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En el curso 2016-17, Cantabria fue pionera al implantar en sus aulas un calendario escolar bimestral, es decir, uno que fijaba una semana de descanso cada dos meses lectivos con el objetivo de favorecer así los ritmos y el rendimiento del alumnado. La ... decisión, tomada por el entonces consejero socialista Ramón Ruiz, supuso una pequeña gran revolución en la comunidad y de paso en España. ¿Por qué? Porque la propuesta cántabra rompía de lleno con el modelo tradicional dividido en tres trimestres y vacaciones sujetas a la variabilidad de las fiestas de guardar.
No sin mucho revuelo, la Consejería puso sobre la mesa esta medida revolucionaria en 2016: los 175 días de clase se iban a distribuir en cinco bimestres de duración similar, e iban a estar travesados por cuatro periodos de vacaciones que, si bien 'respetaban' la Navidad y la Semana Santa, se expandían también a la primera semana de noviembre y a otra en febrero. Además, se adelantó unos días el inicio del curso y se retrasó, a su vez, su conclusión. Cantabria «miraba así a Europa», se decía entonces -y se repite ahora-, para defender un modelo «más racional y moderno», según lo describen sus defensores.
Seis cursos después, la comunidad mantiene esa condición pionera en solitario. A pesar de los intentos de Asturias, Aragón o Madrid por abrirse al modelo bimestral, ninguna otra autonomía ha dado el paso de organizar el curso como Cantabria. Fue una decisión arriesgada. «Lo cómodo hubiera sido no tocarlo, pero estamos convencidos de que va a suponer una mejora de la calidad educativa», les aseguró Ramón Ruiz al grupo de familias con las que se reunió en un colegio de Santander, en junio de 2016, para convencerlas de las ventajas de la bimestralidad y, de paso, aplacar su enorme irritación.
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El exconsejero mantiene hoy la misma postura. «Sigo apostando por el calendario bimestral», expone Ruiz, que subraya su amplia implantación: «Más de 22 países europeos» funcionan bajo sus normas porque han entendido que, si «aprender conlleva un gran esfuerzo, es positivo que haya periodos fuertes de trabajo y otros de descanso».
Aporta más argumentos: además de que el modelo «racionaliza» los tiempos lectivos, también posibilita las «evaluaciones parciales», que son las que permiten atajar problemas académicos («o de convivencia, porque el calendario también es bueno para la convivencia») antes de que una mala nota consume el fracaso. Esto se apreciaría bien en noviembre, que es cuando el calendario bimestral fija la primera evaluación cualitativa del curso. Si en ese momento el claustro detecta que un estudiante arrastra problemas, la situación puede «corregirse» sin esperar dos meses hasta Navidad.
Ramón Ruiz
Exconsejero de Educación
«El calendario no debe de estar al servicio de las familias o del profesorado, sino al servicio del aprendizaje de los alumnos. No es un mero reparto de días, sino que tienen una concepción pedagógica detrás para el bienestar intelectual, físico y emocional de los alumnos», incide Ruiz, pedagogo, exconsejero de Educación entre 2015 y 2017, y antes ligado a las políticas educativas como director general en ese departamento.
El hecho de que no se haya extendido a otros territorios tiene que ver, piensa Ruiz, con su esencia innovadora: «En Cantabria hubo que tener valentía para para implantarlo y hacerlo al principio de la legislatura», evoca el expolítico, que pide una nueva mirada educativa. «Se necesitan más lecturas para entender lo que significa la educación en el siglo XXI, falta reflexión sobre lo que es educar hoy. Y tenemos que ponermos las pilas», invita el exconsejero.
josé Antonio Sánchez Raba
Consejo Escolar de Cantabria
Ruiz mantiene su postura. Las familias también. FAPA y Concapa, que representan a las asociaciones de madres y padres de la educación pública y de la concertada, respectivamente, reclaman un estudio «riguroso» del calendario.
«No nos convence este modelo», expone José Manuel Torre, al frente de FAPA, «para empezar, porque no lo aprueba toda la comunidad educativa. El calendario del curso, que es para el alumnado, se fija en una negociación estrictamente laboral», dice en referencia al acuerdo al que llegan cada año la Consejería, ahora en manos de Marina Lombó (PRC), y la Junta de Personal Docente, integrada por los sindicatos.
