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Javier Cotera
Los años que siguieron al gran día del marqués

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Especial 90 aniversario de Valdecilla ·

El 24 de octubre de 1929 se inauguró la Casa de Salud Valdecilla, bajo el auspicio de Ramón Pelayo de la Torriente. Un proyecto innovador que hoy es emblema y orgullo de Cantabria

Ana Rosa García

Santander

Lunes, 4 de noviembre 2019, 07:17

El día del Marqués. Así encabezaba este periódico el número extraordinario dedicado a la 'Casa de Salud Valdecilla', que publicaba el 24 de octubre de 1929. La fecha en la que se inauguraba el hospital en el que don Ramón Pelayo de la Torriente «tenía puestos sus ojos, con la ilusión y el fervor de quien espera ver realizarse el ideal de su vida», aplicando para ello «medios económicos sin regateo». Aunque precisamente él, que cumplía años en esa fecha, fue el gran ausente por encontrarse enfermo. Se estrenaba «la nueva ciudad de la ciencia, hecha para el dolor y para la esperanza», que –relataban los cronistas de la época– se situaba «en primera fila entre las grandes obras hospitalarias del mundo».

El neuropsiquiatra santanderino Wenceslao López Albo fue quien dirigió la puesta en marcha de aquel rupturista e innovador proyecto que se diseñó para cumplir una cuádruple función: asistencial, docente, investigadora y preventiva. La esencia de la marca Valdecilla. Rodeado de un excepcional plantel de profesionales, nació un hospital adelantado a su época, que a lo largo de los 90 años que ahora cumple «ha sido como un barco que se ha ido enfrentando a mares difíciles, pero que sobrevive siempre», como subrayan veteranos que han remado en él.

Figura clave en la historia de Valdecilla fue Segundo López Vélez, motor de la transformación de la asistencia sanitaria

De lo que vino después de aquel 24 de octubre trata este suplemento conmemorativo, concebido para repasar su recorrido histórico, pero sobre todo para dar voz a los protagonistas que fueron cogiendo el testigo de aquella generación de pioneros insignes –entre los que se encontraban Gregorio Marañón, Río Hortega, Lorenzo de No, Heliodoro Téllez Plasencia, entre otros– y que llevan con orgullo su pertenencia a la gran familia del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla, centro de referencia y principal empresa de Cantabria, en la que trabajan hoy más de 5.200 personas.

De ahí que en estas 36 páginas se haya buscado el reflejo de ese largo viaje de recuerdos y experiencias de quienes han vivido y contribuido a la evolución del hospital. Cada uno en su faceta más personal. Un comentario por cada una de las velas de este cumpleaños y una serie de reportajes sobre los hitos que han marcado la trayectoria de un hospital que goza de la querencia de los cántabros. «Es la casa de todos. Tarde o temprano todos pasamos por ella, como paciente o como acompañante. Tenemos que cuidarlo porque es algo muy nuestro, de todos». Es una de las reflexiones más repetidas entre la selección de profesionales consultados para la elaboración de este especial, que suscriben los cántabros con una confianza incondicional. «Ante la duda, siempre a Valdecilla», emblema y uno de los mejores patrimonios de la región. Un entorno donde se entremezclan temores, alegrías, dolor, esperanza, pérdida y curación. Donde se investiga, se aprende, se enseña, se trata, se nace y se muere. Su cartera de servicios abarca todo el abanico de especialidades médicas. Más de 13.000 personas se mueven a diario por el hospital, convertido en una miniciudad de grandes cifras, que cuesta un millón de euros al día.Su presupuesto para este año fue de 378 millones, el 44% del montante que maneja la Consejería de Sanidad.

En la travesía por estos 90 años ha encontrado múltiples avatares, aunque sin perder su innato espíritu innovador. Y siempre buscando la excelencia. La necesidad de contar con un nuevo hospital en Santander que sustituyera al de San Rafael –actual sede del Parlamento de Cantabria– empezó a fraguarse tras la tragedia del 'Cabo Machichaco', en 1893, que causó 590 muertos y más de 2.000 heridos. El indiano Ramón Pelayo de la Torriente, que había amasado su fortuna con la producción de azúcar en Cuba y había volcado su generosidad primero en las escuelas, se interesó por la idea y encargó el proyecto a su arquitecto de cabecera, Gonzalo Bringas, que diseñó una estructura horizontal de pabellones unidos entre sí.

