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No se le puede reprochar a Enrique Conde (Santander, 1971) que se esconda detrás de palabras políticamente correctas. El líder de los empresarios, lejos de suavizar sus recientes exigencias al Gobierno del PP, insiste en meterle prisa para que tome medidas urgentes que no acaban ... de llegar tras un año de legislatura, y tampoco escatima adjetivos para dibujar una situación de Cantabria cuanto menos preocupante.
–¿Sigue pensando que el Gobierno regional no termina de arrancar ahora que se cumple un año de legislatura?
–Antes de las elecciones hablamos con todos los partidos y les pusimos encima de la mesa medidas necesarias para las empresas de la región, enfocadas en el absentismo, la burocracia, la formación... El PP las cogió prácticamente todas. El problema es que necesitamos que se instalen con una celeridad brutal, ya que otras comunidades las tienen desde hace tiempo y cada día que pasa es un día que no podemos competir con empresas de fuera. Nosotros somos leales con el Gobierno, pero también tenemos que ser exigentes. Me da igual de qué color sea, somos apolíticos.
–¿Hay un clima de decepción entre los empresarios?
–Lo que tenemos es una ansiedad brutal porque llevamos mucho tiempo pidiendo políticas urgentes que no se han hecho. De pronto, aparece un Gobierno diferente y nos compra lo que le ponemos en la mesa, pero lo necesitamos ya para poder competir. Los empresarios cántabros somos unos espartanos porque nos enfrentamos a la competencia con muchas menos herramientas que las que tienen en otras comunidades. El Gobierno regional debe priorizar actuaciones para actuar más rápido. No pueden querer hacerlo todo a la vez porque eso es imposible.
–Le recuerdo sus palabras: «Los datos no mejoran, las decisiones no se toman y los compromisos no se cumplen». ¿En algún momento se ha arrepentido de haber sido tan crítico?».
–Hay empresarios que consideran que fui demasiado blando. Nuestra voluntad es ayudar al Gobierno regional, pero, lógicamente, vamos a exigirle. Seríamos unos traidores si no lo hiciéramos. Creemos en la colaboración público-privada, pero tiene que ser mutua. Y todo debe fluir mucho más rápido.
–¿Le llamó la presidenta después de esas declaraciones?
–No, y ni falta que hacía. Con María José Sáenz de Buruaga tengo buena relación. Ella entiende que seamos exigentes y que tengamos ansiedad por que las cosas salgan ya.
–¿Se sintió desautorizado cuando el presidente de la CEOE nacional, Antonio Garamendi, se reunió esta semana con ella y dijo que Cantabria «va en la buena dirección»?
–No, para nada. Garamendi ha escuchado de la boca de la presidenta todas las medidas que quieren hacer, y que son las que nosotros les propusimos hace un año. ¿Cómo va a estar en contra de eso? Es imposible. Así que desautorizado para nada. La sintonía es total.
–Pero usted dijo que la realidad económica y social de Cantabria «no invita al optimismo». Eso es lo contrario de lo que dijo Garamendi.
–Los datos dicen que la competitividad de Cantabria con respecto a otras comunidades es mucho menor. Y estamos peleando con menos herramientas. Aparte de eso, la inversión privada que se está haciendo en las empresas es muy baja. La economía no va mal porque estamos creciendo un 2%, pero es que deberíamos estar en el 4%.
–De hecho, el crecimiento de la economía de la región durante el pasado año fue del 1,7%, el tercer peor dato de todo el país.
–En el sector industrial estamos por debajo de todas las comunidades de nuestro alrededor. Y se ha reducido la producción industrial un 6% frente al 1% de la media española. Por eso es tan importante que las medidas se tomen muy rápido. Somos conscientes de que este Gobierno ha hecho más de lo que se había hecho anteriormente, es cierto, pero esperábamos que todo fuera más rápido.
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–Entenderá entonces que haya cierta confusión entre el mensaje de Garamendi y el suyo, sobre todo cuando usted también ha dicho que en Cantabria «competimos con costes sociales y ambientales mucho más altos que en otras economías», y que nuestro modelo productivo está «anticuado y desequilibrado». Eso parece lo opuesto a ir en la buena dirección.
–La frase de Garamendi va más en el sentido de que las políticas del Gobierno regional van en la buena dirección, no que Cantabria lo esté haciendo. De hecho, Cantabria no va en la buena dirección desde hace años.
–¿Nos hemos resignado a ser una comunidad de segunda?
–Castilla y León nos está pasando por delante, País Vasco desde hace mucho tiempo que lo hace, Navarra y La Rioja igual… Estamos muy por detrás de las comunidades de nuestro alrededor. No es que nos resignemos, es que somos una región de segunda o, más bien, de tercera. Porque además, a nivel nacional, en términos políticos, no contamos nada. O hacemos ver que esta región puede ser potente o nos vamos a quedar en esa tercera división. Cuando hemos tenido más poderío industrial, hace 40 años, éramos la sexta provincia de España. Ahora somos la 27. Es un dato demoledor. Nuestro poder adquisitivo ha caído de manera brutal. Y el caso canario ha demostrado que el turismo no es la palanca que hace competitiva a una comunidad. El turismo es importante para Cantabria, pero requiere, de una vez por todas, de un plan estratégico global.
–¿La reforma fiscal ayudará a mejorar esta situación? ¿Traerá más ingresos e inversión? Buruaga la calificó como la más ambiciosa de la historia de la comunidad.
