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Ni el alza del precio de los combustibles, la subida de la cesta de la compra o el incremento de la factura de la luz parecen amilanar al turista que ya ha planificado sus vacaciones estivales en Cantabria. El sector hotelero registra ya una ocupación ... del 90% para este mes de julio: las vacaciones son sagradas pese al aumento de precio de la estancia media, que asciende en algunos casos a un 20%.
Los temores económicos no frenan las ganas de escapada porque para muchas familias es casi una cuestión de salud mental. Máxime después de dos años de pandemia que han dejado cuantiosas secuelas emocionales. «La gente tiene ganas de salir. Van a venir. Quizá no gasten todo lo que gastaban, pero vamos a tener turistas y eso es una buena noticia», explica Daniel Fidalgo, responsable de los hoteles Silken Río y Silken Coliseum, en Santander.
80% es la ocupación media que han tenido los hoteles de Santander en el mes de junio
4 días continúa siendo la estancia media en la región, que se mantiene pese a los costes
20% es el incremento de precios que alcanzan las habitaciones en algunos hoteles
Reducción de gasto El cliente mantiene la reserva hotelera pero se ha ajustado el bolsillo para ahorrar en restauración
Turismo rural En junio no subió del 35% de ocupación y aún no han despegado las reservas para julio
Esta inercia positiva comenzó ya el pasado mes de junio, cuando se registraron niveles de ocupación superiores al pasado año por estas fechas. «Hemos estado a un 80% y es algo muy reseñable porque es muy alto para ser junio», indica Emérito Astuy, gerente del hotel y restaurante Astuy, en Isla.
Daniel Fidalgo | Hoteles Silken
Eneko Valle | Presidente Asociación de Campings
Idéntica cifra manejan otros profesionales del sector, por ejemplo, en la capital cántabra: «Se nota mucho la afluencia de turistas extranjeros con los vuelos llegados al aeropuerto Seve Ballesteros. Habremos ocupado el 83% de la habitaciones este pasado mes de junio. Muy contentos», comenta Ruth Cervilla, directora del hotel Chiqui, en El Sardinero. Y julio sólo va a mejorar esas cifras. Por lo pronto, para este primer fin de semana del mes las reservas hoteleras se mueven en una horquilla entre el 90% y el 100%.
El representante de los hosteleros avanzó las razones de este éxito hace unos días en El Diario Montañés: «Ahora estamos recogiendo los frutos de lo que hemos trabajado en los dos pasados años», dijo Ángel Cuevas. Y es que suceden dos hechos. Uno, que el primer verano sin restricciones va a traer una normalización del turismo. «Tenemos confirmaciones de muchos clientes que eran habituales y que habían dejado de venir por el covid», confirma Carmen Pérez, directora del hotel Victoria, en El Sardinero. «Es un gusto poder volver a esa normalidad y tenerlos por aquí», añade.
Dos: mucha gente ha conocido Cantabria en pandemia. Son esas familias que decidieron cambiar de destino vacacional en favor de un lugar con menos aglomeraciones, con más naturaleza y donde encontrar una oferta que va más allá del sol y la playa. «Nos han descubierto y ahora quieren repetir», detalla Cervilla.
Lo mismo ocurre con el cliente más selecto. En el Hotel Real se nota también el cambio de concepto turístico. «Ahora la gente viene con un propósito mucho más concreto: ya sea cultural, gastronómico, deportivo...». Y ello no está exento de desafíos: «Va a ser necesario abordar modelos basados en calidad, digitalización y sostenibilidad cada vez más orientado al cliente», revelan fuentes de este hotel.
La montaña, el turismo cultural, las visitas ineludibles a las infraestructuras de Cantur o las escapadas rurales han marcado la diferencia en estos dos años de covid. La naturaleza y el entorno verde es un valor cada vez más al alza; aunque, paradójicamente, a este turismo le esté costando más despegar en este principio de verano. «Junio ha estado bien, pero hemos andado en una ocupación del 35%», explica Jesús Blanco, presidente de la Asociación de Turismo Rural de Cantabria. La actividad se ha circunscrito exclusivamente a los fines de semana, y eso impide, por ahora, un despegue claro.