Momentos clave

En las primeras décadas de la Casa de Salud Valdecilla hubo hitos destacados, como la creación del Instituto Médico de Postgraduados –precedente directo del sistema MIR actual–, la Escuela de Enfermería y la Biblioteca de la Marquesa de Pelayo, así como la puesta en marcha de los laboratorios de investigación experimental. Tras la Guerra Civil y durante los difíciles años de la postguerra, aunque supo mantener una parte esencial de su espíritu fundacional, el hospital se adentró en una etapa de decaimiento, entre otras cosas por la falta de financiación. No fue hasta los años 60, pasada la época más dura del franquismo, cuando la sociedad española inició su modernización. Y en ese contexto llegó otro de los momentos cruciales de este recorrido por la hemeroteca: la apertura de la Residencia Cantabria de la Seguridad Social (1969), que después fue la maternidad de los cántabros durante casi medio siglo. Aquel centro impulsado por el Instituto Nacional de Previsión trajo equipamientos nuevos y potentes servicios médicos. Fue al año siguiente cuando la Diputación Provincial de Santander tomó la decisión de modernizar Valdecilla. Fueron demolidos los pabellones que ocupaban la parte anterior del recinto hospitalario y en aquel solar se levantó un nuevo bloque médico-quirúrgico, al que se bautizó como Hospital General, inaugurado en el año 1973 por los aún príncipes de España, don Juan Carlos y doña Sofía. En aquella nueva planificación hay que resaltar otra de las grandes figuras de la historia de Valdecilla: el doctor Segundo López Vélez, auténtico motor de la transformación de la asistencia sanitaria pública de Santander.Fue él quien presentó la iniciativa de una reestructuración de la Casa de Salud, que atravesaba una situación ruinosa, y su fusión con la Residencia Cantabria –previo acuerdo entre el Instituto Nacional de Previsión y la Diputación de Santander–, lo que dio pie a la creación, en 1974, de un Centro Especial, inicialmente llamado Centro Médico Nacional 'Marqués de Valdecilla'. Sobre esa base se construyó el actual hospital que, por su calidad, llegó a situarse entre los doce mejores de España. No en vano, incluía todas las especialidades médico-quirúrgicas entonces reconocidas.

Valdecilla lleva el apellido de Universitario desde 1990, cuando se aprobó el Concierto entre la Universidad de Cantabria, cuyo rector era entonces José María de Ureña Francés, y el Instituto Nacional de Salud (Insalud), dirigido por el cardiólogo santanderino Jesús Gutiérrez Morlote.

El eterno capítulo de obras

Las obras, que han supuesto un eterno capítulo en la historia más reciente del hospital, ya habían protagonizado episodios anteriores.A principios de los años 80 se aprobó el proyecto de reforma y renovación de los pabellones. Con las nuevas instalaciones terminadas se decidió convertir la Residencia Cantabria en hospital materno-infantil, aunque las circunstancias acaecidas el 2 de noviembre de 1999 obligaron a cambiar de planes. Aquella mañana, la fachada del edificio de Traumatología se vino abajo, resquebrajando el buque insignia de la sanidad cántabra y causando una gran conmoción en la región y fuera de ella. Bajo las veinte toneladas de escombro perdieron la vida cuatro trabajadores y cerca de una veintena de personas resultaron heridas. Dos décadas después –cumplidas ayer mismo–, aquella herida aún duele. La prueba es que las imágenes de aquella jornada de caos, miedo, incertidumbre, lágrimas y solidaridad con mayúsculas se reviven en buena parte de los recuerdos recabados en estas páginas.

El accidente no sólo obligó a buscar soluciones de urgencia para reubicar a los más de 350 pacientes desalojados esa mañana de lluvia y luto, sino también a reorganizar todos los servicios afectados por el derrumbe (por ejemplo, fue entonces cuando Ortopedia se separó de Traumatología y se derivó al Hospital de Liencres) y a replantear el futuro del centro. Los técnicos determinaron que no bastaba con hacer reformas, sino que había que derribar y reconstruir.Sobre cuál era el mejor emplazamiento para levantar el nuevo Valdecilla también hubo debate para rato. Ganó la opción de reconstruirlo en el mismo sitio, punto estratégico de la ciudad, aunque los detractores de aquella idea consideraron que fue una oportunidad perdida, al entender que hubiera sido más rentable edificar el complejo en otra ubicación (la finca de La Remonta estaba entre las candidatas a albergarlo).

