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Una viñeta de El Roto dibujaba la pasada semana a una mujer embarazada. Sobre su tripa se leía una frase: '¡No quiero nacer sólo para solucionaros las pensiones!'. Con ocho palabras se puede resumir la perspectiva financiera que empodera el debate social estos días: los ... niños como respuesta económica, y en consecuencia, también su educación, su objetivo, un futuro pragmático. ¿Es así? ¿Es ese el camino ahora que nos enfrentamos en el país a la cifra de nacimientos más baja desde 1941? Pedro Reques, catedrático de la UC, responde con otra viñeta también de El Roto: «Una mujer le comenta a otra: 'Dicen los demógrafos que tenemos un problema porque no tenemos hijos', y la otra responde: 'Que los tengan ellos'».
Los cuatro expertos sentados en la mesa de El Diario se ríen a la vez con el mismo poso de desánimo y conflicto. Representan los ámbitos de la economía, la demografía, la igualdad de género y el empleo, y están en la sede del periódico para debatir y quizá encontrar alguna explicación al paradigma que combina la baja natalidad con un envejecimiento alarmante. La intención de este encuentro no es encontrar fórmulas mágicas, sino abordar el estancamiento demográfico que vive la región. Sin embargo, hacerlo es como poner un principio a un carrusel en movimiento; todo está entrelazado, y los factores que influyen en que Cantabria tenga una tasa de natalidad (-7,8%) por debajo de la media española (-5,8%) son demasiados y están íntimamente hilados. ¿Se puede identificar alguna oportunidad a la situación social que vivimos? ¿Cuál es la solución a ese estancamiento?
El debate a cuatro bandas que durante casi dos horas hilvanó la causalidad de los datos estadísticos y arrojó una conclusión viable: «Si la causa del envejecimiento es económica, y de ella derivan las demás, la solución por tanto también tendrá que ser económica». Es la premisa de José Villaverde, catedrático de Fundamentos Económicos de la Universidad de Cantabria. Pero lo que parece un buen principio, sólo pone el carrusel a girar, porque los argumentos de cada uno de los expertos evidencia la ligazón de las causas.
ALBERTO ARROYO: Observatorio del Servicio Estatal Público de Empleo
El descenso de la natalidad tiene en el mercado laboral la variable clave: si no hay trabajo, o trabajo de calidad, poco margen queda para dar el paso hacia ser uno más en el ámbito privado. Sin embargo, según el coordinador del Observatorio del Servicio Estatal Público de Empleo, la problemática va más allá. «El mercado de trabajo no es ajeno al comportamiento de la población en su conjunto», dice Alberto Arroyo. «El envejecimiento de la sociedad deriva en un envejecimiento de la población activa y supone una verdadera lacra». Y pone cifras para valorar la problemática añadida: «De los aproximadamente 36.000 parados que hay en Cantabria, la mitad son mayores de 45 años y de larga duración». En este sentido, «no podemos permitirnos tener un porcentaje tan alto de paro estructural con baja cualificación, es un coste descomunal y coincide con la población envejecida», por ello, pide «más sensibilidad política y ciudadana» con esta realidad laboral.
La pregunta es sencilla, pero inabarcable: por qué no nacen niños. Reques, estudioso de la demografía desde hace décadas, sostiene que la actual natalidad es fruto «de una sociedad moderna», el cambio de paradigma en las decisiones que tienden a menos hijos, matrimonios más tardíos, pero también un desajuste entre lo que desean y lo que la realidad les permite: «Como consecuencia de la modernización social, esta generación ha sido capaz de separar sexualidad de reproducción. Ha habido muchas mejoras, pero una cosa es lo que quieren y otra lo que hacen. Las mujeres tienen, iba a decir los hijos que quieren tener, pero en realidad tienen la mitad de los que quieren. Ese desajuste es lo que nos tiene que preocupar mucho como sociedad y como políticos».
«Hay que actuar», dice Rosa Mantecón, del sindicato CC OO. «Si no hay empleo, o si el empleo es precario, una familia no tendrá hijos, y tampoco lo hará si no hay una ley que proteja a la mujer cuando son madres o cuando quieren serlo». Sobre la mesa de El Diario en la que se debate una realidad social y política sin soluciones aparentes, ella propone combatir la precariedad laboral y fomentar políticas de conciliación para aumentar los índices de natalidad. «Ese tiene que ser el objetivo», dice Mantecón. ¿Y el trabajo? ¿De qué manera puede acomodar una tasa de desempleo femenino que supera el 46%?
