El Diario Montanés, relator de doce décadas de Cantabria
Los 120 años de un periódico (1/4) ·
La historia de El Diario Montañés es, en buena medida, la de nuestra región, la de España y la del mundo en el último siglo y quinto. Su director durante 31 años la recuerda.
Condensar 120 años de historia en unas pocas palabras es tarea vana. Los versos de Lope de Vega me sirven como falsilla: «Un relato me manda hacer Noriega, que en mi vida me he visto en tanto aprieto, cuatro días, cuatro, para escribir tan denso tiempo».
La historia del periódico se puede abordar desde diferentes ángulos. Los hechos más relevantes del pasado, que no son pocos; la propia historia de quiénes y cómo hicieron posible una aventura tan longeva; la contraposición de lo sucedido en Cantabria con la historia universal; la deriva literaria para embellecer los puntos menos brillantes; el relato en paralelo entre la evolución de Cantabria y la del propio periódico...
He optado por contar esas doce décadas desde dentro: quiénes fueron los protagonistas, cuáles las ayudas recibidas, cuántas las trampas superadas, el legado de los que aportaron su esfuerzo a hacer de El Diario Montañés uno de los diarios que mejor ha resistido el paso del tiempo... No es esta la historia global de El Diario, esa tarea requiere muchas más palabras y un estudio más profundo, pero sí es una aproximación al que ha sido, y sigue con rumbo hacia el futuro, el más importante medio de comunicación de Cantabria, un pilar básico de una comunidad abierta, libre, creativa, independiente...
En los albores del siglo XX, cada diario atendía unos principios ideológicos
Una larga historia es la raíz potente para abordar el futuro. El Diario Montañés se ancla en el pasado para abordar con garantía el devenir. La comunicación, como tantas otras cosas, ha experimentado una transformación integral en un corto periodo de tiempo. Yo mismo he vivido un periódico hecho con las mismas herramientas que hubiera utilizado Gutenberg en el siglo XV y otro capaz de integrar imagen, sonido, información y entretenimiento en un solo vehículo.
Este relato tiene lagunas, posiblemente olvidos injustos y no es extremadamente preciso, pero sí es una historia, a vuelapluma, de una aventura periodística y empresarial extraordinaria. Un ejemplo de tesón, entrega y entusiasmo. La historia de un grupo de fundadores, en 1902, que crearon un periódico para defender unos ideales y de qué forma, en el final de la década de los setenta, otro grupo de empresarios, periodistas y políticos se implicaron para reflotar una empresa al borde del hundimiento, hasta llevarla a referente en la comunicación regional.
El día 1 de agosto de 1902 se editaba el primer número de El Diario Montañés, el periódico que ha narrado la historia de Cantabria durante doce décadas. El Diario es un testigo esencial de lo acontecido y un espejo en el que se refleja la memoria colectiva. Una definición de periodismo es aquella que afirma que los diarios son el borrador de la historia. La historia de Cantabria aparece, con nitidez, en las páginas de este periódico. Comprender las razones de su nacimiento es difícil con los criterios del presente. En agosto del año 1902 se editaban en Santander cuatro periódicos diarios y otros cuatro semanarios de información general, publicaciones que apenas constaban de cuatro páginas en tamaño sábana, un formato ahora desaparecido. La proliferación de diarios tenía su origen en la propia esencia de los mismos: en los albores del siglo XX cada publicación se correspondía con unos principios ideológicos muy concretos, adscritos directamente a alguna formación política, o a la defensa de determinados principios éticos o religiosos. En los primeros años del siglo XX, la única vía para difundir información y opinión eran las publicaciones impresas. La radio no dejaba de ser experimental y hasta el año 1933 no se fundó EAJ-32 Radio Santander, la primera emisora de radio que cubría una parte importante, pero en absoluto total, de la geografía de la provincia.
