El camino hacia la democracia
Los 120 años de un periódico (2/4) ·
La historia de El Diario Montañés es, en buena medida, la de nuestra región, la de España y la del mundo en el último siglo y quinto. Su director durante 31 años la recuerdaSecciones
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Los 120 años de un periódico (2/4) ·
La historia de El Diario Montañés es, en buena medida, la de nuestra región, la de España y la del mundo en el último siglo y quinto. Su director durante 31 años la recuerdaTras el primer capítulo de esta serie, retomamos la historia del decano de la prensa cántabra en un periodo marcado por la República, la censura y la supresión del periódico. Melchor Ferrer (Mataró, 1888- Valencia, 1965) vino a sustituir a Joaquín Arrarás. Asumió la dirección en 1929 y le correspondió defender el periódico frente a la censura y la fuerte represión del gobierno republicano, tras una serie de cierres decretados por las autoridades. Ferrer provenía del tradicionalismo y estuvo vinculado al periodismo en Cataluña. Fue director de 'El Correo Español' editado en Madrid, el más importante periódico carlista.
Ferrer estuvo al frente de El Diario Montañés durante tres años. Dejó el cargo tras la incautación del periódico por el gobierno republicano en 1932.
El periodo republicano fue difícil. Los enfrentamientos dialécticos, e incluso físicos, tensaron al máximo la convivencia de los españoles y los periódicos fueron utilizados como elementos de vanguardia en la pugna. El Diario Montañés fue presionado por un gobierno que veía en los medios de la derecha a un contrincante que se debía abatir. El tres de junio de 1936, semanas antes del levantamiento militar contra el gobierno republicano, fue asesinado, por un falangista, en Santander Luciano Malumbres, un periodista que dirigía 'La Región', un periódico de marcado carácter izquierdista.
Por su parte, El Diario Montañés padeció la censura e, incluso, el cierre y la incautación temporal. El paso de las pruebas de imprenta por el departamento censor obligaba a suprimir informaciones. La dirección, ya en manos de Manuel González Hoyos (Ontoria, 1900- Santander, 1984) desde 1937, optó por dejar los espacios censurados en blanco, una forma de poner en evidencia la política contra la libertad de prensa del gobierno.
El levantamiento militar de los generales Franco, Mola y Queipo de Llano desembocó en una guerra civil. La provincia de Santander quedó en zona del gobierno de la república, como el resto de la cornisa cantábrica. De inmediato, el gobernador impuso el control de los periódicos, de forma que El Diario siguió siendo elaborado por los profesionales habituales, pero con un estricto control de los funcionarios gubernamentales. Cuando el curso de la guerra amenazó directamente a la provincia de Santander, el periódico quedó en manos de un comité obrero y así consta en la cabecera de los ejemplares del año 1937.
En agosto de 1937 el ejército de Franco, con tropas italianas, tomó la ciudad de Santander y, con ella, el control de la provincia. El nuevo gobierno cerró todos los periódicos e incautó sus inmuebles y maquinaria. La política de comunicación del régimen franquista decretaba que en cada provincia se publicaría un periódico absolutamente controlado por el nuevo gobierno. En Santander, con los locales y maquinaria de 'El Cantábrico', se comenzó a editar el diario 'Alerta', portavoz del ejecutivo surgido de la guerra. El Diario Montañés logró, semanas más tarde, el oportuno permiso gubernamental para volver a editarse tras la obligada fusión con el diario 'La Voz de Cantabria'.
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El proceso de fusión de El Diario Montañés y 'La Voz de Cantabria' condujo a la creación de la sociedad Editorial Cantabria en el año 1938, en la que se integraban consejeros procedentes de 'La Voz' y de El Diario. Desde entonces, se ha mantenido la misma empresa editora con el nombre de Editorial Cantabria.
Al finalizar la guerra se mantuvo la situación de dos diarios en Santander. El gobierno apoyaba financiera y políticamente al diario 'Alerta', que era de propiedad pública, como sucedía en otras provincias españolas con los denominados diarios del Movimiento, en alusión al Movimiento del 18 de julio, fecha del golpe de Estado. Durante los años siguientes -con la segunda guerra mundial consumiendo todas las materias primas disponibles y España aislada- la escasez de papel prensa fue enorme y se racionó su uso. 'Alerta' se benefició al recibir un cupo mucho mayor de papel y también de fondos gubernamentales para mejorar sus instalaciones y sus elementos de impresión.
