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Tanto Gema Igual, la alcaldesa de Santander, como Miguel Ángel Revilla, el presidente autonómico, aprovecharon –más allá de dar las gracias por traer a Cantabria el acto– su intervención para un 'y de lo mío, ¿qué?' con el presidente del Gobierno sentado en primera fila ... . Pero Sánchez ya traía el discurso preparado de casa y apenas recogió el guante en clave local. El presidente presumió de gestión durante la crisis y aprovechó, en ese ámbito, para anunciar que el Consejo de Ministros aprobará este martes la subida del salario mínimo interprofesional (SMI) o para avanzar que espera que el acuerdo para prorrogar los ERTE pueda alcanzarse «esta semana».
Revilla le había tirado, sobre todo, por el tema de la financiación autonómica. Y, si bien Sánchez no dijo gran cosa, sí que encontró algo de comprensión en la vicepresidenta Yolanda Díaz. «La salida en materia de financiación autonómica no puede estar volcada en los intereses de comunidades autónomas que concentran el grueso de la población y también de la riqueza», aseguró la ministra de Trabajo. «Cuenten conmigo para una financiación que nos tenga en cuenta a todos». Y eso le sonó bien a Revilla. La celebración en el Centro Botín de las jornadas 'Diálogos sobre el Futuro del Trabajo', organizada en Santander por la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia (un órgano del Gobierno), fue el pretexto para discursos y reuniones. Puesta de largo con el presidente Sánchez y la vicepresidenta, Yolanda Díaz, ponente estrella en la primera mesa redonda. Pero Díaz había mantenido un encuentro previo con Revilla. La ministra de Trabajo reconoció que «una plaza de médico o una plaza de dependencia en Cantabria no cuesta lo mismo que en Madrid». «No entender esto en términos de financiación –apostilló– es no comprender España». El ejemplo encaja justo con la reivindicación de Cantabria. Financiación por coste de los servicios y no por población.
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Díaz apeló a su «mirada gallega» para «calibrar con mayor delicadeza» algunos temas «muy importantes» para las comunidades del norte, «una España que necesita de una mirada diferente». Y, al oír todo esto, a Revilla se le iluminaron los ojos. «Tenemos en Cantabria –dijo el presidente regional– una aliada en el tema de la financiación autonómica y en mantener, como tenía Galicia, Asturias y Cantabria, una coexistencia pacífica entre los lobos y los ganaderos». Y, ya puestos, ante la buena respuesta lanzó algunas flores a la dirigente de Podemos: «Es tan sensata que coincide en planteamientos que para Cantabria son muy importantes».
Ya en la inauguración de las jornadas en el Centro Botín, la acogida por parte del Gobierno –del presidente Sánchez, en este caso– fue menos consistente. La alcaldesa de Santander, Gema Igual, lanzó algunos mensajes soterrados al repasar lo que se había hecho desde el Ayuntamiento frente a la pandemia. Habló de bajada de impuestos, de ayudas directas y dejó caer que «el dinero de los impuestos que pagan los santanderinos tiene que ir dirigido a los santanderinos» (al hilo de tener más margen de maniobra para gastar los remanentes de tesorería). Menos indirecta fue con su última reivindicación. «Lo hemos hecho solos, sin ayudas. Pido que los ayuntamientos tengamos más cabida en esos fondos europeos». Se presentarán a «todas las convocatorias», pero reclaman «agilidad en los trámites administrativos».
Javier Botín, presidente de la Fundación Botín, hizo de anfitrión. A él le correspondió la primera intervención en las jornadas. Por supuesto, empezó por el «honor» de acoger el acto y destacó el hecho de que se contara «con una institución del sector social». Y ahí centró su mensaje. En Fundaciones que han hecho «más con menos» y han sido «un factor importante en la recuperación». «Los empresarios y las fundaciones podemos ayudar en la definición de estrategias y en la implementación de programas concretos». Fue un alegato a favor de la colaboración de los sectores público, social y privado.
Luego le tocó a Revilla. Tras recordar su «interesantísima reunión» previa con la vicepresidenta, intentó buscar lo mismo en Sánchez. Con algún reproche: «Hay mayor centralismo que nunca» o «todos hablamos el mismo mensaje, pero luego las medidas no se corresponden». Hablaba de lucha contra la despoblación y de financiación autonómica. Y sacó la lista en clave local: que todas las regiones aparecen en el mapa del Corredor Ferroviario Atlántico menos Cantabria («¿Qué hemos hecho?»), que si la financiación sigue sólo criterios de población «será la puntilla» a lo de «equlibrar territorios» o que «si predicamos que la gente no se vaya de los pueblos, que alguien explique cómo vivimos sin ganadería» (por el tema del lobo).
