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Que los campos han estado más amarillos que verdes en Cantabria este verano es una consecuencia directa e incontestable de la sequía. Pero no es el único paisaje donde ese perpetuo e inusual buen tiempo ha dejado huella. El mar, concretamente las playas, también reclaman ... un buen temporal. A ello responde directamente que buena parte de los arenales de la región estén presentando un aspecto que difiere del habitual estos meses. En las playas de Santander se echa en falta más arena que otros años, mientras que en las de Ribamontán al Mar −tal y como publicó El Diario Montañés la pasada semana− son varias las incidencias que se han registrado: isletas de piedras que emergen en Somo, una testaruda piscina natural de agua estancada que no deja de formarse en Galizano o incluso una nueva playa que ha surgido en Arnillas. Todo ello, según trasladan ahora desde el Instituto de Hidráulica Ambiental de la Universidad de Cantabria (IH), volverá a su aspecto original a medida que vaya entrando el otoño y las olas cojan fuerza. No obstante, alertan de que es una transformación que previsiblemente se irá haciendo más permanente como respuesta al cambio climático.
El investigador del IH César Vidal explica que en el caso de Ribamontán al Mar las modificaciones que se han observado obedecen a una misma causa. «Llevamos una temporada muy prolongada de buen tiempo, con olas relativamente pequeñas y sin ningún temporal desde hace meses». Una falta de fuerza en el oleaje que va provocando que «la arena se acumule en la parte de arriba −la zona de arena seca− y se vaya vaciando en la intermareal y sumergida». Ello confiere ese aspecto «descarnado» que hace aparecer piedras como las que se han encontrado en Somo o en Langre. Es el mismo fenómeno que lleva a que la arena que estaba oculta en Arnillas haya salido a flote −tapando las rocas que sí se solían dejar ver en la pequeña cala−. Asimismo, apunta que lo ocurrido en Galizano −donde el Ayuntamiento ha tenido que actuar hasta en tres ocasiones estos meses para abrir un canal a una charca que se crea ahí naturalmente porque una duna impide que desagüe− tiene el mismo origen, ya que además el arroyo que ahí desemboca «está seco este año».
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Todo ello tiene solución. Y llegará conforme se retire el verano. «¿Cuándo va a desaparecer esa barrera que se ha originado en Galizano? Cuando llegue el primer gran temporal y entre el agua hasta el fondo», asegura Vidal. Una puesta a cero que previsiblemente también llegará para el resto de arenales, recolocando todo en su lugar. No obstante, no será la última vez que veamos esas piedras que ocultará la marea, volveremos a toparnos con ellas. «Una temporada tan larga de buen tiempo como la que estamos teniendo está fuera de lo normal», apostilla el investigador, que añade que a la larga estos cambios se harán más permanentes porque «las previsiones del panel del cambio climático indican que en el norte de España va a reducirse la energía del oleaje, lo que implicará que nuestras playas estén más tiempo en situación de verano, con la arena acumulada en la parte de arriba y más vacía por abajo».
Si bien Vidal apunta a que las modificaciones en la playa de Somo están estrechamente ligadas al buen tiempo que hemos disfrutado al igual que ocurre con las del resto de sus compañeras de Ribamontán al Mar, sí que coloca su situación en una posición sensiblemente diferente. «La playa de Somo es una playa aparte, porque es la única de todas ellas que no es natural al estar intervenida en gran parte por la acción humana». Así que, en su caso, podría ser que «no sólo esté respondiendo a las condiciones de oleaje que ha habido durante estos cuatro meses como el resto».
Con lo que no descarta que se estén viendo más piedras en Somo debido al acusado retroceso que viene soportando el gran arenal desde hace décadas. Sin embargo, a este respecto el experto adelanta que desde el Instituto de Hidráulica −que lleva tiempo alertando de la preocupante situación que atenaza a Somo y Loredo− se está trabajando actualmente para coordinar a todas las partes, y junto al Ayuntamiento de Ribamontán al Mar, Costas, Autoridad Portuaria y demás consistorios del entorno, coordinar acciones para intentar frenar una evolución que de no poner remedio podría privar a Cantabria de uno de sus arenales más emblemáticos tal y como lo conocemos.
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