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La biografía política de Ruth Beitia Vila (Santander, 1 de abril de 1979) se empezó a escribir en la chistera de Ignacio Diego. Fue una «apuesta personal» del expresidente y a ella le han sobrado oportunidades para demostrarle su lealtad. Hasta el punto de que ... hace no mucho, la exatleta estaba más fuera que dentro del Partido Popular, precisamente por no cambiarse de bando. Pero ese es casi el último capítulo de un relato que arrancó en el décimo congreso regional de la formación. Octubre de 2008. Diego incluyó su nombre entre las novedades de su ejecutiva (otro de los nuevos fue Juan Corro, que también ha estado entre los seleccionables para ser candidato). Habían forjado amistad en El Astillero. Ella vivía allí y él era alcalde y toda una campeona es una vecina ilustre en cualquier barrio. «No aspiro a nada más que a aportar mi granito de arena». Primeras palabras. Beitia no pudo decirlas en el congreso el día que anunciaron su llegada porque estaba en el extranjero. Compitiendo. Política y salto de altura fueron de la mano en los primeros años.
Que Diego iba en serio con su apuesta quedó claro cuando le tocó diseñar listas. Beitia, número nueve. Abril de 2011. «La lista está concebida para conseguir un récord y nadie mejor para ello que Ruth Beitia» (los juegos de palabras facilones con su condición de atleta -el 'salto a la política', la 'política de altura', el 'récord'...- han sido un sambenito permanente que no le gusta, pero que no le queda más remedio que soportar). Y así, con elecciones de por medio, se convirtió, con treinta años, en la diputada más joven de la VIII Legislatura. Antes de sus primeras palabras en el Parlamento decía que arrancaba «con muchas ganas» y que ella estaría -suena a premonición- a «lo que digan los dirigentes de mi partido».
Ocupó, en esos años, el cargo de secretaria primera de la Mesa del Parlamento. «Ahora, mis libros de cabecera son el Estatuto y la Constitución». Y salió, por ejemplo, a defender a Diego con uñas y dientes cuando le dieron fuerte y flojo por arrancar unos carteles en el hospital de Sierrallana (escribió una tribuna en este periódico sobre ello). Beitia, en el hemiciclo, ha hablado sobre todo de deporte. También de lucha contra la pobreza, del Sáhara... Forma parte (o ha formado), por ejemplo, de la Comisión de Obras Públicas y Vivienda o de la de Universidades e Investigación, Medio Ambiente y Política Social. Porque estuvo en la anterior legislatura y repitió en esta, aunque esta vez en los asientos que ocupa el primer partido de la oposición. Desde ese escaño recibió la felicitación de la Cámara por su medalla de oro olímpica en 2016 y en él se centró tras anunciar su retirada del deporte con 38 años y un reconocimiento unánime de su éxito mundial como atleta.
Todo eso está más reciente y enlaza con lo de la lealtad a Diego en la lucha de bandos en la que se enfrascó el Partido Popular en Cantabria tras el último congreso, en el que María José Sáenz de Buruaga fue elegida como presidenta. Beitia, en esto, nunca ha escrito -ni hablado- con medias tintas. Diego era su candidato y se mantuvo a su lado tras la derrota a la hora de valorar las polémicas en el proceso de elección. Su postura quedó clara al ser una de las diputadas del Grupo Popular a la que la comisión nacional de Derechos y Garantías del partido abrió expediente por oponerse al nombramiento de Buruaga como portavoz, aunque ese procedimiento quedara después en el cajón para que la herida no siguiera chorreando.
Es justo ahí cuando estaba más fuera que dentro. «Seguiré como mínimo hasta que termine la legislatura», dijo en plena crisis (agosto de 2017). «Luego ya no depende de mí». El peor momento, el alambre del futuro político. Hasta que Pablo Casado le aseguró el suelo bajo sus pies incluyéndola en la Ejecutiva nacional de los populares. Del papel de díscola en casa al de alto cargo en Madrid. Y eso la hizo intocable. Tanto que ahora suenan como las campanas de la catedral dos de las frases que pronunció en septiembre para una entrevista con este periódico. «Llego a la Ejecutiva del PP a sumar y al que le moleste tiene un problema, ya somos mayorcitos» y -sobre todo- «no tengo una opinión certera sobre si María José Sáenz de Buruaga debe ser la candidata a la Presidencia, hay que confiar en el partido a nivel nacional». Toma ya.
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