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Miguel Ángel Revilla intentará resistir al asedio de un PP al que no solo le vale ganar. El gobierno de Cantabria, como suele ser habitual, será cosa de dos. Y PSOE y Vox lucharán por ese papel secundario, de socio necesario para arañar algunas consejerías. Mientras tanto, Podemos y Ciudadanos solo aspiran a meter el pie en el hemiciclo.
Miguel Ángel Revilla PRC
Después de tocar el cielo en 2019 con su primera victoria electoral, Miguel Ángel Revilla lleva cuatro años aferrado al manual de resistencia. Primero fue la gestión del covid, después su pulso con Pedro Sánchez en la investidura, luego los trenes que no entraban en los túneles y, al final, el caso de corrupción en Obras Públicas. Ha sido, como mínimo, una legislatura temblorosa para el PRC, y a pesar de ello presenta candidaturas en los 102 municipios de la región (uno en coalición). No hay desbandada en el regionalismo, pero sí inquietud por el desgaste que la acción de gobierno y los últimos escándalos provocará en las urnas. Revilla ha colado al PRC en el Congreso y ha conseguido –no sin tensiones– que Sánchez cumpla con las deudas que el Estado mantenía con Cantabria –en dinero y plazos de obras–, pero las mordidas de un funcionario en los contratos de carreteras y cierta sensación de final de ciclo pesan al otro lado de la balanza. Sus 14 (casi 15) diputados logrados en 2019 parecen ahora un horizonte muy lejano, pero Revilla, a sus 80 años, confía en resistir la embestida gracias a Torrelavega, el crecimiento en Santander con Felipe Piña y, cómo no, al tirón mediático de su propia figura.
María José Sáenz de Buruaga PP
La líder cántabra del PP, aunque no le guste la comparación, comparte con Revilla la misma capacidad de resistencia. Sólo hay que echar un vistazo al retrovisor. Desde el año 2017, María José Sáenz de Buruaga se ha enfrentado a un Congreso cainita en el que el partido quedó totalmente fracturado; apostó por el caballo perdedor –Soraya– en la pelea con Pablo Casado; aguantó la humillación de que la sustituyeran por Ruth Beitia y sufrió un fuerte varapalo en las elecciones de 2019, cuando el PP dejó de ser el partido más votado en Cantabria por primera vez en 24 años. Pero ahora las encuestas colocan al PP, de nuevo, por delante del PRC. Es una bocanada de aire para Buruaga, alentada por los últimos tropiezos de los regionalistas en el Gobierno. 'Cantabria, despierta', dice su lema de campaña, en el que intentará desacreditar a Revilla por imitación con Pedro Sánchez. «Son lo mismo», no se cansa de repetir. Pero el PP también tiene sus propios obstáculos. El primero, y más importante, que no le valdrá con ganar para gobernar. La suma PRC+PSOE podría ser suficiente para desactivar una hipotética alianza de los populares con Vox. Tampoco convencen algunos de los candidatos municipales en plazas importantes como la de Torrelavega.
Pablo Zuloaga PSC-PSOE
El PSOE cántabro fue la fuerza más votada en las elecciones de 1991, con Jaime Blanco a la cabeza. Desde entonces comenzó una caída libre que le descalabró a la segunda posición y, después, a la tercera del Parlamento regional. Desde que Zapatero obligó a Dolores Gorostiaga a entregar la presidencia a Revilla, los socialistas se han instalado en una zona de confort en la que Pablo Zuloaga ha encontrado un hábitat en el que se siente cómodo. El líder del PSOE parece conforme con ese papel secundario, a la sombra de Pedro Sánchez y Miguel Ángel Revilla, que le permite tener su cuota de protagonismo y de gestión en el Gobierno. En el partido están satisfechos con todo lo que sean 6 o 7 diputados. No hay presión. Por eso, Zuloaga ha armado una candidatura para seguir gobernando, no para hacer oposición, convencido de que Revilla le volverá a dar la mano para entrar en Peña Herbosa otros cuatro años, a pesar de aquel enfrentamiento –ya suavizado– cuando el PRC retiró su apoyo a la investidura de Pedro Sánchez. Eso le permitiría cortar la cinta del Mupac, su mayor aspiración en estos momentos. En el partido le reclaman, eso sí, cierta dejadez con los comités locales, donde Zuloaga está muy lejos de levantar pasiones.
