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Cuando en la segunda ola de covid Asturias colapsó, Cantabria se echó a temblar -ambas habían sido ejemplo de contención en la primera embestida del virus, comparado con las dramáticas condiciones que soportaban hospitales de otras comunidades, como Madrid o La Rioja-. Pero el pico ... de la curva superó los 500 casos por cada 100.000 habitantes y el sistema sanitario cántabro aguantó, con dificultades, pero manteniendo el grueso de la actividad asistencial. Reto superado. Para entonces, ya eran más de 19.000 las personas que habían pasado la enfermedad en la región y la lista de fallecidos se elevaba a 390. Sin embargo, la prueba de fuego llegó con las Navidades, a sabiendas de que los encuentros familiares y el relajamiento de las medidas iban a desembocar el tercer combate. Con el componente extra de que la incidencia de partida era mucho más alta que en las ondas previas. De hecho, la Unidad de Cuidados Intensivos de Valdecilla no había desalojado aún a los pacientes críticos de la segunda ola, cuando empezó a recibir a los de la tercera, llegando a finales de diciembre al 35% de ocupación (el 40% es el umbral crítico que indica desbordamiento).
En los planes de contingencia del Servicio Cántabro de Salud, ya en enero, no se descartaba llegar al peor de los escenarios, que incluía habilitar hoteles medicalizados e incluso convertir el Palacio de Exposiciones en un área de ingreso para enfermos covid, ya que en ese intervalo brotó la amenaza de las nuevas cepas del virus, mucho más contagiosas y, por ende, más letales. La variante británica, que ya se está imponiendo (está presente en el 47% de las muestras aleatorias analizadas por Microbiología) puede multiplicar por ocho el número de contagios, de ingresos, de complicaciones y de muertes. Serán esas cepas mutadas (ya se han notificado los primeros casos en España tanto de la brasileña como de la sudafricana) las que marquen las dimensiones del cuarto embate covid, que se da por sentado, dado el lento ritmo de la vacunación, la gran esperanza de vencer a la pandemia que tiene al mundo en jaque desde hace más de un año.
1 Hostelería Cantabria ha sido una de las comunidades más estrictas con la hostelería, aunque no se ha cerrado del todo, hace tres meses que está limitada a las terrazas y el servicio a domicilio.
2 Restricciones La toma de decisiones rápidas y proporcionadas al nivel de incidencia, ligado al relativo buen cumplimiento de las medidas preventivas, es otro de los argumentos expuestos.
3 Prevalencia A Cantabria le ha beneficiado tener una tasa baja de prevalencia, lo que implica que menos población se ha visto afectada, aunque eso puede llegar a ser contraproducente.
4 Detección y rastreo Es una de las comunidades que logra identificar más del 90% del total de positivos, gracias a que amplió a siete días el estudio de contactos y reforzó el equipo de rastreo.
5 Movilidad El cierre perimetral de la comunidad ha sido un elemento decisivo, teniendo en cuenta que las comunidades limítrofes, además, han resultado mucho más golpeadas por el covid.
Pero con la tercera curva ya doblegándose en toda España, lo ocurrido en Cantabria vuelve a llamar la atención, por ser la comunidad peninsular en la que el coronavirus ha golpeado con menos fuerza. Sólo Canarias presenta mejores datos. El pico de contagios en la región empezó a descender a principios de febrero tras el techo de los 400 casos por 100.000 habitantes en la incidencia acumulada a 14 días. Según el último recuento, son cerca de 25.000 los positivos acumulados desde marzo y roza el medio millar el contador de víctimas, pero la región vuelve a esquivar el colapso -la suspensión de cirugías ha sido menor, aunque sí que se tiró más de la lista de intervenciones ambulatorias para liberar camas de hospitalización-.
Es más, la semana pasada Valdecilla se ofreció incluso a acoger a pacientes de UCI de Castilla y León, aunque finalmente no ha sido necesario. Todo ello lleva a preguntarse cuáles son los factores que determinan que Cantabria esté soportando mejor que el resto de autonomías los sucesivos golpes de covid. El consejero de Sanidad, Miguel Rodríguez, descarta tajantemente que sea una cuestión de suerte. «Habrá muchos factores que hayan influido, pero yo creo que uno de ellos es que hemos sido muy estrictos en la aplicación de la estrategia y además no nos hemos movido, no hemos ido cambiando en función de cómo iba evolucionando si no estaba muy claro que la situación iba mejor», subraya.
David Cantarero, Profesor de la UC
Paloma Navas, Exdirectora de Salud Pública
Miguel Rodríguez, Consejero de Sanidad
Reinhard Wallmann, Director de Salud Pública
«Muchas comunidades tomaron medidas dulcificadoras en Navidades, mientras que nosotros nos mantuvimos estrictos, respetando el acuerdo nacional alcanzado en el Consejo Interterritorial, que no coincidía con nuestra propuesta, que era ser más duros. Pero hemos sido muy constantes en el mantenimiento de las medidas y yo creo que eso es lo que nos ha ayudado. No le encuentro otra explicación, más teniendo en cuenta que estamos entre dos comunidades (Asturias y País Vasco) que han estado muy mal», señala el consejero.