En segundo lugar, en FAPA plantean que el curso se reparta en «periodos lectivos equitativos» y que, además, estén «justificados». ¿Y el actual modelo, mencionado en el Acuerdo cántabro por la Educación, no les procura esa ecuanimidad? Torre responde que no. «Estamos esperando un análisis que justifique el calendario bimestral. No se hizo en su momento [en 2016] y no se ha hecho después. Lo primordial es un calendario basado en criterios pedagógicos, pero ¿este por qué lo es? Le hemos pedido a la Consejería un estudio», añade. Y han registrado la petición en el Portal de Transparencia del Gobierno.
José Manuel Torre
Presidente de FAPA-Cantabria
En FAPA mantienen que el acuerdo del calendario se tomó «de espaldas a las familias o, lo que es lo mismo, de espaldas a la sociedad. Los horarios escolares no son los familiares». En eso le da la razón Mónica Haro, presidenta de Concapa, que cree que la conciliación ha de implicar a la escuela. «No estamos de acuerdo con esta falta de conciliación y con tanta interrupción», critica Haro, que valora como mejor opción las «vacaciones tradicionales» porque se ajustan a la realidad laboral de las familias. Por tanto, rechaza esa primera semana de descanso del curso -«los niños no están cansados el 1 de noviembre»- y la ampliación a siete días de las vacaciones de febrero.
«Seguimos solicitando un estudio serio sobre los efectos pedagógicos de este calendario. No creemos en el modelo. Dicen que nos europeíza, pero en Europa las clases comienzan en agosto y tienen otras cosas», dice la portavoz de las familias de la concertada, la más crítica de todas las voces.
En el lado opuesto se sitúa José Antonio Sánchez Raba, miembro de la comisión que analiza los tiempos lectivos en el Consejo Escolar de Cantabria. «Creemos que es un buen modelo, más equilibrado». Y si bien el primer curso de implantación fue agitado, admite, «creo que ya está consolidado y el nivel de satisfacción de la comunidad educativa es alto».
Rus Trueba
Presidenta de ANPE-Cantabria
Precisamente, el Consejo Escolar emitió en 2017 un 'Informe sobre el nuevo modelo de calendario' en el que analizó sus fortalezas y puntos de mejora. A grandes rasgos, estos últimos se referían a la sobrecarga de deberes y exámenes que el alumnado tenía que soportar en los tiempos de descanso, y a la necesidad de fortalecer la conciliación de forma «global e integral», implicando a la administración y a las empresas. «Es el único informe de estas características -profundidad y participación colectiva- que se ha hecho hasta la fecha», confirma Jesús G. Barriuso, por entonces presidente del Consejo.
Y con el calendario, evoca Ruiz, llegó el compromiso de muchos ayuntamientos de ofertar actividades educativas entre bimestres. «Tienen que ser las administraciones y las empresas, los convenios laborales, quienes afronten el problema de la conciliación. El calendario tiene que ser únicamente pedagógico», tercia Jesús Aguayo, maestro y miembro de STEC. «La escuela está para enseñar y se puede ser flexible, pero sin que la conciliación sea la única condición», añade. Aguayo defiende las ventajas del modelo, sobre todo, en las enseñanza obligatorias -quizá, razona, las de régimen especial o Bachillerato precisen «otra adaptación»- y cree «que nos acerca a países con mejores resultados en las pruebas internacionales. La experiencia es positiva: el alumnado y el profesorado trabaja bien».
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En ANPE coinciden. «Es positivo para los alumnos», dice Rus Trueba, «nosotros lo avalamos y seguimos apostando por él». Cantabria, argumenta, ocupa un buen lugar en los informes PISA y está a la cola del abandono escolar (con un 6,8%, tiene una de las tasas más bajas del país, aunque el INE señala que el tamaño de la muestra ha podido distorsionar este año un resultado que, por lo general, es bueno).
Trueba recuerda la reunión en la que Ruiz puso el calendario sobre la mesa. «Fue una sorpresa y el primero fue el más equilibrado. Pero ahora está asumido. Y los resultados son buenos».
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