Félix Álvarez Ciudadanos
Ciudadanos recuerda a la Gloria Swanson de 'El crepúsculo de los dioses', aquel reflejo decrépito de otros años dorados que tan bien supo dibujar Billy Wilder. En 2019, las encuestas llegaron a dar hasta cinco diputados a la candidatura de Félix Álvarez en Cantabria. Hoy no existe ninguna que se atreva a pronosticarle un solo escaño en el Parlamento. El partido se ha derrumbado en Cantabria tan rápido como lo ha hecho en Madrid. Cuesta creer que la legislatura pasada fuera clave para que el Gobierno PRC-PSOE aprobase sus presupuestos dos años consecutivos. Ciudadanos está abocado a la irrelevancia en el Parlamento, pero Félix Álvarez, sin presión y relajado porque sabe esto desde hace muchos meses, sí defiende las posibilidades de su partido en algunos de los municipios clave de la región. Han conseguido retener a Javier Soberón en El Astillero, donde sueñan con la mayoría absoluta; confían en que Javier Ceruti conserve al menos un asiento de concejal en el Ayuntamiento de Santander, y que Ricciardiello haga lo mismo en Torrelavega. La refundación nacional no parece haber servido de mucho, pero Álvarez conserva viejos amigos poderosos, como Inés Arrimadas, que siguen echándole un cable por si los milagros acaban existiendo.
Leticia Díaz Vox
Si el 28M será una fecha clave para muchos partidos, en el caso de Vox lo será aún más. Se jugará el ser o no ser. Las urnas dirán si Santiago Abascal tiene entre su manos una fuerza consolidada o solo una muleta temporal para el centroderecha. Aquí, en Cantabria, Vox se ha convertido en la línea roja a la que nadie se quiere acercar. El PRC, por supuesto, pero también el PP, aliado con la boca pequeña en otras regiones. Buruaga se quiere distanciar de ellos, sabedora de que pescan votos en el mismo río. De momento, las encuestas anticipan un crecimiento de Vox, aunque con menos entusiasmo que el año pasado, cuando aún no se había teatralizado la moción de censura en el Congreso. Lo que sí ha conseguido el partido de Abascal en Cantabria es potenciar su implantación territorial con 40 candidaturas municipales frente a las 11 de hace cuatro años. Pero también se le ha movido el suelo bajo los pies en esta recta final. La elaboración de las candidaturas resquebrajó la dirección regional y provocó la salida airada de la mitad del equipo de Emilio del Valle. Leticia Díaz, exPP y con pasado regionalista, también siembra alguna duda como candidata a la presidencia entre sus propias filas.
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Daniel Martínez (Texto)
Mónica Rodero Podemos/IU
A Podemos le ha costado cuatro años recuperar cierta paz interna tras inmolarse la pasada legislatura. Su irrupción con tres diputados en el Parlamento, en 2015, desembocó en traiciones y enfrentamientos que aniquilaron la imagen del partido de Pablo Iglesias en Cantabria. En 2019 tampoco supieron llegar a una alianza con IU para mantener sus escaños. Los históricos desencuentros de la izquierda que tantas veces han echado por tierra las confluencias fueron, en este caso, mortales para sus aspiraciones políticas en Cantabria. Juntos hubieran logrado ese 5% de los votos que da derecho a dos asientos en la Cámara. Por separado se quedaron fuera. Una situación que ambos tenían claro que no podía repetirse. Estaban condenados a entenderse para tener alguna oportunidad este año, y aún así el pacto ha caminado por la cuerda floja hasta el último suspiro por culpa de los protagonismos en las listas. Mónica Rodero repite como candidata y suena como 'plan B' de Revilla por si la suma con el PSOE no es suficiente. No sería la primera vez que se apoya en ellos. En 2015 respaldaron su investidura, pero esta vez Podemos no se contentará con una palmada en la espalda. Querrán sentarse en la mesa del Consejo de Gobierno.
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