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MIGUEL PÉREZ y NACHO G. UCELAY
SANTANDER.
Lunes, 13 de enero 2020, 08:52
Un respiro. Cantabria ganó en 2018 un total de 849 habitantes con respecto a 2017, un incremento breve si el debate se reduce a una cuestión de cifras, pero cualitativamente muy importante de cara a la asfixia demográfica que padece una de las ... regiones más vapuleadas por el fenómeno del vaciamiento. El padrón aprieta pero no ahoga y, por primera vez, la comunidad rompe una tendencia a la baja en su población que duraba ya siete años. Y todo apunta a que 2019 habrá tenido previsiblemente un comportamiento parecido si se mantiene la evolución del primer semestre, con casi 400 habitantes más en el censo, especialmente gracias a los saldos migratorios.
De momento, los únicos datos concretos y globales son los que proceden del último estudio del Instituto Cántabro de Estadística (Icane), donde se comparan los registros demográficos de 2018 y 2017. El aumento de vecinos producido en ese intervalo supone una variación interanual positiva de un 0,15%, en línea con la tendencia del conjunto del país, que igualmente experimentó un incremento de población, si bien en su caso fue algo mayor: un 0,64%. Si se confirma un nuevo despegue en 2019, Cantabria también tiene todas las opciones de que éste resulte uno de los más tenues de todas las autonomías españolas. Pero crecer, crece.
581.078 habitantantes censaba Cantabria el 1 de enero de 2019, con más mujeres (299.277) que hombres.
45 ayuntamientos ganan población frente a otros 56 que pierden habitantes y que se encuentran fundamentalmente en las denominadas zonas 'vaciadas'.
495 son los empadronados que ha ganado Santander, el municipio que más incrementa su población junto con Piélagos, Santa Cruz de Bezana, Castañeda y Santa María de Cayón.
21 son los ayuntamientos de la región que tienen más de 5.000 habitantes. Más de un tercio está por debajo del millar.
41.203 habitantes podrían perderse por la recesión demográfica que predice el Icane en veinte años.
Una razón natural que explica esta laxa velocidad radica en el negativo saldo vegetativo del territorio, con una tasa elevada de envejecimiento y más fallecimientos que nacimientos. Pero también en que, lógicamente, atrae menos población -ni de inmigrantes ni de ciudadanos de otras zonas de España- en comparación con comunidades más extensas o fuertes a nivel económico. No en vano, las principales subidas demográficas se dieron en la Comunidad de Madrid -con 85.315 habitantes más-, Cataluña, con 75.152, y Valencia (40.066), las tres a la cabeza en aportación al PIB nacional.
Aparte del tejido industrial, Cantabria juega con otras limitaciones, entre ellas que «mucha de su superficie es rural» y, por lo tanto, una parte importante de la región ofrece «menos perspectivas económicas» que otras autonomías más concurridas, afirman los expertos. «Si no hay oportunidades laborales, la población se va. Y si los municipios se vacían, tampoco son atractivos para atraer nuevos pobladores», apostilla Juan Carlos Zubieta, profesor del Taller de Sociología de la Universidad de Cantabria.
No obstante, la última estadística indica que la situación de este territorio mejora respecto a otros donde quizá la comparación podría ajustarse mejor a la realidad por su combinación entre medio rural y urbano. Castilla y León fue en 2018 la más afectada por la pérdida de población al perder 9.616 habitantes, seguida de Asturias (5.444 empadronados menos), Extremadura (5.153) y Galicia (2.244).
Según los datos facilitados por el Icane, Cantabria tenía a 1 de enero de 2019 un total de 581.078 habitantes -281.801 hombres y 299.277 mujeres-, es decir, 849 más que el mismo mes del año anterior (580.229). Con arreglo al estudio, 45 ayuntamientos ganan población, otros 56 pierden habitantes y los restantes -hasta los 102 del territorio- mantienen el mismo número de vecinos.
En términos relativos, los municipios que más crecen son Pesquera (14,7%), San Pedro del Romeral (8,8%), Valdeprado del Río (6,6%), Cabezón de Liébana (4,1%) y Castañeda (3,7%), mientras que los enclaves que decrecen con mayor intensidad son Lamasón (-5,2%), San Miguel de Aguayo (-4,8%), Anievas (-4,3%), Arredondo, Ruesga y San Roque de Riomiera (-3,8%). La mayoría de ellos, instalados en la denominada Cantabria 'vaciada', tienen su población tan reducida que a muchos les basta con la llegada o la marcha de un sólo vecino para dar enormes saltos en el ranking poblacional.
En términos absolutos, los municipios que más población han ganado son Santander (495 habitantes), Piélagos (336), Santa Cruz de Bezana (131), Castañeda (105) y Santa María de Cayón (99), lo cual prueba la querencia de los ciudadanos a acometer sus proyectos vitales en la capital o en los ayuntamientos de su periferia, donde la vivienda «suele ser más barata». Todo lo contrario de lo que ocurre en la comarca del Besaya, donde se observa una fuga de habitantes que, desde luego, no pasa desapercibida en el estudio. Así, Torrelavega perdió 193 empadronados entre 2017 y 2018, Laredo cedió 123, Reinosa 92, Los Corrales de Buelna 69 y, por último, Cabezón de la Sal, que bajó en 48 vecinos.
