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Busque, compare

Marta San Miguel

Santander

Viernes, 4 de mayo 2018

Recuerdo una campaña de publicidad que daba mucho juego allá por los ochenta. 'Busque, compare y, si encuentra algo mejor, cómprelo'. Era un jabón de lavadora, pero bien podría haber servido hoy en día para el marketing emocional: en las listas de los libros más ... vendidos aparecen títulos menos elocuentes que ese eslogan. Entonces los detergentes venían en cajas de cartón, y esas cajas, después, se usaban como baúl para todo tipo de trastos. En mi casa era el depósito de los coches de juguete, como si el cartón pudiera amortiguar el ruido metálico al volcarlos sobre la alfombra. A mí me parecían todos iguales: descascarillados, las ruedas aplastadas y los ejes torcidos. Pero no era así, cada coche tenía una historia detrás y había muchos coches en aquella caja. A veces eran un regalo; otras, mi hermano se tomaba su tiempo en el quiosco donde estaban expuestos para escoger el modelo, el color, la marca. Buscar y comparar era entonces una actitud y actuábamos en consecuencia. No todos los días a uno le compraban un juguete, era extraordinario como cuando te llamaban a casa y detrás del timbrazo alguien decía tu nombre, ese prodigioso «es para ti» que prometía tanto. Aquello era un sencillo acontecimiento, aunque con lo que costaba el teléfono, a veces sólo daba para un intercambio de titulares. Se decía lo importante, lo ineludible, y si sonaba a una hora extraña, traía consigo una lúgubre premonición.

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