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Sanidad lo repite por activa y por pasiva: «El ocio nocturno está detrás del origen de esta nueva oleada de contagios», insiste cada ... vez que se le pregunta el director general de Salud Pública, Reinhard Wallmann. «Ahí es donde se celebran fiestas que se convierten en caldo de cultivo para los contagios. Pudimos cuantificar hace días unos cuantos eventos superdiseminadores que desencadenaron la situación en que nos encontramos hoy», lamenta el experto. Otros epidemiólogos a nivel nacional y también regional añaden a este cóctel perfecto para la propagación del patógeno la relajación en el uso de las mascarillas y la mayor afluencia turística que experimenta Cantabria desde hace semanas. Todo, en definitiva, la ha catapultado a la cabeza de España –sólo por detrás de Cataluña– en la cifra de nuevos positivos diarios.
Para entender las razones de Sanidad hay que retrotraerse al pasado 19 de mayo, cuando después de muchos intentos, los hosteleros cántabros lograron que los jueces les dieran la razón. El TSJC (Tribunal Superior de Justicia de Cantabria) asestó un duro golpe al Gobierno y eliminó las restricciones sobre el horario que pesaban sobre la hostelería cántabra.
En aquel entonces, la reacción de Sanidad no tardó en llegar. «Es desafortunado». «Lo que no puede ser es que Cantabria no tenga ningún límite horario en el cierre de la hostelería. Es la única comunidad autónoma en este momento en España que no tiene ningún límite para el cierre de la hostelería», afirmó el consejero de Sanidad, Miguel Rodríguez.
El TSJC detectó entonces «falta de necesidad y proporción» del horario de cierre, ya que existen medidas «menos lesivas para alcanzar el nivel de protección o disminuir el riesgo de contagios perseguido». Entendió la Sala que, mientras que la resolución habla del fin del estado de alarma y de la intensificación del proceso de vacunación «como los dos hechos más relevantes» que inciden en la propia disposición, con la limitación horaria impugnada «se corre el peligro de potenciar reuniones sociales en el resto de lugares a partir de esa específica y selectiva limitación horaria, sin control de burbujas de convivencia ni otras medidas sanitarias más allá de la propia concienciación del individuo». Por ello, acordó que «su eficacia de cara a los intereses públicos protegidos disminuye notablemente».
Reinhard Wallmann - Director General de Salud Pública
Miguel Rodríguez - Consejero de Sanidad
Henar Rebollo - Medicina Preventiva de Valdecilla
Esas fechas coincidieron con varias festividades y con las celebraciones de fin de curso y de las pruebas de acceso a la Universidad (EBAU). Miles de jóvenes se reunieron en locales, y también fuera de ellos, para beber alcohol en la calle, sin cuidarse del virus, y se desencadenó, según Sanidad, lo que con el paso de los días se ha denominado la 'ola joven'. El resto de esta historia es el relato de una escalada imparable del virus que ha saltado las alarmas.
El 6 de julio, El Diario Montañés anunció que los contagios crecían sin freno hasta saturar la Atención Primaria, con 7.200 aislamientos. El pico de nuevos positivos diarios estaba entonces en 204. Aquello ya era un mal augurio, porque era lunes, y siempre en el inicio de semana los balances adelgazaban por el menor número de test.
El desenfreno comenzó en los municipios más turísticos. En Castro Urdiales, la noche del 2 de julio, coincidiendo con la celebración del Coso Blanco, cientos de jóvenes inundaron las calles con la litrona en la mano. En Noja, la Policía Local tuvo que desistir en su intento de multar a los protagonistas de una fiesta multitudinaria al aire libre a finales de junio, cuando la agresión a los agentes derivó en actos vandálicos. Incluso algún local avezado se lanzó a organizar botellones de manera 'legal' en interiores. La iniciativa de la discoteca Kudeta, en Santander, que permitió a sus clientes acceder con bebida para celebrar botellones, levantó la polémica en el sector.
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Mientras los responsables del local defendieron que era una «fórmula segura» que idearon para «reinventarnos y adaptarnos a los nuevos tiempos», la Asociación de Hostelería de Cantabria consideró que «degenera» al gremio. «Esto de meter garrafón en las discotecas es horroroso», sentenció el presidente de los hosteleros cántabros, Ángel Cuevas.
La mascarilla, obviamente, brillaba por su ausencia en todos esos casos. Como lo hizo también cuando llegó el fin de la obligación de llevarla al aire libre, que entró en vigor el pasado 26 de junio, cuando la incidencia a 7 días en Cantabria era la más alta del país. Muchos expertos han coincidido en que parece perfectamente probado que los contagios al aire libre son mínimos,pero quizá nadie contaba con estas reuniones masivas en torno al alcohol, ni con otras relajaciones parejas que llegan con la sensación de falsa seguridad que trae la medida.
Por otro lado, nadie es ajeno a la llegada masiva de turistas que ha experimentado Cantabria en las últimas semanas. A más personas, más interacción social, y por tanto más posibilidades de contagio. Es una fórmula inequívoca.
«No se ha entendido bien, o quizá no se le ha explicado bien a la gente, que existen proporciones que varían pero que siempre se van a mantener, de un modo u otro. De cada diez nuevos contagios un porcentaje será ingresado y otro irá a parar a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI)», remarca Henar Rebollo, jefa de Medicina Preventiva del Hospital Valdecilla. «Si suben mucho los contagios, asistiremos a más casos graves, lógicamente», añade.
Otro dato que llama la atención es ese 12% de nuevos contagios semanales que corresponden con pacientes que tenían la pauta completa de vacunación. No es un dato alarmante, nunca se concretó que las profilaxis fueran eficaces al 100%, y de momento ninguno de esos pacientes cursa la enfermedad con síntomas graves. Lo que está por ver es si el impacto del toque de queda, puesto en marcha el pasado 16 de julio, tendrá el efecto esperado en la bajada de contagios diarios.
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