![El avistamiento de Pontejos](https://s2.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/202106/19/media/cortadas/avistamiento-ksAC-U140767616435ZAB-1248x770@Diario%20Montanes.jpg)
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Pontejos (Cantabria). Día de Reyes de 1969. 20.45 horas. Meren Merino trabaja en su pequeño negocio, un casi improvisado bar-restaurante junto a la entrada a la isla de Pedrosa. Como los dos establecimientos anexos, vive del personal, visitas y pacientes del sanatorio ... homónimo, que reúne en aquella época a más de 600 personas. Ajetreada en su trabajo en la cocina, no repara en el haz de luz naranja que entra por una de las ventanas traseras, orientadas a un descampado frente a la fachada principal del sanatorio y casi al borde del mar.
Aproximadamente un cuarto de hora después su hija, Felicidad Fernández, entra en la cocina alarmada por el resplandor. Más atenta que su madre al fenómeno, se asoma y comprueba que la luz se ha convertido en un rectángulo luminoso en cuyo interior se distingue una silueta. El extraño paralelogramo permanece estático, flotando a unos tres metros sobre el suelo y a unos 30 de distancia. Sin embargo, Meren sigue más atenta a los fogones, de modo que Felicidad opta por llamar a Paquita, una amiga que andaba por allí.
Las palabras de Paquita, que aparece con su hijo, alertan al fin a la dueña, que decide prestar atención a la rareza. Es entonces cuando las tres mujeres observan cómo un humaniode se mueve mecánicamente de lado a lado del extraño rectángulo hasta que de pronto se le une una segunda presencia aparecida por la derecha. Después se incorporan de la nada otras tres, hasta sumar cinco figuras. Todas ellas muy altas y espigadas, con los brazos pegados a su rígido cuerpo, pelo castaño y corto y vestidas con un ceñido mono negro.
Asustadas, abren la ventana y avisan a gritos a Antonio, camarero del local, que decide saltar el muro que separa la casa de la campa para ver qué ocurre. Pero justo cuando va a trepar la tapia, como alertadas por su presencia, las cinco figuras se funden en una en el centro del rectángulo luminoso, que se comprime hasta desaparecer con un pequeño destello luminoso, como un televisor antiguo al apagarse.
En ese momento se hace visible otro objeto, este circular, de mayor tamaño y de un color entre plateado y grisáceo, en el que no habían reparado hasta entonces. Tiene un tamaño suficiente como para poder albergar en su interior el extraño habitáculo luminoso, de pronto se eleva y tras emitir un nuevo resplandor se pone en marcha a gran velocidad en dirección sur, dejando tras de sí una estela luminosa.
Así terminaba el avistamiento ovni de Pontejos, casi un fenómeno mainstream en su época. A lo largo de los años ningún testigo cambió su versión, y casi medio siglo después Felicidad insistía en la veracidad de sus palabras y en su descripción de un fenómeno para el que nunca supo encontrar explicación, sin aceptar tampoco las que se han ofrecido para descartar la hipótesis del avistamiento. Una Felicidad que, por cierto, terminó casada con Manuel Pedrajo, autor del primer libro sobre ovnis publicado en España que acudió a la zona atraído por el fenómeno.
El suceso, que tuvo una gran repercusión reflejo mediática, no dejó sin embargo rastro ni huellas. Tampoco existen más testigos más allá de esos cinco. Una cifra más que respetable, pero que pierde valor al coincidir en el mismo lugar y conocerse entre sí, sin que se encontrara ningún testimonio más. Vicente Juan Ballester Olmos habla en su 'Enciclopedia de los encuentros cercanos con ovnis' de un pescador que habría visto una silueta procedente de la misma zona sobrevolar su barca, pero no ofrece más datos sobre el supuesto sexto testigo.
Para explicar el fenómeno se ha apelado a una confusión lunar, a la sugestión colectiva y a un posible banco de niebla que reflejara las propias figuras de los testigos, sin que ninguna de ellas se haya aceptado ni rechazado. El caso es que aquel capítulo, vox populi en un pequeño pueblo como Pontejos, con un poder magnético para las leyendas urbanas, los avistamientos y la parapsicología, abrió una época de innumerables presuntos contactos ovni.
Las descripciones ofrecidas por los testigos recuerdan a un libro publicado un año antes por John G. Fuller, 'El viaje interrumpido', una de las primeras obras editadas que habla claramente de abducciones; concretamente la de un matrimonio estadounidense. La diferencia, que todo Pontejos ha oído hablar de aquel capítulo e incluso conoció a Felicidad, y que la casuca en la que tenía su negocio, aun en pie aunque ya deshabitada, se levanta aún a la derecha del acceso a la isla de Pedrosa. Vigilante todavía y siempre; celosa guardiana de aquel acontecimiento.
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