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En Cantabria proliferan las autocaravanas. Las hay por todas partes y pueden verse en primera línea de playa de muchos municipios costeros de la región. Es un turismo en auge que no pasa desapercibido. Si lo necesitan, tienen espacio donde quedarse porque «todos los ... campings aceptan autocaravanas», explica Eneko Valles, presidente de la Asociación de Campings de Cantabria. En estas instalaciones se acepta a todo el que vaya, quiera acampar y «pasar la noche», añade. Pero no les dan uso, casi nada. Además, hay otros sitios que son áreas concretas de autocaravanas. A pesar de ello, es más fácil encontrarlas pernoctando en lugares no habilitados, lo que, además de molestias a vecinos, genera un perjuicio económico.
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La solución a este problema, pasa por «controlar» este tipo de turismo y reglarlo. Un registro de quien está y quien no que siguen en los espacios habilitados como el área de Ribamontán al Mar donde pueden dormir y pagar por la luz. Un ejemplo de lo que ocurrió en ese municipio a lo largo del primer fin de semana de julio: había más autocaravanas fuera que dentro. Es decir, quien echara un vistazo pudo ver más vehículos estacionados en los alrededores que en el área. Y lo cierto es que el problema no está en el estacionamiento, sino en que aprovechen y pasen la noche allí donde no está permitido. Una polémica que se acentúa con el inicio de la temporada estival.
El problema tiene nombre y apellido: «Es el autocaravanismo sin control». Entre otras cosas, el trasiego sin ningún tipo de cuidado, puede provocar el deterioro de algunas zonas. La mayoría de las veces, la queja para no ir a un camping es el gasto de luz y agua que supone. Por eso lo de aparcar e intentar pernoctar de forma gratuita. Pero claro, el vehículo no necesita ninguno de los dos factores hasta que ambos se gastan y entonces es momento de acercarse a algún lugar donde poder hacer uso de estos servicios. «El 80% de los autocaravanistas van a sitios reglados, a parkings y a campings porque necesitan cargar agua y vaciar», explica el presidente de la asociación. Es decir, «son independientes hasta que se les acaba el agua». Aunque en ese momento pasen por un camping, el itinerario no cambia, siguen durmiendo donde no está permitido.
Eneko Valles - Asociación de Campings
Javier Ameste - Vecino de Bilbao
La solución es sencilla y pasa por un mayor control. En los campings hay «un registro y se conocen los datos de todo el que está instalado». Información que ahora, con los rastreos en caso de contagio, es más importante que nunca. Una situación que también provoca un «perjuicio económico» para el sector que ofrece un servicio no utilizado.
Las autocaravanas están en auge y «hay que tenerlo en cuenta», dice Valles, pero debe estar «reglado», insiste. Mientras el conflicto sigue, en el camping El Arbolado en Loredo, con tarifa para caravanas, los campistas disfrutan de un tipo de turismo que, parece, también se reafirma como una opción en la era poscovid. Entre los que tienen su vehículo instalado y el alquiler de bungalós, «estamos en torno a un 80%», dice Maite Gutiérrez, una de las propietarias. El movimiento más intenso es el fin de semana y reconoce que «estamos mejor de lo que pensábamos». ¿Y el perfil del turista? Nacional. Otros años se deja ver algún extranjero, sobre todo italianos, franceses y alemanes. Nada por el momento.
Entre los campistas muchos entienden la polémica porque un día viajaron en autocaravana. Es el caso de Javier Ameste y su mujer Amaia Uribarren, vecinos de Bilbao. «La conocemos. España no está preparada para este turismo», contaban ayer. A ellos les encanta la vida en el camping porque «nos da libertad» sin estar yendo y viniendo. Y su nieta lo disfruta. En estos tiempos que corren es «la mejor opción. Hay mucha gente comprando módulos», insisten.
También hay cántabros que se decantan por este turismo. Carmina y Pepe son de Corrales y hace 34 años que van de camping. Su primer impulso fue ir en autocaravana, pero lo de la carretera no les convenció y ahora la tienen instalada en el camping. Una vida que «nos gusta. El sitio es muy bonito», cuentan. Además allí hacen grupo con los vecinos y son casi como una familia: «Nos conocemos desde hace mucho tiempo». También destacan que es un lugar seguro porque «las medidas y la limpieza están muy bien». Para Fernando y Javier, de Zaragoza, allí la vida es «tranquila». Por las mañanas salen a pasear y disfrutan del «aire fresco» de Cantabria.
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