Un argumento en el que coincide el director de Salud Pública, Reinhard Wallmann. Aunque dentro del terreno de las hipótesis, «porque no podemos comparar qué hubiera pasado de no haber tomado esas medidas». Apunta al cierre del interior de la hostelería como una de las razones que «nos ha salvado de esta tercera ola», sin olvidar la contribución del resto de restricciones orientadas a minimizar el contacto social, desde el toque de queda al cierre de las grandes superficies los fines de semana y festivos, la limitación de aforos, la suspensión del deporte en espacios cerrados o los cierres perimetrales, medidas que se extienden por el resto de la geografía nacional sin conseguir el mismo resultado. Por eso, se considera clave el factor de la hostelería.
Wallmann reconoce que «Cantabria ha sido muy dura con la hostelería. Desde que se cerró el 6 de noviembre, cuando la incidencia acumulada estaba en 443 casos por 100.000 habitantes, no se ha vuelto a abrir, limitando el uso a las terrazas. Podíamos haber caído en la tentación justo antes de Navidad, cuando bajó el nivel de alerta, pero se decidió ser estrictos. Y ese gran esfuerzo y sacrificio que ha hecho el sector se traduce en que hemos evitado, por muy poco, tener la UCI por encima del 40% de ocupación y, por supuesto, aumentar el número de muertes».
Esta misma semana, el director de Salud Pública recordaba en rueda de prensa, cuando se le preguntaba por los contagios en este ámbito, que el riesgo se multiplica por veinte en los espacios cerrados y sin ventilación. Y el propio Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, entró el jueves en el debate -reavivado tras la decisión del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco de levantar el cierre de bares y restaurantes de la comunidad- asegurando que las autonomías que han cerrado el interior de los locales de hostelería bajan el doble de rápido los contagios.
Simón destacó que el riesgo de transmisión del virus en estos establecimientos no se debe a que «los restauradores lo hagan mal, sino por la actitud y forma de comportarse de los clientes», ya que «uno no va a los bares a estar solo». En la misma línea, la exdirectora de Salud Pública, Paloma Navas, que estuvo al frente de la gestión de la pandemia en Cantabria hasta su cese, a principios de enero, considera que el tiempo le ha dado la razón. «El cierre de los interiores de hostelería ha sido fundamental», opina la epidemióloga, que vio claro en otoño que había que aplicar 'el plan de Nueva York': sacar la hostelería a las terrazas para frenar los contagios dentro.
Una propuesta primero, que fue trasladada a ayuntamientos, CEOE y Asociación de Hostelería, y que acabó imponiéndose por resolución de Sanidad cuando se agravó la propagación del virus. Un mes después de su salida del Gobierno, Navas accede a analizar para este periódico los motivos que han llevado a la región a afrontar con más solvencia las sucesivas embestidas del covid. Y en ese repaso destaca como pilares fundamentales «la toma rápida de decisiones» -pone como ejemplo el confinamiento pionero en España del edificio de Nicolás Salmerón o los cordones sanitarios de Santoña y el barrio de La Inmobiliaria (Torrelavega)-, el exhaustivo rastreo de contactos, «ampliado a los siete días previos al diagnóstico positivo» y con una encuesta epidemiológica mucho más completa que la marcada inicialmente desde el Ministerio.
Así, por ejemplo, la pregunta genérica sobre el origen de la posible infección, que casi nunca encontraba respuesta, se cambió por cuestiones concretas, como los lugares visitados en los últimos cinco días, si se había estado en bares, restaurantes, participado en encuentros familiares o acudido a entrenamientos sin mascarilla. Una forma de aproximarse al foco para cortar las cadenas de transmisión. «Lo interesante aquí era ver no sólo a quien has infectado tú, sino descubrir quién te ha contagiado a ti. En la pandemia, la información es poder», añade.
La herramienta que contribuyó a mejorar esa información fue la introducción de Go.Data, el software de la Organización Mundial de la Salud, nacido en la crisis del ébola y aplicado para el rastreo del covid. «Invertimos mucho esfuerzo en verano para ponerlo en marcha. El Go.Data entró en España a través de Cantabria y después se ha ido extendiendo a otras autonomías», destaca Navas.
