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Los negocios abiertos como el Sandoñana, ubicado en Santander, lucían ayer con la terraza llena mientras a los interiores sólo entraban los camareros. Daniel Pedriza
«Yo soy camarero, no policía»

«Yo soy camarero, no policía»

Certificado de vacunación ·

Los hosteleros de los municipios afectados por el cierre de interiores están «cansados» de las idas y venidas del Gobierno y no ven claro cómo van a gestionar la apertura a los vacunados

Laura Fonquernie

Santander

Viernes, 30 de julio 2021, 07:11

Si la conversación dura más de un minuto, pueden pasar dos cosas. O bien empieza a elevarse el tono de voz que delata el hartazgo o se hace el silencio y es la mirada la encargada de trasladar la exasperación de los hosteleros. Las medidas sanitarias del Gobierno de Cantabria que afectan al sector hacen que la situación sea ya «desesperante», dicen aquí y allá. El último mazazo fue el cierre de los interiores obligado por el paso a nivel 3 de algunos de los municipios más turísticos tras la actualización del semáforo covid. Un enfado que aumentó ayer tras el cambio de criterio del Gobierno, que rectificó la medida y a partir de hoy permitirá el consumo en los interiores de los establecimientos a las personas vacunadas. Han sido tres días llenos de confusión e incertidumbre y de amanecer cada mañana con una restricción diferente. Idas y venidas que empiezan a resultar demasiado habituales para los profesionales que perciben que siempre pagan «los platos rotos» de la crisis sanitaria.

«Es todo un sinsentido y ya no hay por donde cogerlo», resume Julio Ramírez, del restaurante Santander Veinte. Después de año y medio de pandemia, varios cierres y adaptarse a las circunstancias, el profesional entiende que «no nos pueden echar en cara nada más». Eso en cuanto al cierre que ha quedado atrás, aunque en su opinión podrían haber optado desde el principio por otras medidas como reducir el aforo al 50% en vez de ir ahora marcha atrás.

¿Qué opina sobre dejar pasar a quienes hayan recibido la vacuna? «Nosotros no somos policías ni autoridad para mirar eso», responde. Bastante tienen con limpiar, controlar las distancias, asegurarse de que nadie fuma en la terraza... Un bar es una empresa «y no se pueden cerrar las empresas así de fácil», subraya Ramírez. Porque los profesionales también tienen la sensación de que los dirigentes han olvidado que detrás de cada negocio hay muchas familias y «están jugando con el pan de los hijos de mucha gente», insiste. La indignación es aun más grande al ver que en comunidades vecinas se opta por otras alternativas antes de cerrar los interiores y que, además, en el caso de la capital cántabra, se están celebrando actividades con motivo de la Semana Grande.

«No somos policías para mirar eso. Ya controlamos el resto de medidas. Están jugando con el pan de los hijos de mucha gente»

Julio Ramírez - Santander Veinte

«No lo veo claro. Nuestro cliente es joven, de entre 20 y 30 años, y la mayoría no está vacunado. Aquí no nos va a ayudar mucho»

José Manuel Alcaraz - The Duke's (Camargo)

«Estamos hartos. Esto ya roza lo absurdo y eso de pedir el certificado parece otra tontería. ¿Qué pasará si viene una familia?»

José ManuelBilbao -El Bodegón (San Vicente)

«Nos supone añadir una tarea, pero es que agosto es el 40% del año, así que al menos es un alivio. Mejor que el cierre completo»

José Turrado - Everest 2 (Laredo)

Para la mayoría de los hosteleros esta medida se suma a la larga lista de tareas y es una «tontería». Sobre todo porque entienden que no son quienes para solicitar a cada cliente que enseñe esa información privada. «Yo soy camarero, no soy autoridad sanitaria ni policía para estar pidiendo a la gente si está o no vacunada», dice Ramón López, de la Taberna del Herrero. Y en todo caso, antes de verse obligados a rectificar, con lo que eso supone para el sector, «¿no podían haber estudiado primero las opciones?», se pregunta López con un tono de voz desgastado después de tantos golpes. Porque este cambio en cuestión de días para ellos supone añadir incertidumbre y no poder hacer previsiones. «¿Compramos o no? ¿Contratamos a más gente o no?», añade. De pronto, la planificación vuelve a ser otra. Son idas y venidas que para muchos muestran «el poco respeto que nos tienen».

