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Basta con poner medio pie a bordo del 'Segura', hermano mayor de los seis cazaminas de la Armada Española, para darse cuenta de que es un buque muy particular. Que no engañe la enorme ametralladora que hay en la proa. «Aunque somos de la ... Armada, éste no es un barco de combate. Nuestras verdaderas armas son el sónar y los vehículos submarinos que sumergimos con una bomba», señala Carlos Mújica, capitán de la fragata y jefe de la primera escuadrilla de estos buques.
Él y otros 92 tripulantes -46 por barco- han dado vueltas por todo el mundo desactivando artefactos explosivos colocados en accesos a puertos, bases navales o derrotas costeras. Esa es una amenaza real que evitan en el marco de la seguridad marítima tanto nacional como internacional, OTAN o cualquier coalición con participación española. Pero este jueves terminaron una operación un poco distinta junto a otro 'mellizo' a prueba de bombas, el 'Turia'. La misión: volver a rastrear el canal de acceso al Puerto de Santander para cerciorarse de que todo está más o menos igual que hace tres años, la frecuencia con la que realizan este trabajo en diferentes puertos de España. Ahora ambos descansan en el muelle del Almirante y abrirán sus puertas al público hoy -de 10.00 a 13.30 horas y de 15.00 a 17.00 horas, por la puerta peatonal de la calle Antonio López, frente a la Comandancia Naval- antes de volver a partir el domingo a las nueve de la mañana hacia Ferrol.
¿Y cómo trabaja un cazaminas? Lo explicaba Mújica: «El sónar detecta cualquier objeto que haya en las profundidades. No se le escapa nada. Si vemos que puede ser una mina explosiva, mandamos al vehículo de forma teledirigida -un Pluto Plus 66 -para que detone una carga pegada al artefacto. Explota y se recogen sus restos». Pero no siempre sale todo a pedir de boca. En ocasiones, debido a algún problema, son los buceadores especializados del barco quienes tienen que bajar a las profundidades y colocar la carga, «una tarea muy arriesgada».
Por suerte, la operación de esta semana no fue peligrosa. Lo mismo que en aguas españolas, desde luego, donde apenas encontraron un poco de basura arrojada en los últimos tres años y que se encargan de recoger en cada visita. «Una bicicleta, una roca, un cubo de pintura... Sabemos absolutamente todo lo que hay en el fondo», sostiene el capitán. De hecho, la debilidad del sónar por los objetos metálicos -que pueden llegar a emitir señales parecidas a las de una mina- obliga a la tripulación a realizar esta inmersión cada vez que se topan con un cuerpo de esas características. Uno de los 'cebos' más recurrentes dentro de este ir y venir es la lata de Coca Cola.
Y no, a día de hoy no hay minas marinas flotando en el Cantábrico ni hay peligro de que nada parecido le estalle a nadie en la cara en medio de un plácido chapuzón en las playas de Santander. Por desgracia, ese riesgo es una realidad en algunos países de Oriente u otros focos en guerra en la actualidad. En realidad es ahí donde los seis cazaminas de la Armada Española se juegan el tipo rastreando el fondo del mar en busca de estos explosivos y donde, si el sónar hace 'bip', es posible que haya detectado algo más que una lavadora arrojada por un sujeto el verano pasado.
De ahí el sentido que siguen teniendo estas máquinas de alta tecnología en la lucha antiterrorista. «Hay cerca de 55 países que hacen uso de estos artefactos, y no todos están en la lista de países aliados», sostiene Mújica, que ha trabajado en países como Yemen o Irak, entre otros. Desde 1999, la lista de los cazaminas de la Armada está formada por el 'Segura', el 'Sella', el 'Tambre', el 'Turia', el 'Duero' y el 'Tajo'.
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