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Debe de existir una explicación de por qué, a mediodía de un domingo de verano, sin lluvia y también sin el magnetismo solar que atrae cuerpos a las playas, el pueblo de Tudanca parece desierto, el aparcamiento exterior solo tiene cuatro vehículos, y en la ... Casona de José María de Cossío únicamente un puñado de curiosos la admira. Si la frecuentación de esta casona fuera la prueba del algodón del sentimiento regionalista, habríamos de concluir que no existe.
Porque regionalismo no es fundamentalmente postura política o partidaria (bien podría haber dos, tres o cuatro siglas regionalistas de diferentes matices y tendencias), sino humano interés y apego al espíritu del lugar, a lo que el animal cultural ha hecho de memorable en el terruño.
La Casona es símbolo de muchas cosas. Como en otras partes de Cantabria, de altos dignatarios civiles, eclesiásticos o militares que destacaron en el resto de España y fundamentalmente en América, y al retorno fundaron casonas, palacios o templos, como en Tudanca hizo Pascual Fernández de Linares al regresar de Perú. Hay un hermoso legado tudanco del Virreinato, como hay también en Cigüenza, por motivo 'perulero' semejante, una iglesia de estilo colonial en pleno Alfoz de Lloredo. También es la Casona una herencia del obispo de Ceuta y Sigüenza, José de la Cuesta y Velarde (que, en 1768, el año de su muerte, reprendía a unas monjas por perder el tiempo preparando 'Dulces, Tortadas, Vizcochos', perdiendo así él mismo el poco tiempo que le quedaba). La casa nos habla también del mariscal Gregorio García de la Cuesta, héroe de la Guerra de la Independencia, honrado junto a Wellington por la victoria de Talavera, y enterrado en la catedral de Palma de Mallorca.
Antes de que José María de Cossío y Martínez-Fortún (Valladolid, 1892-1977) recibiera este 'Palacio de la Cuesta', fue en el siglo XIX la inspiración de mi paisano José María de Pereda para desarrollar una de las cumbres (metáfora conveniente) de su literatura regionalista: 'Peñas Arriba', donde describe la casona con su hábil prosa. Así, la Casona pre-Cossío era indiana, heroica, eclesiástica, perediana: estaba conectada con los grandes hechos definitorios de la evolución española, como el descubrimiento de América, la guerra contra la Francia revolucionaria, la hegemonía de la religión, y el reencuentro, durante el Sexenio Revolucionario y la Restauración borbónica, con las tradiciones regionales, en lo que Pereda fue también inspirado por el carlismo. De la mano de Cossío vendrá la primera edición de las obras completas de Pereda.
Ya con su bisabuelo Manuel, rector de la Universidad de Valladolid, la Casona había atraído intelectuales como Concepción Arenal. Pero es Cossío quien, sin duda, eleva la Casona como nudo de muchos cabos brillantes de la cultura española contemporánea: Unamuno, Ortega, los Machado, Marañón, Menéndez Pidal, Azaña, Bergamín, Alberti, Lorca y el grupo teatral 'La barraca', Gerardo Diego, Miguel Hernández, la épica del fútbol y los toros, especialmente su amigo íntimo el diestro Joselito, y el torero intelectual Sánchez Mejías, los pintores Vázquez Díaz y Zuloaga, futuros Premios Nobel como Aleixandre o Cela… De todo esto hay obras, documentos, fotografías. Cossío, vallisoletano de raíces montañesas, quiso legarlo a Cantabria, para que se cuidara y aprovechara.
Sin embargo, no se aprovecha bien, a pesar de la importancia de los contenidos, de la belleza del pueblo, de la estupenda carretera autonómica que desde Pesués hasta La Lastra es como en mi infancia eran las nacionales, o incluso mejor. ¿De qué ha servido para la promoción de nuestros valores histórico-culturales y de la riqueza en el Nansa la donación de Cossío y los millones gastados en una carretera que parece ir a París en vez de a Polaciones? Flojea la promoción desde Liébana, Comillas o El Soplao, se dirá. Flojea la coordinación entre próceres, se lamentará. Flojea la educación, se constatará. ¿Por qué no está petada Tudanca un buen domingo de temperatura suave?
Flojea el complemento, se añadirá. Si la Casona tiene sus límites, solo visitable de veinte en veinte, se podrían buscar espacios complementarios, exposiciones, eventos. En parte ya se hace, como los encuentros de especialistas universitarios, que llevan ya cuatro ediciones. Pero esto es excepcional y minoritario. Se impone un hecho sociológico: el valle del Nansa es un desconocido para los propios cántabros y, del pueblo de Cossío hacia arriba, casi perfectamente desconocido. ¿Cuánta gente ha estado en Tudanca alguna vez? Y de este grupo, ¿cuántos han pasado por la Casona para maravillarse de que en lugar tan remoto palpitaran la revolución de la literatura española y los pensamientos de renovación de nuestro país? Y de que en pueblos de vacas tudancas hiciera su hogar el director de la gran enciclopedia sobre los toros bravos… Y de que un castellano-montañés exaltara al tiempo lo montañés y lo castellano, antes de que se generase un antagonismo ideológico entre historia antigua y medieval, bajo la influencia de la imaginación vascongada. Todo ello es nuestra historia, que debemos conocer mejor para obtener lo que el filósofo Rüsen llama 'orientación en el tiempo'.
Muchos lugares afectados por los problemas del sector agrario y la decadencia demográfica querrían contar, como arma de futuro, con un legado de semejante trascendencia. Tudanca, conjunto histórico, y su Casona no son playa: para disfrutarlas no es imprescindible un sol rabioso, e incluso bajo el sirimiri poseen un encanto literario y como escocés o irlandés, magia de la Europa que vive siempre en el mes de Brumario. El potencial parece muy elevado.
No es cosa de un consejero u otro, y además las coaliciones son un sistema que se creó para compartir el poder, pero no la responsabilidad: los logros tienen más padres que una diócesis, las culpas vienen todas de la inclusa. Es asunto también de la propia sociedad cántabra, insuficientemente interesada en la España localizada. La Casona es el espejo montañés de un bullicio hispano, pero también el espejo hispano de una abulia montañesa. La Casona del Olvido será la sede social de un grave déficit si no lo hacemos un poco mejor. No ha de ser imposible.
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