El periodismo, durante la dictadura franquista, padeció una etapa oscura. Los primeros años con censura previa y, tras la ley Fraga, con un control absoluto de lo que se podía publicar al descargar la labor censora en el propio director. Esa etapa de 40 años estuvo marcada por un declive de El Diario, que no realizó ninguna renovación tecnológica ni rejuveneció apenas su redacción.
El incendio de Santander, en febrero del año 1941, afectó gravemente al edificio de la calle Arcillero en el que estaba instalado el periódico. El fuego consumió el inmueble y destruyó las linotipias y la rotativa. La reacción del director, González Hoyos y del subdirector, Florencio de la Lama, a la catástrofe fue inmediata: González Hoyos viajó en coche hasta Palencia, un viaje arriesgado, de noche, con un fuerte viento y con árboles caídos en la calzada. En los talleres de 'El Diario Palentino' logró imprimir una edición de urgencia sobre el suceso. De la Lama se desplazó a Bilbao y con la colaboración de 'La Gaceta del Norte' consiguió improvisar una edición de El Diario que contenía un primer plano de las zonas de la ciudad afectadas por el fuego.
Durante un largo tiempo el equipo de redacción se dividió en dos grupos. El primero trabajaba en un local provisional en Santander, en el que se redactaban las informaciones. Un automóvil transportaba los escritos hasta Bilbao, a las instalaciones de 'La Gaceta del Norte', donde se componían las informaciones y se imprimían los ejemplares. En esos locales, un segundo grupo de periodistas corregía las pruebas y recibía las ultimas noticias por conferencia telefónica.
De inmediato, una vez superado el golpe del incendio y la destrucción de las instalaciones, Editorial Cantabria comenzó a construir un nuevo edificio para albergar la redacción, talleres y oficinas y en cuatro años pudo inaugurarse el inmueble de la calle Moctezuma que fue la sede desde inicios de los años cuarenta hasta 1990. El viejo solar de la calle del Arcillero no existe en la actualidad, ya que el trazado urbano se modificó en su totalidad, pero podría situarse cerca de la calle San José. El Diario Montañés informó con rigor sobre el costoso proceso de reconstrucción de la ciudad.
La jubilación de Manuel González Hoyos, en el año 1967, cerró una etapa de estabilidad. Para dirigir El Diario, el consejo de administración contrató a José Antonio Gurriarán (Barco de Valdeorras 1939- Madrid 2019), periodista joven, de origen gallego, formado en Madrid y con la experiencia de su paso por 'Nuevo Diario', una de las publicaciones más vanguardistas de la época. Gurriarán se hizo cargo de la dirección en el año 1967 y produjo una verdadera revolución: El diseño cobró una importancia esencial de la mano de Ors, un maquetador que llegó con Gurriarán procedente de Madrid y los propios contenidos fueron modernizados. Incorporó a algunos jóvenes periodistas, como fue mi propio caso, y adquirió una telefoto que daba a El Diario alguna ventaja sobre la competencia.
Pero, sobre todo, revolucionó los contenidos, con portadas muy periodísticas, arriesgando con la censura hasta el límite y metamorfoseando completamente la orientación del periódico. Su despliegue para informar del primer trasplante de corazón o la portada dedicada a la actriz Sofía Loren marcaron un rumbo de vanguardia y de ruptura con la consiguiente reacción en los sectores más inmovilistas.
Tanta modernidad chocó con el consejo de administración y con una parte de los lectores de la publicación. En 1968, un año después de tomar posesión, fue relevado del cargo y regresó a Madrid donde trabajó en el diario 'Pueblo' del que llegó a ser director.
La experiencia con Gurriarán fue asumida por el consejo de administración y así decidió que lo mejor era un periodista de la casa para sustituir al director. En 1968 Florencio de la Lama Bulnes (Llanes, 1905- Santander, 1998) tomó el timón del periódico. De la Lama era un gran periodista, de facto había codirigido El Diario durante los últimos años de González Hoyos. Buen conocedor de Cantabria, persona con amplia cultura, lebaniego de origen y con empatía para formar equipos. Conocedor a fondo de la situación del periódico, pactó con la propiedad un programa de inversiones y mejoras. Tras poco más de un año, nada de lo acordado con el consejo de administración se había cumplido y al ver que no se produciría la necesaria revitalización, presentó la dimisión. De la Lama fue maestro de periodistas, muchos aprendimos de él lo esencial del oficio. Yo me considero discípulo suyo porque me enseñó a distinguir lo importante de lo accesorio y a mantener distancia prudencial con los poderes.