Julio se plantea con mayor optimismo. «Lo bueno que estamos notando es que la gente va a venir. Incluso pese a los problemas con la economía, a que las familias tienen menos dinero, a que no se sabe qué va a pasar con la guerra y con las nuevas variantes del virus. Todo el mundo está harto y ha decidido que tiene que vivir el día a día porque mañana no se sabe qué va a pasar», explica en tono casi filosófico. Luego se torna más práctico: «Para los fines de semana contamos ya con una previsión del 85% de visitas», pero los días entre semana continúan en el aire y se definirán en la reserva de última hora.
Para algunos profesionales la clave de estas decisiones de último minuto está en la previsión meteorológica. «Hay clientes que miran el tiempo el día anterior y llaman», comenta Blanco. La lluvia es el fantasma temido por muchos; aunque cada vez menos. «Lo que necesitamos no es tanto que aquí haga muy bueno como que en el resto de España haga mucho, pero mucho calor. Eso espolea a todos hacia el norte», cuenta Astuy entre risas.
Existen formas de combatir esa dinámica en que todo depende de los caprichos del cielo. «Los eventos que haya en la región y que se anuncien debidamente atraen siempre a mucha gente». Un ejemplo claro: la Semana Grande santanderina. Todos los hoteles de la capital muestran ya el cartel de 'completo' para esos días de fiesta.
La contrapartida a un verano que se anticipa bueno está en el incremento de los costes y lo que eso implicará en reducción de beneficios para el sector. «Los precios han subido y la gente sigue viniendo; pero sí que estamos notando una reducción de ingresos en el ámbito de la restauración», analiza Fidalgo. «Antes, lo normal era pedir unos platos de entrantes y luego que cada cual pidiera lo suyo. Ahora lo habitual es pedir para compartir. En resumidas cuentas, el ticket medio del restaurante se reduce sensiblemente», incide.
El actual incremento del coste de la vida tenía que notarse de alguna manera. «Estamos pasando de la carta al menú», asegura Suso Gómez, propietario de los restaurantes El mirador de Suso, en Suances, y el Hipódromo Bellavista, en Santander. «Hemos subido un poco los precios, pero no da para cubrir el incremento de los alimentos, o de la energía...», justifica. «Tenemos menos márgenes de beneficio», concluye.
Si hay alguien que puede salir ganando de esta dinámica económica pueden ser los campings, que ofrecen una alternativa más barata. Eneko Valle es el representante de estos profesionales en Cantabria: «Estaremos a estas alturas en una cifra de un 85% de reservas», comenta. Se refiere a bungalós. «En cuanto al camping normal, es más de reserva de unos días antes y es imposible saberlo ahora». También les ha hecho mucho daño la inflación. «No podemos repercutir todo el incremento de precios, porque tendríamos que subir las tarifas entre 15 y 20 euros», opina.
En el ámbito hotelero no ha quedado más remedio que llevar los precios hacia arriba. «Estamos hablando de un incremento de un 15% o hasta de un 20% en algunos casos», detalla Fidalgo, que en su caso encuentra también justificación con la remodelación de los hoteles Silken. «Hemos llevado a cabo una reforma bastante amplia y hemos incluido servicios como el de parafarmacia y de alquiler de bicicletas; todo eso se nota en el precio de la noche de hotel», comenta. La estancia media -situada en cuatro noches- no ha descendido notablemente, «si acaso un día, en alguna reservas».
Todo el mundo tiene claro que el verano será bueno, que se trabajará mejor que el pasado año -Cuevas incluso se atreve a compararlo con el de 2019-. El problema vendrá en otoño. «Tememos lo peor, pero esa es una batalla de la que habrá que preocuparse a partir de septiembre», justifica Astuy.
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