Durante las primeras décadas del siglo XX, el periodismo nada tenía que ver con el presente. Los diarios se fundaban como una prolongación de un partido político o de un grupo de intelectuales para defender causas concretas. Los periodistas no eran profesionales, salvo excepciones, y la gran mayoría trabajaba durante el día en diferentes empresas y la tarde la dedicaba a la tarea de redactor. Desde José del Río 'Pick', que era capitán de la draga, hasta tantos otros que ejercían en despachos de empresarios o eran funcionarios.
En un ambiente de creciente anticlericalismo, las organizaciones católicas entendieron que era preciso tener voz en los periódicos. Ese es el germen de la fundación de El Diario Montañés. Una iniciativa que pronto se vería confirmada por las tesis del santanderino Ángel Herrera Oria, que fue director de 'El Debate' y un cardenal que afirmó que la doctrina católica debía predicarse en los periódicos. Que los sermones en las iglesias no eran suficientes para enfrentarse a la ola anticlerical y que, al modo de San Pablo, era preciso abrirse al mundo y explicar la necesidad de la solidaridad, entonces caridad, mantener la libertad, esencia del alma humana, y la igualdad de todos los seres humanos al margen de razas, nacionalidades y creencias.
Tal día como hoy hace 120 años, en Cantabria se publicaban varios diarios: 'El Cantábrico', fundado en 1895 y que tuvo como referente al periodista José Estrañi. El partido socialista editaba 'La Voz del Pueblo' y se difundía el 'Boletín de Comercio', sin clara tendencia política, que informaba de forma aséptica. 'El Correo de Cantabria' se publicaba los lunes, miércoles y viernes y tenía como objetivo la defensa de determinados asuntos como el apoyo al alcalde Villa Ceballos y la denuncia de las tarifas del ferrocarril. Otro diario muy difundido fue 'La Atalaya', que defendida las tesis de los conservadores y tradicionalistas.
Con periodicidad semanal o mensual otras publicaciones competían por informar y defender distintas opciones políticas: 'La Hormiga', 'Adelante', 'El Centro Montañés' y una serie de periódicos de ámbito comarcal.
Los católicos eran conscientes de la campaña de determinadas formaciones políticas contra la Iglesia. Para tener presencia en el entonces incipiente universo de la comunicación se fundó, en el año 1900, la empresa La Propaganda Católica S.A. El propio nombre de la empresa proclama su identidad: católica. El accionariado se formó con las aportaciones de un grupo de profesionales, comerciantes y familias que suscribieron capital no con un ánimo de lucro, sino para defender unas ideas, sin ningún espíritu empresarial.
Entre los fundadores de la Propaganda Católica destacan personalidades como José Azcona, Ángel Jado, Martín de la Lama, José Zamanillo, Eduardo Huidobro, Nicolás de la Fuente... y la expresa tutela del obispado de la Diócesis. La Propaganda Católica comenzó apoyando al periódico 'La Atalaya', diario con adscripción en la derecha. Pronto hubo discrepancias entre el consejo de administración de La Propaganda Católica y en ese momento se decidió y ejecutó editar un nuevo periódico en Cantabria: El Diario Montañés.
La primera sede se ubicó en los bajos del palacio Macho, en la calle Hernán Cortés de Santander, en una manzana muy céntrica. Rodeados de los edificios del Mercado del Este y del Banco Mercantil, que pasó a ser Banesto y luego Santander. El edificio original ya no existe, porque un incendio destruyó completamente el inmueble el 16 de agosto de 1971. Sobre el solar se levantó un nuevo edificio que primero fue ocupado por el Banco Santander y en la actualidad es la sede de la Consejería de Economía del Gobierno de Cantabria.
El palacio Macho era propiedad de la empresa familiar Laínz. El incendio destruyó la documentación del periódico ya que Francisco Laínz era, en ese momento, presidente de Editorial Cantabria, la editora del periódico. Pedro Crespo de Lara describe, con precisión, el proyecto: «El Diario Montañés lo fundó un grupo de notables de la ciudad (el solo hecho de esta creación ya los distingue) próximos al Obispado, con una declarada vocación de servicio a los valores del humanismo cristiano». Esa idea seminal es esencial para entender la historia de un periódico que evolucionó con la sociedad a la que quería y quiere servir.