Sánchez, de forma concreta, no le respondió a casi nada en su discurso para inaugurar las jornadas. Si acaso, a la reivindicación de mejorar la Formación Profesional, para la que anunció inversiones por valor de 5.500 millones de euros de aquí a 2024. Pero el resto de la intervención fue exclusivamente en clave nacional.
Más allá de un par de anuncios concretos, aseguró que los datos de empleo muestran que «la recuperación va cobrando fuerza y que estamos yendo de menos a más» y repitió en numerosas ocasiones dos de sus palabras 'mantra': unión y diálogo. Sobre todo –y así de paso mandaba un recado a la oposición–, frente al «griterío» en política y la «crispación».
Sí que habló de «igualdad territorial», de cohesión, pero sin entrar de lleno en el fondo del debate. El cómo, el modelo –lo máximo que llegó a 'mojarse' en este asunto fue mostrarse partidario a que las instituciones públicas no se concentren sólo en Madrid–. Éxito de vacunación, movilización de 200.000 millones en «periodo récord»... Pero, en lo que se refiere a la agenda cántabra, sin entrar de lleno.
«Hacer de la política un instrumento útil, que huya del griterío y se centre en lo importante». Fue de las primeras cosas que dijo Pedro Sánchez, que se sirvió de una «anécdota» con una madre en La Palma –«me dijo que no nos olvidáramos de ellos»– para construir un discurso con algún anuncio –la aprobación este martes de la subida del SMI o de la primera fase del plan de ayudas para la isla canaria–, más de un dardo hacia la oposición y, por encima de todo, mucho repaso a su gestión en estos meses de pandemia en términos, claro, muy positivos.
Habló de la importancia de las «democracias sólidas». «Siempre fue necesario, pero creo que hoy es imprescindible», dijo antes de llevar su discurso hacia lo que considera un «bloqueo absolutamente inexplicable, que debe instar a la oposición a que cumpla con el mandato de la Constitución». Hablaba, sin nombrarlo, del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), pendiente de renovación desde hace «1.028 días», y del PP (volvió a hacer referencia a «revertir los recortes»).
Tras repasar los datos de vacunación como éxito, reivindicó «el valor de la unión». Que todas las instituciones –remarcó– trabajen «codo con codo». Otra vez esa idea –en la que Sánchez insiste en poner a su Gobierno como ejemplo– frente a la «crispación» y «griterío». «Necesitamos una política útil. A eso se dedica el Gobierno de España. De eso tratan estos diálogos, pura política útil», remató en la línea argumental de defender a ultranza lo hecho por su Ejecutivo («hemos movilizado 200.000 millones, se dice pronto»).
A un terreno más concreto bajó su idea de que el ERTE sea una «alternativa a los despidos», un mecanismo «de flexibilidad» alternativo y que se quede como instrumento útil. Y aquí hiló con los datos de empleo actuales, «que demuestran que la recuperación va cobrando fuerza y que estamos yendo de menos a más». Habló, en esto, de aprovechar para aumentar el consumo la «bolsa de ahorro embalsado» y «las expectativas de mejora de la economía». «La combinación de todas estas medidas –ERTE, créditos, ayudas europeas...– nos han permitido casi recuperar niveles de empleo previos a la pandemia». Y comparó esto, en un año y medio, con los «doce años» transcurridos para la recuperación tras la anterior crisis económica en España.
Ligado al trabajo, objeto de las jornadas en el Centro Botín, el presidente aseguró que la pandemia ha supuesto una «reubicación» en el mercado, lo que le sirvió para profundizar en sus planes de transición ecológica o digital. «Y eso va a exigir un diálogo intenso» o «impulsar la colaboración público-privada». Defendió su nueva ley educativa con el objetivo de reducir el fracaso escolar y mejorar, a la larga, la productividad. Y se refirió, en este mismo contexto, a los planes fijados para la universidad y la formación profesional.
«Sin cohesión, sin igualdad teritorial o de salarios entre hombres y mujeres, sin justicia social, no hay desarrollo». Fue el anticipo (antes de un elogio final a Europa como «certeza») para defender medidas como el Ingreso Mínimo Vital o la subida del salario mínimo. O sea, para reivindicar, otra vez, su gestión.
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