![Baja la presión sobre las residencias, pero permanece el «miedo» a nuevos repuntes](https://s2.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/202101/07/media/cortadas/61246773-kk6C--1248x732@Diario%20Montanes.jpg)
![Baja la presión sobre las residencias, pero permanece el «miedo» a nuevos repuntes](https://s2.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/202101/07/media/cortadas/61246773-kk6C--1248x732@Diario%20Montanes.jpg)
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La preocupación sigue ahí. Tan presente que no deja tiempo para el descanso. Una intranquilidad que no se irá hasta que el covid-19 se convierta en un capítulo del pasado, algo así como un mal recuerdo. Pero, mientras las cifras de positivos sigan al ... alza, las residencias de mayores de Cantabria no dejarán de mirar de reojo y de analizar cada «rendija» por la que el bicho puede colarse y entrar en sus centros, en los que ha atacado con más «virulencia» desde que empezara la pandemia en marzo. Durante la primera ola, en Cantabria se registraron 130 muertes en estos centros. Y de la suma total de 403 fallecimientos atribuidos al covid en la comunidad autónoma, 240 se han producido entre los usuarios de residencias de mayores. Es decir, más del 58%.
El enemigo de esta batalla que empezó hace diez meses es invisible. Los profesionales saben que está, pero no dónde. Por eso esperan que la llegada de la vacuna sirva para reducir el riesgo en estos centros que hace apenas un mes -el 7 de diciembre- registraban 287 casos activos sólo entre sus residentes, según los datos que actualiza cada día en su página web el Instituto Cántabro de Servicios Sociales (Icass). En cuestión de semanas esa cifra ha descendido hasta los 31 usuarios contagiados actualmente. Unos números que permiten decir que «estamos bien» y hablar de una situación, por ahora, «buena y controlada», aunque siempre esté presente el miedo a que «haya un repunte cuando pasen las fiestas», reconoce Julio Soto, director de Políticas Sociales del Ejecutivo regional.
Por eso bajar la guardia no es una opción. Pero tampoco ser más estrictos. Los positivos no vienen aparejados de medidas diferentes a las que se aplican en las residencias porque la precaución es tal que «no se puede hacer más» ni implementar otros protocolos de los que ya se siguen, opina Gema de la Concha, gerente de la residencia San Cándido, de Santander.
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De momento no hay cambios en el plan de actuación, pero sí aprendizaje. Mucho. Conforme avanza la situación sanitaria, en los centros de mayores aprenden a ir día a día. «Cada uno que pasa sin novedades es una batalla ganada al covid», resume Juan José Lázaro, director de la residencia de mayores San Francisco I, en Reinosa, una de las más golpeadas por la enfermedad durante esta segunda ola. La irrupción del virus allí fue como un «estallido». A pesar de las medidas y los protocolos de seguridad, en un peinado aleatorio saltaron los primeros positivos, que se descontrolaron en pocos días. El uno de diciembre los casos activos entre usuarios eran cuarenta y quince días después, ya sumaban 78.
El objetivo siempre es «intentar estar preparado». Porque esa parece la única manera de mantener a raya al virus. Incluso, «adoptas medidas porque aprendes de experiencias ajenas». De lo que han vivido en otras residencias. Pero a veces el esfuerzo no es suficiente. Cuando el covid consiguió cruzar la puerta del centro de Reinosa, el primer pensamiento que surgió entre los profesionales fue el de «culpabilizarnos y pensar que algo habíamos hecho mal», admite el director.
31son los casos activos entre usuarios hay actualmente en las residencias, según los datos del Icass
Por eso repasaron todos los procedimientos. Y revisaron los detalles de los protocolos de seguridad, «uno a uno», para comprobar dónde podía haber estado el fallo, el hueco, ese recoveco que el virus no perdonó y que se llevó la vida de 17 residentes. Todo hasta darse cuenta de que, cuando comenzaron los contagios, hacían «lo mismo que antes de que entrara», comenta Lázaro. Los procedimientos son los mismos. Lo que sí han hecho ha sido adaptar ciertas medidas como reducir los grupos burbuja más aún o eliminar el comedor y pasar a que cada uno coma en su habitación.