El mismo año del nacimiento de El Diario Montañés, Alfonso XIII cumplió 16 años. Terminó la regencia de su madre, María Cristina, y comenzó el reinado de Alfonso XIII, que concluyó con la proclamación de la República en 1931.
Ángel Quintana Lafita, primer director
Para encabezar el proyecto de Editorial Católica y lanzar un nuevo periódico, se contrató a Ángel Quintana Lafita, una persona con capacidad para escribir y para orientar El Diario Montañés en el objetivo de informar y defender a los católicos de los ataques, cada vez más virulentos, de grupos socialistas, anarquistas y comunistas. El director era casi el único periodista que trabajaba en exclusiva, ya que los redactores tenían la redacción como un segundo puesto de trabajo. Lo más costoso era disponer de una imprenta en la que componer e imprimir el periódico. En los talleres de tipografía se concentraba la mayor parte del personal y suponía una importante inversión y coste permanente que había que compensar con los ingresos por la venta de ejemplares y la publicidad.
Ángel Quintana sentó los cimientos del periódico, ya que estuvo al frente del mismo 23 años, desde el momento de su fundación en el año 1902 hasta su jubilación en 1925. Quintana, en sus propias palabras: «Luché sin tregua contra los enemigos de la religión y de España». Ángel Quintana tuvo una brillante trayectoria y además de dirigir El Diario Montañés fue presidente de la Asociación de la Prensa.
Los periódicos de las primeras décadas del siglo XX en poco se asemejan a los actuales. Eran publicaciones surgidas y seguidoras de los boletines de comercio o de las gacetas oficiales. Contenían poca información, tal como la entendemos en el presente, y no habían desarrollado los géneros periodísticos. No se realizaban entrevistas, ni se publicaban reportajes o informes. Por supuesto, la información gráfica no existía, salvo alguna excepción de caricaturas o dibujos.
La mayor diferencia con el presente consiste en que los diarios de hace 120 años carecían del denominado segundo nivel de lectura. Uno de los avances fue la presentación de las noticias de manera calibrada, de forma que el lector, con un primer vistazo, entendía lo que era importante o tenía menos trascendencia. Las páginas de El Diario Montañés, como las del resto de publicaciones, colocaban las informaciones siempre con el mismo tamaño y sin orden de prelación. Tampoco se titulaba como en el presente o como comenzó a hacerse en el segundo tercio del siglo XX.
Con una redacción pequeña y mucho entusiasmo, El Diario Montañés recién nacido se abrió un hueco en un paisaje poblado de cabeceras de diferentes tendencias.
El gran impulso de Joaquín Arrarás
Ángel Quintana dejó la dirección del periódico en el año 1925 tras una trayectoria extensa y fructífera de 23 años. Para sustituirlo fue nombrado Joaquín Arrarás (Pamplona, 1898-Madrid, 1975), un periodista mucho más político que Quintana y por ello imprimió contenidos polémicos al periódico. Desde el momento de asumir la dirección de El Diario se percibieron los cambios: titulares a dos y tres columnas, mucha más información local, nacional e internacional y la aportación de columnistas y comentaristas. El periódico experimentó una modernización sustancial.
Arrarás provenía del diario 'El Debate' y aportó a El Diario Montañés toda la experiencia de una nueva forma de hacer periodismo y de defender los principios católicos, en una sociedad cada vez más escorada hacia la demonización de la Iglesia, de los sacerdotes y de los creyentes. Durante su dirección, el periódico dejó su sede del palacio Macho, para instalarse, con nuevos y modernos equipos de impresión, en un edificio de la calle del Arcillero (inmueble que desapareció tras el incendio de Santander y que se ubicaba cerca del actual Pasaje del Arcillero). La etapa de Arrarás insufló ánimos e incrementó notablemente la venta de ejemplares, la circulación e influencia del periódico.
Tras la guerra civil, Arrarás fue el coordinador y director de una serie de publicaciones que bajo el título 'Historia de la cruzada española' recogió testimonios y crónicas de la guerra, siempre con una orientación a favor el ejército de Franco y del nuevo régimen dictatorial.
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