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Antes de que el dolor inundara la 'casa', entre cascotes y muerte, ya se hablaba de un plan director, pero los presupuestos tantas veces prometidos desde Madrid –aún no estaban transferidas las competencias de Sanidad a las comunidades autónomas– no llegaron a tiempo para evitar el suceso más trágico de la historia de Valdecilla. Y de hecho, el compromiso del Estado de asumir la financiación de la reconstrucción del hospital fue la condición que puso sobre la mesa el entonces presidente de Cantabria, José Joaquín Martínez Sieso, para aceptar las transferencias, en 2002. Fue la última autonomía que firmó, y no lo hizo hasta asegurarse el 'sí' del Ministerio de Hacienda de Cristóbal Montoro a su reivindicación. Sin embargo, a fecha de hoy el Estado adeuda aún gran parte del desembolso asumido por Cantabria para terminar la construcción del hospital al darse por concluido, a partir de 2007, el convenio suscrito, que contemplaba 206 millones de euros. Y la región tuvo que poner de su bolsillo la cuantía adicional para terminar el centro. «121 millones de euros nos debe el Estado, están comprometidos y firmados ya», recordó el presidente del Gobierno cántabro, Miguel Ángel Revilla, el mismo día del 90 cumpleaños de Valdecilla.

Pero ni siquiera adelantando el montante de sus presupuestos autonómicos se logró evitar que el hospital acabara inmerso en un periodo de ralentización por diferencias entre empresas adjudicatarias y Administración. Más de 15 años tuvieron que convivir los profesionales de la 'gran familia Valdecilla' con las incomodidades de las obras, mientras al hospital le costaba escapar del el ojo del huracán político.

La necesidad de contar con un hospital que sustituyera al de San Rafael se empezó a fraguar tras la tragedia del 'Cabo Machichaco'

Después de dos legislaturas bipartidas (PRC-PSOE), el PP volvió al Gobierno de Cantabria en 2011 –de la mano de Ignacio Diego– y, con él, las decisiones (no exentas de polémica) que abrieron camino a la culminación del nuevo complejo hospitalario. La primera, la rescisión del contrato con la UTE constructora (FCC, OHL y Ascán) para convocar un nuevo concurso y acabar con la situación de parálisis. La infraestructura estaba atascada en un esqueleto de ladrillo. Aquella fue la primera parte de la solución, la segunda fue la controvertida fórmula que eligió para concluir el edificio, con rechazo por parte de la oposición y los sindicatos, que trataron de frenarla sin éxito con recursos judiciales. El PP recurrió al diálogo competitivo para establecer un modelo de colaboración público-privada que permitiera acabar el proyecto. Smart Hospital Cantabria (SHC), formada por Ferrovial y la cántabra SIEC, fue la única empresa que presentó finalmente una oferta formal, lo que permitió retomar en enero de 2014 todas las obras pendientes. El contrato englobaba el fin de la construcción del nuevo Valdecilla y su equipamiento (presupuestado en 101 millones), pero también la gestión de los doce servicios no clínicos durante un periodo de 20 años, lo que elevaba la cifra hasta los 882 millones.

En menos de año y medio y con la participación de 1.300 operarios, SHC cumplió con lo firmado y entregó las Tres Torres del nuevo Valdecilla (Fase III) finalizadas, al tiempo que ponía en marcha los nuevos servicios asumidos. Miguel Prieto, que era el gerente de la adjudicataria entonces, reconoce que «ha sido mi mayor reto profesional. Sólo con el compromiso de un magnífico equipo se pudo cumplir el objetivo». Al frente de la coordinación de las obras, que avanzaban a pasos agigantados ajenas al ruido político, estaba el actual gerente de SHC, Alfonso Delgado. «Como cántabro me emocionó terminar las obras de nuestro gran hospital y ver cómo se abrazaba el personal el día de la apertura», subraya. Aquel día se removieron los dolorosos recuerdos de noviembre de 1999. No hubo celebración ninguna. Razones ideológicas negaron a Valdecilla la inauguración que merecía. La construcción se había acabado apenas un mes antes de las elecciones autonómicas que devolvieron el Gobierno al PRC-PSOE. Y la Consejería de Sanidad, con la socialista María Luisa Real al frente, demostró su rechazo al macrocontrato de colaboración público-privada tratando que la llegada de los primeros pacientes al nuevo complejo hospitalario transcurriera como un día más. Aunque de puertas para adentro hubo emoción, alegría y la sensación de que, por fin, el hospital cerraba una herida. Aquel día dio comienzo un minucioso macrotraslado de servicios, que se prolongó varios meses. La reorganización supuso el retorno de Ortopedia de Liencres (allí se derivó Oftalmología) y el cierre definitivo de la Residencia Cantabria, en mayo de 2018.

Pese a las marejadas de su nonagenaria travesía, el buque Valdecilla puede presumir de ser un referente de innovación dentro de la sanidad española, manteniendo una estrecha vinculación con la formación de profesionales sanitarios de alta cualificación –el Hospital Virtual es ahí pieza clave– y con la investigación médica y el desarrollo de nuevas técnicas al servicio de la salud –mérito del Idival–, tal y como fue el deseo del emprendedor Marqués, el gran benefactor y fundador.

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