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Ainoa Quiñones, Miguel Ángel Revilla, Yolanda Díaz, Pedro Sánchez, Javier Botín, Joaquín Gómez y Gema Igual, en el Centro Botín.

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Ainoa Quiñones, Miguel Ángel Revilla, Yolanda Díaz, Pedro Sánchez, Javier Botín, Joaquín Gómez y Gema Igual, en el Centro Botín. Alberto Aja

«Póngase ahí, señor presidente»

Bajo fuertes medidas de seguridad, una fina lluvia y las bocinas de los ganaderos a lo lejos, Pedro Sánchez posó en un Centro Botín acordonado

Marta San Miguel

Santander

Lunes, 27 de septiembre 2021, 18:47

«Pocos presidentes movilizan tantas medidas de seguridad, ¿no crees?». El reportero de la televisión nacional está asomado a la barandilla del Centro Botín y mira hacia los Jardines de Pereda. Desde ahí, solo se ve la parte trasera de un furgón de la Policía Nacional y pedazos de pancartas de los ganaderos que protestan, tapados por los árboles. El presidente Pedro Sánchez está a punto de llegar y el reportero se resguarda de la lluvia en la tejavana que protege el acceso al salón de actos. Entonces, el responsable de seguridad de Moncloa –Pedro, un Guardia Civil vestido de traje oscuro–, convoca a todos los medios y les empieza a dar indicaciones. «Primero todos ahí», y señala un lateral de la terraza. «Y después, para el posado, os movéis rápido y os colocáis allá», dice con el pinganillo colgando de la oreja. Los gráficos se mueven como un ejército y forman dando la espalda a la bahía. Tiene sus cámaras preparadas para disparar, pero ante ellos, en el suelo de la terraza mojada, solo hay unos pedazos de papel pegados al suelo con cinta aislante negra, separados entre sí a una distancia idéntica. En ellos se leen cargos institucionales; delegada del Gobierno, presidente de Cantabria, vicepresidenta 2ª, el presidente de la Fundación Botín, del Parlamento, alcaldesa de Santander... ¿y en el medio? ¿Por qué hay un hueco que no requiere de pegatina ni nombre?

Son las diez y media de la mañana, y alrededor del edificio de Renzo Piano no se ve gente. Puede ser la lluvia o las estrictas medidas de protección las que han vaciado de público el anfiteatro del Centro Botín. Adentro, en cambio, la sala está llena de invitados para asistir a los 'Diálogos sobre el Futuro del Trabajo', organizados por la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia, un nombre enjundioso para describir un foro en el que los ponentes trataron de vislumbrar si el día de mañana habrá trabajo para todos, o qué tipo de trabajos, si los robots nos desbancarán o cuánto tiempo le dedicaremos a esos posibles empleos. ¿Hay otro futuro posible?, parecían preguntarse todos los ponentes que fueron pasando a lo largo de la mañana por el mismo escenario donde Pedro Sánchez habló en la sesión inaugural, agarrado al atril y con una pantalla al fondo de la sala que le proyectaba el discurso y que no miraría ni una sola vez.

Tras acabar el acto en el foro, el presidente se reunió con jóvenes emprendedores en el Global Youth Forum, en el Palacio de la Magdalena. DM

«Ya viene», dicen los de protocolo sin la gesticulación militar que gastan los hombres con pingaillo que ocupan cada esquina del edificio. Primero llegan a la terraza los cargos institucionales, y cuando están formados en fila, lo hace él: corbata morada, traje azul oscuro, y la mano al corazón en vez del tradicional saludo, cada vez que baja la cabeza ante su interlocutor desde su 1,90 metros de altura. También bajará ligeramente la cabeza al hablar después, mirando a la sociedad civil cántabra, que aguardaba una alusión directa en su discurso a la realidad de la región que no llegó; desde el vicepresidente del Gobierno, Pablo Zuloaga, o el rector de la Universidad de Cantabria, Ángel Pazos; desde el presidente de la CEOE, Enrique Conde, al diputado del Congreso por el PRC, José María Mazón; desde los secretarios generales de UGT y CCOO, Mariano Carmona y Rosa Mantecón, a los responsables de Coercán (Miguel Ángel Cuerno y Gonzalo Cayón). Pedro Sánchez habló de su «política útil que huye del griterío», confirmó que el Consejo de Ministros aprobaría este martes la subida del Salario Mínimo Interprofesional, que esta semana se prorrogarían los ERTE, y lo hizo ante las mismas autoridades ante las que se había puesto la mano en el corazón, esos mismos que en su turno de intervención le pidieron, que Comillas sea la próxima sede para la cumbre de la OTAN en 2022 (Revilla), o que los ayuntamientos tengan más cabida en los Fondos Europeos (Igual), entre dos carteles con la palabra 'Diálogo' escrita bien grande.

No importó que apenas dedicara un par de choques de nudillos en su salida rápida de la sala, tampoco que uno de los invitados le parara para decirle «Deje ya usted de mentir», como oyeron varios asistentes y confirmaron miembros de su equipo. Él había hablado para convencer de su gestión, de izquierda a derecha, como por riego por aspersión; y sobre todo, ante las cámaras de televisión, cuyo minutado iba a ocupar los telediarios –lástima que el día que la bahía iba a salir en 'prime time', una nube tapara hasta la punta de Peña Cabarga–; esas mismas cámaras que grabaron su llegada al Centro Botín con los cencerros de fondo, con Revilla deambulando con las manos a la espalda como esperando a que sucediera algo, y con Yolanda Díaz charlando con Javier Botín, como parte de una animada distopía. En realidad, el futuro del trabajo era esa foto. «Póngase ahí, señor presidente», le dijo alguien a Sánchez, justo ahí, donde no hace falta pegatina en el suelo porque todo está a su alrededor.

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