El mercado laboral no es ajeno al comportamiento de la población en su conjunto, y en ese sentido ha provocado un envejecimiento de la población activa: «Es una verdadera lacra, ya que la mitad son parados de larga duración. De los 36.000 parados que hay en Cantabria, la mitad son mayores de 50 años. Y todo en un momento en que hay 15.000 personas menos trabajando», explica Alberto Arroyo, coordinador del Observatorio del Servicio de Empleo Público Estatal (SEPE). Si uno se atiene sólo al argumento laboral para abordar la problemática demográfica, dicho envejecimiento añade otro problema: «Cada vez hay menos gente de veinte años que accede al mercado». Algo que refrenda Mantecón: «Es imperceptible la contratación de menores de 25 años», y lo peor, dice, es que la decisión de ampliar los estudios no es una elección, sino que «no hay otra salida porque no hay empleos». Villaverde introduce otra perspectiva a este hecho. A su juicio, «hay quien lo prolonga porque no hay empleo, pero todo el mundo dedica más tiempo a la formación. Antes, sólo con el bachiller muchos ya iba a trabajar, eso afortunadamente en la actualidad no sucede, o sucede en una proporción mucho menor».
ROSA MANTECÓN. Secretaria de Mujeres y Política de Igualdad de CC OO
La palabras conciliación y mujer se encuentran en el epicentro del debate sobre la natalidad. «Cuanto más se dificulte la conciliación de la vida familiar y laboral más reticencias va a haber por parte de las mujeres a tener hijos», dice la responsable del área en el sindicato CCOO. «Cuantas más dificultades haya por parte de los empresarios y la empresa pública a facilitar que las mujeres se puedan defender en el mercado laboral, a la vez que tienen una familia e hijos, mayor negativa por parte de las mujeres». Para hacerlo, «o bien tienen que renunciar a su carrera o bien a unas circunstancias económicas», dice. Por ello, «le pedimos responsabilidad a los empresarios con la igualdad en las empresas, y por supuesto al Gobierno de Cantabria, para que cumpla con la aprobación de la Ley de Igualdad, que aún no existe en la región». Y pone el foco en la ejemplaridad para cambiar la realidad: «Son ya diez años de demora desde que se aprobó la ley nacional, pero Cantabria no lo cumple. ¿Qué ejemplo das a las empresas para que lo desarrollen?».
¿Puede ser el momento de cambiar las políticas educativas, de reenfocar la formación no como una salida laboral sino como una respuesta? En su argumento, Villaverde plantea una duda: «Es fácil decir que las políticas hay que modificarlas, pero ¿en qué dirección?», dice. «Se acaba de presentar el Plan de la CEOE 2030, que fijaba los nuevos paradigmas, pero no sabemos cómo va a ser la nueva sociedad». El problema es que «no encajan las demandas de trabajadores de las empresas con la oferta de cualificaciones que salen de la universidad. Hay que dirigirlo todo a lo que solicita la empresa, y no estoy tan seguro de que sea tan claro». Entonces, ¿hay que hablar de redirigir las políticas formativas, hay que apostar por cambiarlo?
Es ahí donde Reques introduce una variable nueva; dos términos que ejemplifican el tipo de trabajadores que ejercen hoy la mano de obra disponible: «Hay trabajadores resilientes, –'junco', los denomina Villaverde– capaces de adaptarse a la sociedad laboral actual, con recursos, idiomas y formación para hacer lo que sea, y trabajadores redundantes, que como ellos hay miles, y por tanto, son prescindibles», dice el geógrafo. «Es un cruel fractal a escala internacional y local, y pone los pelos de punta», por eso no duda a la hora de plantear el reto: «¿Cómo reciclas a los redundantes?».
Desde las oficinas de empleo, la realidad le toca de cerca a Alberto Arroyo. Y responde. «Siguen cuestionadas las políticas activas de empleo, se gasta mucho dinero en bonificaciones y formación y no mejora mucho el mercado». Entonces, ¿hacia dónde deben ir los cambios?, tal y como se preguntaba el profesor Villaverde.
