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mirari artime
Lunes, 19 de octubre 2020, 07:07
Una investigación sobre los pescados del Cantábrico más consumidos revela el alcance de la nueva contaminación que sufre el mar. Bocartes, sardinas o salmonetes, algunas de las especies más demandadas en los hogares cántabros, están llenas de microplásticos. Así lo confirma un estudio ... coliderado por los investigadores de los centros oceanográficos de Santander y de Vigo, Izaskun Preciado y Jesús Gago, respectivamente, publicado en la revista 'Marine Pollution Bulletin'. Estas tres especies, junto a una cuarta conocida como dragoncillo –un pez sin interés culinario que habita el lecho marino–, han sido detalladamente analizadas para conocer la incidencia en su organismo de las pequeñas partículas de plástico. El resultado ha revelado que el 78% de los ejemplares tenía fragmentos de estos residuos en sus estómagos.
Bocartes y sardinas registran el porcentaje más alto, el 87%. En el caso de los salmonetes, descendió al 60%. Los científicos aislaron 100 microplásticos: 25 en bocartes, 23 en sardinas, 14 en salmonetess y 38 en dragoncillos. La elección de los tipos de pescado no fue en absoluto casual. «Optamos por dos pelágicas, que están más cerca de la superficie, como son el bocarte y la sardina, mientras que las otras dos –los salmonetes y los dragoncillos– se nutren de pequeños organismos del fondo marino», detalla la doctora en Biología Izaskun Preciado, experta en la materia tras multitud de campañas en buques oceanográficos.
Tras diseccionar el contenido estomacal de 787 peces, los resultados mostraron que las variables relacionadas con la dieta y las conexiones tróficas no son tan relevantes como se pensaba inicialmente. «Una explicación puede ser el alto nivel de microplásticos existente tanto en la columna de agua como en el fondo marino, es decir, que esos materiales están por todas partes en el mar», recalca Preciado, quien confiesa que los resultados han reafirmado sus «peores temores».
De hecho, una vez analizados, comprobaron que los desechos eran de dos tipos. Mientras un 88% se correspondía con fibras, el resto se componía de fragmentos. «En los bocartes y en las sardinas, los plásticos encontrados eran sobre todo transparentes y, en salmonetes y dragoncillos, de color azul», detalla.
Los investigadores destacan también que el polietileno y el polipropileno fueron los polímeros más abundantes en el tracto digestivo de los ejemplares, «tal y como era de esperar debido a que son dos de los más utilizados en todo el mundo, principalmente como material de embalaje».
El examen constata además un aumento significativo en el número de restos a medida que se incrementa la longitud de los ejemplares. Cuanto más grandes, más microplásticos. «La talla de los individuos y su condición corporal son variables significativas que explican los cambios en la cantidad y tamaño de los restos de plásticos ingeridos», indica el estudio.
Una de las cuestiones sin determinar es el impacto que este tipo de contaminación puede tener en el ser humano. «Hay que tener presente que a la hora de consumirlos, extraemos el estómago, por lo tanto no lo ingerimos directamente», indica Preciado. «Ahora bien, también hay que indicar que aún queda mucho por saber e investigar al respecto», añade al respecto. «Lo que sí está más que demostrado es que los plásticos, una de las vías por las que se contaminan los mares, se concentran en los entornos de algunas grandes urbes como Bilbao, Avilés o La Coruña», apunta la bióloga.
Al ritmo de consumo actual, los expertos calculan que de aquí a diez años los mares y océanos de nuestro planeta contendrán una tonelada de plástico por cada tres de peces y, en 2050, el peso de este tipo de residuos será superior al de todos los pescados del planeta.
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