Las dudas sin resolver

La actualización del semáforo covid de esta semana ha devuelto a los municipios turísticos durante dos días la imagen poco novedosa de ver interiores en silencio salvo por las pisadas de los camareros mientras las terrazas estaban llenas. Aunque no fuera al 100%. A estas alturas de la pandemia los hosteleros están tan cansados que el mismo martes hubo quien se planteó seguir dando servicios en el interior. Quizás por confusión, como gesto de rebeldía, para dar salida al género o porque ya no aguantan más. De ahí que ayer alguien pudo toparse con restaurantes abiertos y mesas dentro ocupadas. Si bien es cierto que fueron los menos y que casi costaba verlos, en la capital cántabra los hubo.

Daniel Pedriza
Imagen principal - «Yo soy camarero, no policía»
Imagen secundaria 1 - «Yo soy camarero, no policía»
Imagen secundaria 2 - «Yo soy camarero, no policía»

No fue el caso de la Bodega de Fuente Dé, ubicado en la calle Peña Herbosa. Allí Manuel Ángel Gutiérrez y un par de trabajadores más eran los únicos que entraban y salían, salvo algún cliente que pasaba al cuarto de baño. «Lo siento, no te puedo decir nada porque no sé si voy a poder dar de comer dentro», respondía uno de los empleados a una llamada pidiendo reservar. Al mediodía no tenían claro si llegaría ese informe jurídico que les permitiera abrir o si no encontraría base legal.

¿Qué le parecería si entrara en vigor? «Tengo mis dudas de que sea legal, ¿quién soy yo para pedir certificados de vacunación si tengo camareros sin vacunar?», señalaba Gutiérrez. Además, se preguntaba: «¿Qué debo hacer? ¿Contratar a otra persona para que se encargue de eso?». Porque la situación no está para ello. Sin saber todavía que iba a ocurrir con la medida, el hostelero contaba que el miércoles pasó varias horas contactando con clientes para anular las reservas del fin de semana. Llamadas que tendrá que repetir. A ese trabajo se suma la angustia de tener a trabajadores «entrando y saliendo del ERTE». Gutiérrez además planteaba casuísticas como qué ocurriría si va una familia en la que no están vacunados todos los miembros.

Los hosteleros han insistido siempre en que abrir y cerrar el negocio no es como pulsar el interruptor de la luz y ponerse a funcionar. En la Bodega del Riojano, en el Río de la Pila, estaba todo preparado para servir ayer; tras pasar el miércoles y la mañana del jueves de reuniones, se vieron obligados a echar el freno. «Un disgusto...», resumía Manuel Solórzano, jefe de sala, mientras apilaba las sillas. Un golpe más cuando «lo único que queremos es trabajar». En general sienten que el Ejecutivo «no nos respeta» porque ni siquiera les consulta para buscar alternativas y ver cómo actuar antes de adoptar una medida.

Los municipios afectados son los principales núcleos turísticos de la región, como San Vicente de la Barquera. No obstante, no importa la ubicación, en todas las zonas comparten la misma sensación. «Me parece otra tontería lo de la gente vacunada», reconoce José Manuel Bilbao, de El Bodegón. Es que encima no entiende cómo va a tener que actuar si, por ejemplo, acude una familia. «¿Qué hacemos? ¿Decirles que no entren?». Para el hostelero este cambio demuestra que el Gobierno regional «sabe que ha metido la pata» y la rectificación es su forma de recular. Después además de que a lo largo de año y medio la hostelería ha cerrado en varias ocasiones «y hemos visto que son medidas que no funcionan», añade. Generar esta angustia no es la forma de hacerlo.

Los cambios de criterio añaden «incertidumbre» a la planificación de los locales, donde la situación es ya «desesperante»

En el restaurante The Duke's, en Muriedas (Camargo), no ven que la medida les vaya a ayudar mucho porque «nuestra clientela es joven, de entre 20 y 30 años», señala José Manuel Alcaraz. Es decir, justo esos grupos de población a los que apenas les acaba de llegar el turno de vacunación y que, por tanto, no podrán entrar hasta dentro de varias semanas. «No lo vemos claro y para nosotros no tendrá tanto efecto», añade. Más optimista se muestra José Turrado, del restaurante Everest 2, en Laredo. No por la medida en si misma, más bien por el hecho de que al menos el cambio les permita servir en el interior del establecimiento aunque sólo sea a una parte de la población.

«Para nosotros agosto nos supone el 40% del año», explica. Y que el certificado abra las puertas a clientes «sería un alivio aunque no una solución completa, pero sí algo», reconoce. Sobre todo porque evita el «cierre total» de manera que es una rectificación «positiva». Porque lo de prohibir servir en el interior le parece «inaudito» y una medida más cercana a una «venganza».

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