–En el país de los ciegos el tuerto es el rey. Es cierto que ha sido el primer Gobierno en muchísimos años que ha bajado los impuestos, eso lo valoramos, pero somos mucho más exigentes porque no llegamos al nivel de otras comunidades. Tiene que ser una reforma mucho más ambiciosa. Entendemos que el Gobierno llega en julio, debe aprobar unos presupuestos en dos meses y opta por la prudencia. Entendemos que este primer año apueste por una bajada comedida y controlada, pero esa reforma tiene que ser muchísimo mayor, tanto por parte del Gobierno regional como por los ayuntamientos. El presidente de Andalucía, por ejemplo, recaudó el doble dinero con una gran bajada de impuestos. Si el Gobierno cántabro es atrevido, le apoyaremos. Le pedimos que sea valiente. No descerebrado ni temerario, pero sí valiente.
–De hecho, la presión fiscal en Cantabria sigue 2,3 puntos por encima de la media de España, aunque el PSOE acaba de señalar al 'dumping fiscal' de Madrid como la mayor causa de desequilibrio territorial.
–Como dice siempre un dirigente del PRC: «Aquí se viene llorado». No entiendo las quejas. El 'dumping fiscal' existe, es una realidad, pero tenemos que ser listos y conocer el terreno en el que jugamos. No entiendo que se quejen de lo que hacen otros, porque eso nunca lo van a poder controlar. Lo que tienes que hacer es ver cómo competir contra ellos.
–¿Y una reforma de la financiación con un plan singular para Cataluña, como pretende el Gobierno de Pedro Sánchez, sí provoca desequilibrio?
–Cualquier cambio en la financiación va a ser perjudicial para Cantabria. La entrada en el Gobierno de los independentistas catalanes y vascos ha sido mala para nosotros. No comparto sus políticas ni su filosofía. Hay privilegios que existen en la propia Constitución y, aunque son muy difíciles de eliminar, yo trabajaría en ellos porque crean regiones de primera y de tercera. Pero desde luego, cualquier prebenda que se dé ahora a una comunidad porque interesa estar en un sillón, lo siento mucho, pero no lo acepto.
–Ha dicho más de una vez que una de sus mayores preocupaciones es el alto absentismo laboral que existe en Cantabria, ¿cómo se ataja?
–Es que cada día faltan al trabajo 10.000 personas en esta región. Se pierden cuatro millones de jornadas al año por incapacidad temporal, y las empresas hemos pagado 600 millones de euros debido al absentismo. Es muy complicado de solucionar porque es un problema muy ligado a las listas de espera de sanidad. Por eso, al Gobierno le pedimos que haya mucha más colaboración público-privada con la Mutua Montañesa, con el hospital Santa Clotilde… Tienen que derivar allí ese exceso de trabajo. La Administración no tiene dinero para atacar este problema. Deben trabajar con nosotros.
–Otro de sus caballos de batalla es la eliminación de burocracia, pero la ley de simplificación administrativa no acaba de llegar. ¿Es otro ejemplo de la lentitud de este Gobierno?
–No puede ser que para el mismo trámite se tarde cinco días en el País Vasco y tres años en Cantabria. No puede ser. Esa ley que está a punto de salir tiene que ser lo más práctica posible. Hay que reducir los trámites, pero también que sea fácil de aplicar por parte de los funcionarios, las empresas y los ciudadanos. Otro asunto son los municipios, que en agilidad administrativa juegan un papel importante. Hay algunos señalados por los empresarios como zonas de no inversión por lo que tardan en hacer las cosas.
–Ha salido en defensa del proyecto de La Pasiega, ¿le consta que haya empresas interesadas, tal y como ha pedido el Estado para financiar la estación intermodal?
–Ha habido alguna empresa con interés, pero desconozco ahora mismo cómo esta este tema. Lo que está claro es que si no hay estación intermodal, ese polígono será como cualquier otro. Y no podemos eternizarnos con proyectos durante años ni tampoco poner dinero en empresas que acaban cerrando, como pasó con Sniace. Las cosas no se consiguen en dos días, pero hay que ser firmes con los proyectos por los que se apuestan. Si no tenemos ni un kilómetro de AVE, si las obras de carreteras van a tardar mucho más de lo que deberían, si las inversiones en el Puerto de Santander son mucho menores que en los de Gijón y Bilbao... en algún sitio nos tendrán que dar dinero el Estado.
–¿Están los salarios bajos entre las muchas preocupaciones de los empresarios cántabros?
–No creo que sean tan bajos en general. Hay empresas que no cumplen los convenios y están en la ilegalidad, pero eso es muy residual. Lo que está claro es que algo estamos haciendo mal para no captar personal en negocios o empresas que tienen trabajo. Cantabria está llena en verano y algunos hosteleros no tienen capacidad para contratar a gente. Y eso está pasando en todos los sectores. Para solucionarlo hemos empezado a trabajar en programas de formación no reglada. Y también tenemos un plan para el sector TIC. Ante una gran necesidad hace falta un gran remedio. Este problema de falta de personal nos ha cogido de lleno a todos. No hemos sabido reaccionar.
–¿Qué pensó cuando leyó que solo 70 de los 7.000 desempleados del sector servicios acudieron a la llamada de la Asociación de Hostelería para cubrir más de un centenar de puestos de trabajo?
–Hay un gran falta de comunicación entre la juventud y la sociedad en general. No usamos los canales adecuados y nos tenemos que poner las pilas todos. No llegan los mensajes, y es sorprendente porque luego hay chavales de Cantabria que se van a trabajar a Madrid por 1.100 euros cuando pueden hacerlo aquí por más dinero. Las empresas somos muy malas comunicando, tenemos que darle una vuelta.
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