![La multa por no llevar mascarilla en Cantabria será de 100 euros](https://s1.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/202007/16/media/cortadas/56882904--1248x830.jpg)
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Si yo voy andando por las calles de mi pueblo y no hay nadie, ¿tengo que utilizar la mascarilla de forma obligatoria? Pues desde ayer, sí. Es un ejemplo que sirve para hacerse a la idea del cambio de normativa. De lo que supone. Cantabria se sumó a las comunidades que fijan obligatoriamente el uso de la mascarilla más allá de que uno guarde o no la distancia de seguridad. «Tendrá carácter obligatorio para las personas de seis años en adelante en la vía pública, en espacios al aire libre y en cualquier espacio cerrado de uso público o que se encuentre abierto al público, con independencia de que pueda garantizarse una distancia interpersonal mínima de 1,5 metros». Hay que llevarla y hay que llevarla bien. Nada de la nariz fuera, colgando de la oreja o en la frente, como una visera. «Tiene que cubrir desde parte del tabique nasal hasta la barbilla incluida». También obligatorio. Y otra cosa más, porque, salvo en usos profesionales específicos, la máscara «no debe estar provista de válvula exhalatoria». Esas aquí no servirán.
Son los grandes cambios. A partir de ahí, una lista de excepciones y una -más larga- de dudas concretas. Enfermedades, dificultades respiratorias, situaciones de dependencia o personas con discapacidad. También tareas profesionales concretas. Motivos que eximen de llevar la mascarilla. Tampoco es necesario si se hace deporte de forma individual o «en el caso de actividad física al aire libre de personas mayores de 65 años, sin que en ningún caso pueda superarse el número de tres personas». Uno se la podrá quitar al comer o beber, en actividades acuáticas o «en espacios de la naturaleza fuera de los núcleos de población». Aunque no se obliga, el Ejecutivo regional «recomienda el uso de la mascarilla en los espacios privados cuando existan reuniones o una posible confluencia de personas no convivientes, aun cuando pueda garantizarse la distancia de seguridad». O sea, si viene gente a casa. Y en la playa -una de las dudas que estaba más presente estos días- sólo será necesaria al acceder y al marcharse. No al estar tumbado en la toalla (con grupos de máximo 25 personas), al pasear por la orilla o al bañarse. En ese sentido, la norma será aquí algo más suave que la de, por ejemplo, los vecinos del País Vasco. Allí tendrán que llevarla hasta para darse una vuelta por el arenal. Y no sólo eso, su Gobierno ha reducido a diez el número de personas que pueden estar juntas en torno a la mesa de un restaurante.
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Hay, de hecho, pequeños matices entre lo aprobado en unas autonomías y en otras. En Asturias, la obligatoriedad de la mascarilla se ciñe a «vías públicas de todos los núcleos urbanos». En el ámbito rural, únicamente «si se producen aglomeraciones». Así, la norma aprobada en Cantabria estaría en un nivel medio en cuanto a su exigencia, si bien incluye el caso concreto de las mascarillas con válvula (algo que no hacen en todos los territorios).
Esos detalles y la redacción concreta de la norma atendiendo a aspectos jurídicos retrasaron la publicación en el Boletín hasta ayer a primera hora de la tarde. De hecho, era un secreto a voces que Cantabria se sumaría a las que ya habían declarado la obligatoriedad, algo que habían dejado claro tanto el presidente como varios de los consejeros en los últimos días (y que se recoge en las declaraciones que acompañan este texto). Incluso, con el texto ya publicado hubo dudas respecto a la cuantía de las sanciones que se pueden imponer si uno no lleva mascarilla. La comunidad, explicaban fuentes del Ejecutivo, no tiene la potestad para fijar esas cuantías, por lo que se remitían a la norma general en cuanto a vulneraciones en materia de Salud Pública o Seguridad Ciudadana. Entre 600 y 60.000 euros, algo que chocaba al leer que en otras comunidades la multa era de cien, por lo general. Al final, los servicios jurídicos resolvieron el dilema y aquí serán también cien.
Miguel Ángel Revilla -Presidente del Gobierno regional
Ana Belén Álvarez - Consejera de Políticas Sociales
Miguel Rodríguez - Consejero de Sanidad
«Al margen de la distancia interpersonal refuerza el cumplimiento de la medida preventiva, especialmente entre los sectores con mayor actividad social y menor riesgo -se refiere a los jóvenes-, facilita su control por los servicios de inspección y las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y refuerza un mensaje de que el uso generalizado tiene no sólo una finalidad de protección individual sino también hacia los demás ciudadanos, demostrando una sociedad respetuosa, solidaria y cohesionada. Todo ello aspira a contribuir a la limitación de brotes y el mantenimiento de la actividad económica y social en Cantabria, intensificando de este modo el control epidemiológico de la Comunidad Autónoma», se explica en el texto a la hora de aclarar lo que motiva la decisión. Insisten, de hecho, en que esa etapa bautizada como 'nueva normalidad' «constituía en sí misma una realidad dinámica, indicando expresamente que nacía con una filosofía de prudencia y una vocación de actualizarse en función de la evolución de la situación epidemiológica y sanitaria».
Mirando de reojo los rebrotes y los pasos atrás, el Gobierno decidió dar el paso. La obligatoriedad. Una forma de presionar a los que aún no se la ponen. «El que lleva mascarilla es una persona solidaria -dijo ayer por la mañana Revilla-, y el que no la lleva no lo es».
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Ana del Castillo
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