De la parte práctica de ese seguimiento, vía llamadas telefónicas, se ha encargado la Unidad de Vigilancia Epidemiológica e Intervención, instalada en el Hospital de Liencres. Allí, el equipo de rastreadores -duplicado en previsión de la tercera ola y con la colaboración del Ejército dentro de la 'operación Baluarte'-, se encarga de seguir la pista del virus, detectar y aislar. Un circuito que se apoya en otro pilar fundamental: la realización de pruebas PCR -el test por excelencia del covid-, ofreciendo resultados en menos de 24 horas. Y esa capacidad, Cantabria la tiene. Desde el comienzo de la pandemia, a través de los dispositivos de 'coroauto', los cribados de residencias y los test realizados directamente en los hospitales, se han hecho más de 438.000 test (75.400 por cada 100.000 habitantes). Y a estos se han ido sumando otras pruebas complementarias, como las de antígenos y, en breve, las PCR de saliva, que agilizan el proceso.
Los resultados de todo ese trabajo, apunta la exdirectora, tiene su reflejo en los datos: «Cantabria está entre las comunidades con mayor capacidad de vigilar y controlar el covid-19 -las otras son Castilla y León, La Rioja y País Vasco-, diagnosticando más del 90% del total de posibles casos existentes, lo que implica que son muy pocos los que se escapan». Eso explica que sea una de las regiones en las que la diferencia entre los contagios notificados y la estimación de casos reales (seroprevalencia) es menor -por debajo del 5%-. Además, es la comunidad que menos ha incrementado su prevalencia entre la primera y la segunda oleada del estudio, de un 3,7% a un 4,7% (+1%). Una cuestión que puede ser contraproducente en el futuro, dado el elevado porcentaje de población sin escudo protector (anticuerpos o vacuna) frente al coronavirus. Y esta es una cuestión sobre la que incide el profesor de la Universidad de Cantabria, David Cantarero, miembro del grupo de investigación UC-Idival en Economía de la Salud: «De cara a la cuarta ola, el hecho de que no contemos con suficiente población vacunada, sumado a la poca prevalencia que tiene el virus en la región y a la elevada contagiosidad de las nuevas cepas, puede hacer que empiecen a aparecer factores desconocidos en la propagación que hasta ahora no somos capaces de identificar. Ese es el gran peligro».
Cantarero, que junto a los investigadores Olga de Cos y Valentín Castillo, del Departamento de Geografía, Urbanismo y Ordenación del Territorio de la UC, ha creado el sistema de información territorial Sitar-Covid-19, una herramienta que enlaza los datos estadísticos con la cartografía y permite diagnosticar la realidad demográfica y socioeconómica en relación a los focos del virus, subraya cuatro posibles factores que también pueden influir en que la incidencia de covid en Cantabria sea menor que en otras comunidades. La primera es «una cuestión de métrica»: «Tenemos poca prevalencia, puede que exista una infraestimación. En nuestra investigación sobre los focos de covid seguimos encontrando los mismos municipios, los mismos patrones espaciales de la primera y la segunda ola, que se repiten en la tercera».
Asimismo, cree que otro de los argumentos tiene que ver con «el relativo buen cumplimiento de las medidas de distanciamiento social. Son medidas proporcionadas y selectivas, ajustadas al nivel de incidencia de cada momento». En este sentido, el director de Salud Pública subraya otro posible motivo imposible de medir, como es el impacto de la información negativa, de tal forma que cuando la situación se complica en exceso, el miedo se convierte en un aliado de las autoridades sanitarias.
Aún así, las barreras al virus las pone la distancia física, mascarilla e higiene de manos y la reducción de la movilidad. Y ahí encajaría el tercer elemento sobre el que hace hincapié el profesor de la UC. «No fuimos la primera comunidad que estableció el cierre perimetral, pero nos valió con que lo hicieran las comunidades vecinas antes, mucho más afectadas que nosotros, haciendo así que el impacto de esta última ola no haya sido tan fuerte. Aunque han aumentado recientemente los contagios en población más joven, la incidencia en hospitalizaciones y fallecimientos es menor que en el resto de España». Pero, además, añade un cuarto punto que contribuye al control de la pandemia: «Compensamos salud y economía, a través de la geoprevención, enmarcada en la colaboración entre la Consejería de Sanidad e Idival-UC. Se genera así información valiosa que puede ayudar a que en la toma de decisiones se sumen más argumentos científicos, no arbitrarios, que permitan anticiparse. Nuestra investigación indica que el 65% de la incidencia de covid-19 se produce en hogares por debajo de los 11.000 euros de renta media y con binomio vivienda antigua-número de miembros del hogar alto. Con todo ello, se puede determinar en qué partes de los municipios se concentra el virus y predecir escenarios de horizonte futuro».
El riesgo real a partir de ahora -subraya- es que «la elevada contagiosidad de las nuevas cepas desborde esta geoprevención. Ojalá se repitiese el patrón de la tercera ola. Si sabes dónde están las grietas de tu casa, identificas el problema, pero si empiezan a salir grietas inesperadas, corres el riesgo de que la situación te desborde». En estos momentos, concluye Cantarero, la vacunación, además de la gran esperanza frente a la pandemia, «es la mejor inversión para la economía».
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