En el centro todavía hay diez casos activos. Por eso, mientras el «foco» continúe encendido, «seguimos preocupados», aunque no tanto como hace unos días. A nivel profesional las navidades han sido «especialmente difíciles», reconoce el director. «Convivir con el covid ha sido duro». ¿Tiene miedo a que se produzca otro brote? «Sí, porque este no lo hemos visto venir», añade. Y eso, claro, ha generado una enorme «incertidumbre». Permanente. Significa que «mañana puede volver a pasar».
A pesar de los contagios, incorporar medidas a las que ya están en vigor o añadir más pautas de seguridad a los protocolos no es una idea que esté sobre la mesa. Las que hay actualmente son «las que hacen falta», recalca Gema de la Concha, presidenta de Lares y gerente de la residencia San Cándido, en Santander, donde el 13 de diciembre había 63 positivos entre los usuarios que a día de hoy se han reducido a dos. Ha quedado demostrado que, incluso extremando las precauciones, el virus «se escapa» y encuentra una «rendija» para colarse y eso es algo que «no lo puedes prever». «A mí no se me ocurren más medidas», explica la directora.
240es el número de personas fallecidas en las residencias de mayores registrado desde marzo
En las residencias, el virus se expande rápidamente porque dentro hay interacción social aunque durante la pandemia se hayan establecido grupos limitados, marcado las distancias y cambiado rutinas según el tamaño y la situación de los centros. Por eso, la única alternativa «contundente» que podría servir para mantener a raya al covid sería un confinamiento, «que cada uno esté en su habitación y no haya ni un contacto social», resume la directora para añadir al momento que esa medida «no puede hacerse». No es viable.
La sensación es de que «te acabas contagiando» a pesar de cumplir a rajatabla las medidas y eso ha instalado de forma «permanente» la incertidumbre en los centros donde los positivos escalan a la par que lo hacen «en la sociedad» y conforme avanza la crisis sanitaria porque «no somos una burbuja», compara De la Concha. No son un ente aparte. Por eso su mensaje es claro y el mismo que han repetido durante estos meses: concienciarse del riesgo y extremar las precauciones. «Si queremos salvaguardar a las personas que queremos tenemos que ser muy cautos». Pero mientras en la calle haya cierta relajación o continúen las irresponsabilidades, la situación no mejorará.
Ahora, recién estrenado el 2021, las miradas están puestas en la campaña de vacunación contra el covid que arrancó en Cantabria el pasado domingo 27 de diciembre en el Centro de Atención a la Dependencia (CAD) de Cueto con las primeras 39 dosis. Referirse a los viales enviados por Pfizer como la luz al final del túnel se ha convertido ya en un tópico, pero define a la perfección el sentimiento que comparten quienes llevan batallando directamente contra la enfermedad desde el inicio de la crisis sanitaria.
Aunque la campaña arrancó despacio -en la primera semana apenas se inyectó el 5% de las dosis que recibió la región en la primera entrega- parece que el ritmo aumenta. Tras convertirse en la comunidad autónoma que menos vacunas había inoculado, Sanidad anunció el martes que todos los usuarios de residencias de la región estarán vacunados en la semana del 25 de enero. Y eso -si se cumple- anima a ser algo más optimista. «A ver si conseguimos proteger pronto a la población más vulnerable y las cifras bajan», comenta Julio Soto, director general de Políticas Sociales. A 5 de enero, el centro covid ubicado en Suances «está medio vacío». «Y confío en que, con las vacunas, se proteja y los contagios pasen a ser un tema menor, menos alarmante», añade Soto. Al menos esa es la esperanza y la «expectativa» que manejan en la Consejería.
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