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Hoy, 10 de febrero, las mascarillas -en teoría- vuelven a desaparecer de las calles. A pesar de que al fin dejan de ser obligatorias en exteriores, la gente las sigue usando. Se ve claramente por el centro de Santander, al menos en estas primeras horas ... del día. Pocos se han despojado de un atuendo impuesto por las autoridades sanitarias para frenar los contagios.
Hay que recordar que las mascarillas retornaron, en medio de numerosos cuestionamientos y con la sexta ola disparada, el 24 de diciembre, después de casi cinco meses en que no habían sido obligatorias en espacios exteriores, pero en la región se estuvieron usando todo el verano y el otoño de forma masiva. Estos 48 últimos días de imposición, en Cantabria se han registrado 64.574 contagios nuevos, de los cuales la variante Ómicron ha sido la gran culpable, según los expertos.
Y lo cierto es que, al menos en Santander, se ven más rostros cubiertos que sin mascarillas. Quien no la lleva puesta, como era habitual hasta ahora, la tiene preparada en la mano, porque esta 'prenda' que se ha hecho común desde hace casi dos años, aún es necesaria en los interiores.
Un paseo por la ciudad
A las 8 de la mañana los chavales que entraban al Colegio Purísima Concepción de la calle Alta llegaban todos con mascarilla. Desde hoy ya no la tendrán que llevar en los patios, pero seguirán con ella dentro de las aulas. Los padres que les acompañaban, en su mayoría, vestían también mascarilla. En las paradas del autobús -tal vez porque en el transporte público sigue siendo obligatoria- casi el cien por cien de los santanderinos en Jesús de Monasterio, las Estaciones o la calle Castilla tenía la mascarilla puesta. Igual que en los accesos a las estaciones de tren.
Charo
Pasan las horas y en el centro de Santander siguen predominando las mascarillas por la calle. Se ven algunos ciudadanos sin ella, o con el cubrebocas atado a la muñeca, pero mayoritariamente, la gente se sigue protegiendo de la misma manera.
Charo, frente al Ayuntamiento de Santander, mantiene la protección con mascarilla. «La mantengo por precaución. Aunque haya distancia, me sigue dando respeto», indica. Charo se la retirará, se sentirá cómoda para hacerlo, cuando bajen los indicadores.
Guillermo
Guillermo cruza la Plaza del Ayuntamiento, poco transitada a estas horas, sin mascarilla. La lleva guardada para usarla en interior. «Tenía ganas, sí. Y creo que la gente se irá acostumbrando».
En los exteriores del Mercado de La Esperanza también se ven muchas más mascarillas que caras despejadas. Una pareja abandona el recinto, ambos protegidos con mascarilla. Aunque hay ganas de liberarse, la usarán en la zona centro porque hay más «aglomeraciones».
Jorge y Hannah toman café y té en la terraza de un local de la calle del Rubio. Jorge celebra el fin del uso obligatorio de las mascarillas y confía en que la medida cunda. «En espacios abiertos no voy a llevarla. Creo que va a costar que la gente se acostumbre por la incertidumbre y porque hay constantes cambios de normativa. Va a ser complicado», reflexiona Jorge.
Hannah
Hannah, estudiante Erasmus en la UC, natural de Hamburgo, lleva apenas unos días en la ciudad. Le sorprende la forma de prevenir el virus en las calles de España. «En Alemania no se usa tanto la mascarilla en exteriores. Aquí es todo distinto, un poco raro para mí, quizá», cuenta mientras apura su té con leche. El fin de las mascarillas al aire libre le parece «mejor» en cualquier caso.
Por la misma calle camina Víctor; paso ligero, mascarilla blanca Fpp2. Él se ha acostumbrado a cubrirse en el espacio público. «Es un detalle con uno mismo. Al principio me resultó un suplicio pero ahora me he acostumbrado. No me molesta y ayuda a prevenir otras enfermedades», comparte con este periódico.
Más allá, en el entorno de la Plaza de las Cervezas también se usa mayoritariamente la mascarilla.
A partir de este jueves la decisión de llevar tapabocas o no al aire libre dependerá exclusivamente del criterio individual. También en espacios concurridos o cuando se formen aglomeraciones, donde solo será una recomendación. No obstante, seguirá siendo obligatoria en el transporte público y en aquellos eventos multitudinarios -da igual que sean en exterior- si los asistentes están de pie. Además, habrá que llevarla si los actos se celebran sentados pero no se garantiza la distancia de 1,5 metros.
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La gran novedad es sobre todo para los escolares, porque si bien en la calle ha habido temporadas en las que no era obligatoria, ellos sí las han tenido que llevar de forma continua en los centros educativos, el patio incluido. Así que los alumnos cántabros sentirán hoy el primer alivio de las estrictas restricciones que se decretaron después de que volvieran a las aulas en septiembre de 2020 tras el confinamiento duro de la primavera de ese año. En estos últimos 16 meses, los estudiantes han llevado mascarilla tanto en las aulas como en los espacios abiertos de los centros, además de recibir clase con las ventanas abiertas o de encuadrarse en grupos burbuja, sin apenas contacto con el resto de los compañeros. Las familias en Cantabria han avalado la medida, con prudencia, con ansia de que vuelva la normalidad a los colegios.
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El Consejo de Ministros aprobó este martes el decreto que pone fin a la obligatoriedad de la mascarilla en exteriores y que cambia los protocolos de las escuelas. Aunque no de forma definitiva, la mascarilla irá desapareciendo progresivamente del paisaje urbano. El Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas respaldaron la medida este lunes casi por unanimidad, con la única abstención del País Vasco.
Pero el Consejo Interterritorial extraordinario en el que se tomó la decisión también acordó recomendar que la mascarilla continúe utilizándose en calles con aglomeraciones y en eventos multitudinarios de pie (conciertos, por ejemplo) y en los que el público esté sentado, pero no se pueda mantener la distancia de seguridad de 1,5 metros.
La mascarilla al aire libre que se eliminó el 26 de junio de 2021, volvió a ser obligatoria en España el 24 de diciembre, después de que lo acordara la Conferencia de Presidentes. Fue la única medida que se tomó entonces, cuando la variante ómicron había comenzado a disparar el número de contagios y se preveían unas Navidades complicadas, pero desde el primer momento, esta decisión se topó con las críticas de los especialistas.
La mascarilla en exteriores ha sido la restricción más simbólica, y más polémica, de la pandemia porque no estaba avalada por la evidencia científica. Los expertos han explicado que la inmensa mayoría de los contagios (hasta el 97%, según un estudio) se producen en interiores, cuando están mal ventilados, y al aire libre, el riesgo de infección es muy bajo.
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