Respecto a la distribución territorial, el instituto estadístico revela pocos cambios desde que la ganadería y la agricultura dejaron de ser el gran baluarte de la economía y los pueblos empezaron a vaciarse. El modelo regional impone una fuerte división entre la franja litoral -la más habitada- y los valles interiores, donde se produce una dispersión acusada. El 29,7% de los ciudadanos se localiza en Santander, donde en la actualidad residen 172.539 personas. En este mismo sentido, el Icane percibe una fuerte concentración en otros cuatro municipios: Torrelavega (51.494), Castro Urdiales (32.069), Camargo (30.260) y Piélagos (25.559). Los cinco ayuntamientos, todos con un tamaño superior a los 25.000 empadronados, acaparan el 53,68% del total de residentes en la región.
Pero de la misma manera que son los más poblados, también es previsible que serán los más afectados por la recesión demográfica que el Icane predice para los próximos veinte años y que calcula en 41.203 habitantes de pérdida en el territorio. Eso, siempre que no se produzca una reversión en el balance vegetativo o un desarrollo económico que incentive la llegada de nuevos colectivos. No es un problema local específico, sino un fenómeno global. Los expertos apuntan a un futuro marcado por la pérdida de papel de las ciudades medias, «que caerán en dinamismo y tamaño» si no cambian las estrategias sociales y laborales, además de otras más concretas, como el transporte. «Nos conviene el AVE del Cantábrico», apunta, por ejemplo, el especialista en Economía Aplicada Fernando Rubiera.
La estadística deja constancia de cómo hay dos ayuntamientos cántabros que no llegan a los 100 habitantes, que más de un tercio (36) están por debajo del millar y que casi la mitad (46) tiene un tamaño poblacional comprendido entre los 1.000 y los 5.000, lo cual viene a decir que en Cantabria sólo hay 21 ayuntamientos que tienen más de 5.000 vecinos.
El Ayuntamiento de Torrelavega se reafirma en lo que avanzó a este periódico el pasado mes de octubre: la población del municipio ha comenzado a crecer ligeramente por primera vez en la última década. El concejal de Dinamización Poblacional, Jesús Sánchez, recuerda que las cifras oficiales que acaba de hacer públicas el Instituto Nacional de Estadística (INE) corresponden al 1 de enero de 2019, fecha en la que Torrelavega tenía 51.494 habitantes, 193 menos que un año antes. Según Sánchez, los datos que tiene el Ayuntamiento y que traslada mensualmente al INE, señalan que, tras haber «amortiguado» la caída de población en los últimos ejercicios, en 2019 se observó «una cambio de tendencia con una línea que marca un ligero ascenso» en el padrón de habitantes.
El edil regionalista indicó hace unos meses que, aunque los datos eran provisionales, Torrelavega había roto por fin la tendencia negativa y contaba el 6 de agosto con 51.753 empadronados, el primer repunte en una década. Estos primeros 'brotes verdes' demográficos, coinciden con la puesta en marcha de una serie de medidas encaminadas a que la capital del Besaya no pierda la barrera de los 50.000 habitantes. Es uno de los principales retos del equipo de gobierno municipal (PRC-PSOE). Preocupa el aspecto psicológico de la población si se pierde dicha barrera, la caída de ingresos procedentes del Estado (en torno a 800.000 euros al año) y también la pérdida de peso político.
La primera medida de regionalistas y socialistas para hacer frente a ese desafío en este mandato fue crear una nueva concejalía, la de Dinamización Poblacional. El alcalde, Javier López Estrada, ha dicho que hacer que la población crezca y Torrelavega se consolide como la segunda ciudad de Cantabria es «un compromiso y una prioridad» que están convencidos de que van a cumplir «a través de la implementación de acciones que favorezcan la llegada de nuevos vecinos y la puesta en valor de empadronamientos no registrados».
Han pasado más de dos décadas (1998) desde que se obtienen cifras oficiales de población en España con carácter anual. El INE las hace públicas cada mes de enero y este año han vuelto a traer de nuevo malas noticias para Torrelavega, aunque el Consistorio insiste en los 'brotes verdes' de 2019, que no se conocerán oficialmente hasta enero de 2021. Los números del INE evidencian hasta ahora un descenso paulatino de la población desde que Torrelavega alcanzara su récord a principios de la década de los noventa (1992), rompiendo por poco la barrera de los 60.000 habitantes (60.155).
El concejal de Hacienda, Pedro Pérez Noriega, ha recordado, además, que si la ciudad cae por debajo de los 50.000 empadronados, pasaría a estar encuadrada en los municipios de entre 20.000 y 50.000 habitantes, lo que supondría una importante reducción del ingreso anual que realiza el Estado a las arcas municipales (de los 13,2 millones actuales se pederían en torno a 895.000 euros).
Pérez Noriega ha precisado que esos 13,2 millones de euros equivalen al 27% del Presupuesto general de ingresos del Consistorio torrelaveguense.
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