José Aurelio Valdeón (Benavente, Zamora, 1921-Madrid, 1982) tomó el timón del periódico en el inicio de 1970. Periodista veterano, procedente del diario 'Pueblo', un referente del reporterismo, tomó la decisión de cambiar el formato sábana por el tabloide. Esa medida fue esencial, ya que todos los diarios adoptaron ese formato. El paso del tiempo ha demostrado que el gran formato sábana ha decaído casi hasta desaparecer en Europa. El paso de Valdeón por Santander fue breve, un año en la dirección, y dejó huella por su interés en potenciar la información de espectáculos y el género de la entrevista. Actualizó y popularizó los contenidos con el apoyo de José Antonio Sandoval, un periodista colaborador del periódico y con programas en diferentes emisoras de radio.
A Valdeón le relevó un joven periodista santanderino, Miguel Ángel Santamaría, un santanderino de una familia con arraigo en la región, licenciado en periodismo por la Universidad de Navarra. Dirigió El Diario dos años: 1970-1972. Mantuvo a flote un barco que ya hacía aguas y dejó la nave cuando comprendió que el rescate requería no solamente un buen equipo de redactores, sino una empresa comprometida y dispuesta a reflotar la empresa.
El consejo de administración volvió a buscar director dentro de la casa: Ramón San Juan Corrales, un periodista formado con Ángel Herrera Oria, de quien fue secretario particular. Hablaba inglés -cosa infrecuente en la época- y era taquígrafo. Asumió la dirección sin expectativas de poder realizar cambios en profundidad, ya que el paso del tiempo y la inacción habían deteriorado la estructura de El Diario. Afrontó con decisión momentos difíciles como la muerte de Franco y la Transición.
La muerte de Franco y la decisión del Rey de conducir a España hacia la democracia supuso un giro copernicano para los españoles. El Diario Montañés, dirigido por Ramón San Juan Corrales (Santander 1914-Santander 1985), atravesaba una profunda crisis económica y de difusión. La política empresarial no supo adaptarse, no ya a la profunda transformación que supuso la muerte de Franco, sino que décadas antes dejó de regirse por criterios empresariales. La maquinaria de impresión era completamente obsoleta, la difusión había caído a mínimos y su competidor, 'Alerta', había logrado una hegemonía sobresaliente en el mercado de la comunicación en Cantabria.
La empresa editora estaba al borde de la quiebra. Desde hacía años, la gestión empresarial del periódico que, de facto, había pasado a propiedad del Obispado de Santander, no atendió a criterios económicos. Durante años, las pérdidas se enjugaban con una aportación personal del entonces presidente, José María Jado Canales, pero no se invirtió para mejorar la maquinaria ni para modernizar la redacción. En los años setenta, el Obispo encargó a la familia Laínz la gestión del periódico, pero sin un criterio de qué rumbo tomar. Francisco Laínz fue nombrado presidente y demostró un talante abierto y negociador con el comité de empresa cuando las dificultades económicas se hicieron patentes, pero sin un criterio nítido de lo que el obispado quería fue imposible avanzar.
La rotativa, una vieja máquina alemana adquirida de segunda mano, era casi una pieza de museo y las páginas, especialmente las fotografías, carecían de un mínimo de calidad. Mientras la mayor parte de los diarios españoles imprimían en offset y comenzaban a aparecer imágenes en color, El Diario Montañés se había quedado rezagado con un sistema impresor anclado en la era Gutenberg. En los años 1977 y 1978 las cuentas del periódico eran imposibles de sostener: deudas a la seguridad social, retrasos en los pagos de las nóminas y, sobre todo, una falta absoluta de horizonte de futuro.
El Diario Montañés vendía unos 3.000 ejemplares al día, mientras que 'Alerta' se situaba en una difusión de 30.000 copias diarias. Juan Antonio del Val había sido nombrado obispo de la diócesis en diciembre del año 1971. Entre otros problemas -la diócesis había tenido una etapa convulsa- se encontró con la situación económica del El Diario Montañés. Para ordenar mejor la economía diocesana, encargó una auditoría al gestor cántabro José Antonio Rodríguez, quién pronto detectó la gravedad de la situación del periódico.
La recomendación de Rodríguez fue que el obispado renunciara a la propiedad y que se inyectara capital procedente de nuevos inversores.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
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José A. González y Álex Sánchez
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