE, desde Pedro Sánchez a quienes fueron o siguen siendo sus adversarios, muestra ahora una firme adhesión a la unidad constitucional en el conflicto de Cataluña. Pero habrá que ver si la tregua cuaja en vísperas de que se inicie el ciclo electoral en las agrupaciones. La de Santander, la más numerosa de la región, se celebrará el sábado 18 de noviembre.
La sobredosis de elecciones internas amenaza con hacer estragos en el PSOE porque alienta la crispación y paraliza la acción política de puertas afuera. La fórmula de las primarias ha sido bendecida por lo que supone de avance en la participación democrática de la militancia en la toma de decisiones y en la legitimación de los liderazgos. Y, sin embargo, los socialistas cántabros, y también el PP, ya han comprobado los peligros que entraña, sobre todo si ganadores y derrotados no son capaces de culminar los procesos con generosidad y con renuncia, cualidades tan valiosas como escasas en la política.
No es que a los nuevos partidos, Podemos y Ciudadanos, les vaya mucho mejor en su cohesión interna bajo la batuta directa de las cúpulas nacionales de Pablo Iglesias y Albert Rivera, pero al menos se sabe quién manda. En el PSOE y en el PP funcionan de momento con dos bandos enfrentados y dos líderes, que es como no tener ninguno. O incluso peor.
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