Un fino dibujo recorre su mano izquierda. Una línea de puntos que termina en una flecha. Es una metáfora en forma de tinta de lo que ha sido su recorrido hasta ahora.
Sara llevaba toda su vida practicando atletismo. A los 19 años fue a ver el partido del Racing contra el Barça, el último año del equipo cántabro en primera. Siempre le había gustado el fútbol, pero nunca se había planteado jugar, porque «aquí, en Cantabria, a ninguna niña se le habría pasado por la cabeza; no parece una oportunidad abierta para nosotras».
Sin embargo, esa oportunidad sí que surgió para ella y su hermana Elisa. Hicieron la prueba y entraron en el equipo. A su madre no le gustó mucho la idea. «El atletismo no le preocupaba, no implica lesiones ni es algo negativo porque mujer y hombre están bastante igual». Su padre estaba «encantado» y «creía que podíamos llegar a algo». No se equivocaba.
Sara ha jugado cinco años fuera, dos de ellos en Primera División y dos años en Segunda, ganando la Liga. Su hermana Elisa acaba de fichar por un equipo coreano en el mercado de invierno, diciendo adiós al Español, donde jugaba hasta ahora.
«Desde que empecé hasta el día de hoy han cambiado las cosas». Recuerda que en los primeros años, las niñas tan solo podían jugar en el Racing, no había más equipos. «Se han duplicado las fichas por 20 en los tres primeros años cuando la Federación propició una liga femenina».
Si hablamos de educación, Sara, que habla también con las manos, dice que a ella le han inculcado que del deporte no se puede vivir siendo una mujer. Tampoco se fomenta desde la base; «Yo paso por el patio del que era mi colegio y no veo ninguna niña jugando al fútbol. Y si la viese, le pasaría lo mismo que a mí; le llamarían marimacho». Eso, añade «son cosas que aprendes en tu casa, no en el colegio». Recuerda pasear por Barcelona, con compañeras de su equipo, a las que reconocían por la calle y pedían fotos. «Aquí las chicas que juegan al fútbol no están valoradas».
Esforzarse el doble para conseguir lo mismo
«Ella verá el cambio mucho más que yo». Se refiere Sara a su madre, que ha trabajado toda su vida en un banco. De cara al público el trabajo es el mismo, explica, pero incluso ahí vivía desigualdades de salario o trato. Ahora, su jefe, con 28 años, es mujer, algo que nunca imaginó. «Al final, si eres mujer, en general tienes que trabajar mucho más para conseguir lo mismo»
Pero no les niega los ánimos. «Que se atrevan, que hagan lo que les gusta y se creen que puede valer para ello, que trabajen muy duro para conseguirlo». Ese sería su mensaje para todas aquellas jóvenes que se plantean el fútbol como una opción de futuro.
«Las nuevas generaciones van a poder vivir del fútbol femenino sin ninguna duda». La televisión le da espacio, tiene repercusión, gusta y mucha gente lo ve. Se está apostando económicamente. «Si fuese padre de una niña que quiere dedicarse al fútbol, la apoyaría a muerte para que pueda cumplir sus objetivos», afirma contundente.
Precisamente, acaba de firmarse el convenio para regular el fútbol femenino. Un documento que incluye aspectos tan básicos como el amparo en caso de que una jugadora se quede embarazada, algo que ni se contemplaba, porque el marco legal para las mujeres se había limitado a copiar tal cual el que rige el deporte masculino. Con todas sus distancias y salvedades. Se ha regulado el sueldo; las diferencias entre unos y otros equipos era abismal. «Si no apuestas económicamente, no podrás traer a buenas jugadoras a tu equipo». Ahora hay una base de la que partir. «Era necesario para que todo el mundo tenga unas normas que seguir», indica.
Respecto a su percepción individual, cree que se está luchando mucho por la igualdad y se está consiguiendo avanzar.
«Yo, en mi campo, vivo la desigualdad máxima, pero lucho por el cambio», explica. «Al final, cada una, poniendo su granito de arena, puede conseguir que la igualdad se haga realidad». «Seguramente, otras mujeres, trabajando día a día, tengan oportunidades que a nosotras se nos están negando» y añade el punto de vista masculino; «Muchos amigos de mi edad luchan por la igualdad entre hombres y mujeres. Antes no entendían que esa diferencia ocurría, pero ahora se ponen en nuestro lugar».
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