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Al hablar del calor, este miércoles salía varias veces la comparación con Sevilla. «Aquí no estamos tan mal», decía un hombre en el nuevo edificio del Ayuntamiento de Santander, en la calle La Paz, donde no hay ventanas y la climatización va por un ordenador ... central. En una de las tomas de aire, el moderno termostato marca 21º, sin embargo, en la quinta planta, al dar el sol de lleno, «ayer bajó un funcionario a coger aire porque no soportaba el calor», decía el guardia de la puerta, que recibe a los visitantes que ayer entraban por la puerta giratoria vestido de uniforme y con una sonrisa.
Son las once de la mañana, afuera los termómetros que están al sol marcan 29º, e incluso 31º el que preside la entrada a la ciudad por Marqués de la Hermida. Pero dentro de los edificios, sea cual sea la temperatura de fuera, el aire no puede salir a menos de 27º, tal y como marca el Real Decreto que ya entró en vigor con el fin de reducir un 5% el consumo energético para cumplir con las exigencias de la Unión Europea ante la crisis energética y climática. Los comercios, los edificios institucionales y las empresas tuvieron que adecuarse a la nueva medida, que se suma a las del apagado de las luces de los edificios y los escaparates a partir de las diez de la noche. La tienda Golf, en la Plaza del Príncipe, que siempre apagaba su escaparate a medianoche, ya lo adelantó, y así seguirá siendo según el Real Decreto que está en vigor hasta el 1 de noviembre de 2023. Hasta entonces, el termostato de los edificios públicos y los espacios comerciales será de 27º en verano y de 19 º para la calefacción en invierno. En bares, restaurantes y gimnasios el límite se fija en 25 grados, así como en aquellos espacios donde el trabajo no sea sedentario como los supermercados.
Sergio Cano
Gestión en el Ayuntamiento
Tomi López
Carnicero
Ianire Pacheco
Coliseum Fruits
Remedios Montes
Floristería Mercado del Este
Entre las buenas intenciones, la resignación y algo de desconocimiento, los comerciantes y usuarios convivieron con el calor en la primera jornada de 'ahorro'. En la Plaza del Príncipe, un local que vende trajes estrenaba la medida con cierto recelo. «La tienda se pone a 28 grados en cuanto empieza a dar el sol por la mañana», dice José Manuel, que regenta Florentino, una elegante tienda de ropa masculina con un enorme escaparate de cristal orientado al sur. «Con este calor, al cliente le costará probarse la ropa». Por eso pone y quita el aire sin que sirva del todo: «Estoy pasando mucho calor. Una cosa es entrar en la tienda, que notas la diferencia térmica, y otra cosa es trabajar aquí dentro moviéndote», dice, y habla entonces de «polémica», la que se genera al enfrentar el ahorro energético, del que él es «partidario», y el Estatuto de los Trabajadores, que fija en 25º la temperatura para trabajar: «¿A quién crees que he hecho caso, al Estatuto o al Real Decreto?», preguntaba con sarcasmo: «Por ahora ningún cliente se ha quejado». Lo peor, dice, es hacer frente a la diferencia térmica: «Tengo más calor dentro de la tienda que en el exterior, pero hay que acatarlo porque si no te sancionan. Hace falta diferenciar porque no todos somos iguales, en el norte no se vende el mismo tipo de ropa que en el sur, allí se vende más bermudas y aquí pantalón largo, pues lo mismo con las temperaturas, no puedes equipararnos».
¿Y lo de cerrar la puerta? «Tener la puerta de un comercio cerrado es anticomercial», dice José Manuel. También tiene la puerta abierta la carnicería de Tomi López y dentro se nota calor; no tiene aire acondicionado porque «hasta ahora» era suficiente con el fresco que desprendía la vitrina (que oscila entre los 0º y los 5º, la cámara grande está entre 0º y 2º). Sin embargo,«con los calores de este verano ya no es suficiente y estaba mirando para hacer la instalación de aire, pero con el Real Decreto no voy a hacerlo, ya no merece la pena», reconocía Tomi López.
En el Mercado del Este, comerciantes y clientes convivían con una calma natural. Remedios Montes, de la floristería José Pérez, decía sentir un calor normal: «Al estar dentro del Mercado tampoco notamos mucho cambio, por si acaso yo tengo un ventilador en la zona del mostrador que me refresca un poco». ¿Ya qué temperatura está? «No tiene termostato», decía, solo una rueda de encendido y apagado.
En las oficinas institucionales no se veían corbatas pero tampoco abanicos. Francisco García, secretario general en funciones de la Delegación del Gobierno en Cantabria, cuenta que allí no han notado cambio: «Llevamos días con el aire fuera de servicio en algunas zonas del edificio por una avería y no hemos notado diferencia; aquí hemos estado siempre bastante concienciados y abrimos las ventanas para hacer flujos de aire natural y corrientes y estos días el confort ha estado asegurado. No ha habido quejas de alguien de fuera por el calor». Lo mismo en la Consejería de Economía: «Cuando se publicó el Real Decreto llamamos a los técnicos de mantenimiento para que adecuaran las temperaturas, porque dada la antigüedad del sistema (el edificio es de 1974) no se puede hacer de forma directa y tienen que ir probando para ver qué temperatura real sale», explica el responsable de mantenimiento, Guillermo Gómez.
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«¿Quejas por el calor? ¿Aquí?» La funcionaria al otro lado del mostrador de Atención al Cliente del Ayuntamiento de Santander abre mucho los ojos sin dar crédito a la pregunta. Los altos techos de la casa consistorial ofrecían este miércoles una ligera brisa que con el cambio térmico que se nota al entrar casi podría decirse que se estaba fresco, a pesar de no tener aire acondicionado según fuentes municipales. Sergio Cano así lo percibía mientras hacía cola para hacer un trámite burocrático, vestido con camisa de manga larga, «incluso llevo camiseta», decía mostrando entre los botones una interior de color oscuro. «Me parece muy bien regular el uso del aire acondicionado, sobre todo aquí en el norte, donde no hace tanto calor. Soy de Alicante y allí hace mucho más calor, pero tenemos que concienciarnos», explicaba. «En mi empresa ya nos hemos adecuado a la nueva normativa, y tenemos la climatización programada para no bajar de los 27 grados. Además, ahora estamos viendo cómo hacer todas las luces automáticas, de forma que se apaguen si no hay nadie o al salir».
Peluquerías y otras excepciones
A media mañana, la peluquería Macavi tenía cuatro secadores en marcha. «Da igual el aire acondicionado que pongas, con los secadores funcionando el calor se acaba imponiendo», decía su responsable. Tanto es así que las peluquerías son uno de los negocios que han quedado exentos de cumplir la medida de ahorro energético. Como ellas, los centros sanitarios y hospitalarios, de formación (colegios, universidades o guarderías), lavanderías, gimnasios y los medios de transporte (trenes, aviones, aeropuertos, barcos.).
También quedan exentos aquellos centros donde sean necesarias exenciones por las especificidades del sector, así como en el caso de hoteles, las habitaciones, que son de regulación privada. En el resto del hotel (la cafetería o los espacios comunes) sí se aplicaría. Bares y restaurantes pueden limitar el uso del aire acondicionado al «entorno de los 25 grados», teniendo en cuenta las recomendaciones de la legislación laboral.
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