JOSÉ VILLAVERDE. Catedrático de Fundamentos de Análisis Económicos de la UC
Si uno le pregunta a José Villaverde por qué no nacen niños, entrelaza la economía a todo lo demás para abordar la problemática en su conjunto: «No hay una única causa, pero si hubiera que señalarla, sería una causa económica de la que derivan todas las demás», dice el catedrático de la UC. En los últimos 40-50 años, España ha vivido altibajos, y aún así nos hemos convertido en una sociedad plenamente desarrollada; nos hemos acostumbrado a esto, nos hemos acomodado, con todo lo que tiene de positivo y negativo la situación». De esta manera, dice, «con el cambio económico ha venido el cambio cultural de una sociedad moderna que tiende a tener menos hijos, a la comodidad». «Compartimos con otras sociedades avanzadas el mismo problema», admite. «Lo fácil es decir que hay que cambiar las políticas, pero ¿en qué dirección?». Su conclusión pasa por volver al origen: «Si la causa fundamental es económica y de ella derivan las demás, la solución por tanto tiene que ser económica».
«El mundo político tiene que generar oportunidades de trabajo, por ejemplo, que Cantabria tenga otro modelo productivo», incide Mantecón, «porque con el empleo que hay ahora, y sobre todo con la calidad de ese empleo, va a ser insostenible el sistema. Estamos perdiendo tejido productivo y sólo se genera empleo cada vez más precario en el sector servicios, y la incertidumbre de un empleo es incompatible con sostener una familia». «Efectivamente, pero ¿cómo se hace eso?», dice Villaverde: «Hoy por hoy no tengo una respuesta clara». Son demasiados «cambios superpuestos», añade Reques, pero entonces aporta algo que podría equilibrar la balanza: «La correlación entre el índice de igualdad de género y la fecundidad es muy alta. A más igualdad, más nacimientos». ¿Hasta qué punto las ayudas o exenciones fiscales pueden favorecer los nacimientos?
Invertir en ayudas, en sostener empresas, en facilitar la conciliación, en formación... ¿La respuesta es sólo económica? «Las políticas son estupendas, pero hay que financiarlas. Y como sociedad no estoy convencido de que haya que ir por esa dirección. No lo tengo claro», dice Villaverde ante el recelo que despierta subir impuestos con los que financiar esas acciones. Entonces, como si el carrusel volviera al punto de partida, cabe preguntarse si la economía tiene la respuesta a un problema que a su vez parece que origina. ¿Cuánto PIB se destina a políticas familiares? Reques responde: «Nosotros estamos, junto con Grecia y Portugal, en los niveles más bajos en cuánto al porcentaje que se destina a servicios sociales y exenciones fiscales. Hay regiones que invierten mucho y tienen bajo resultado, a otras sí le da buen resultado, como por ejemplo Navarra o País Vasco».
Mantecón interviene para subrayar este punto: «Ojo a la calidad del empleo que hay en esas regiones», dice. Quizá no sea tan importante la inversión directamente, quizá lo sea más la estabilidad, como demuestra el hecho de que «otras tienen hijos sin invertir apenas, como Madrid o Murcia».
El cambio está al final en una cuestión de concepto. Antes la demografía era el resultado de muchos factores. Ahora, apunta Reques, sucede justo lo contrario. «La demografía es una causa, más que un efecto, y los cambios que genera van a afectar a otras dimensiones sociales y económicas del país», dice Reques. Por ello propone empezar a trabajar «por grupos sociales, económicos y poder adquisitivo»; tener en cuenta el desequilibrio entre zonas geográficas, la despoblación rural y su envejecimiento. «Es un problema social», dice el catedrático, y por tanto, la solución tiene que estar en todos. Y en todo.
«La caída de la fecundidad es una consecuencia de la modernización de la sociedad, tiene que ver con el cambio económico, pero también de urbanización; no es lo mismo un hijo en el mundo rural que en el mundo urbano», dice Reques, demógrafo de la UC y especialista en leer entre líneas el comportamiento de las cifras de la natalidad. «Las mujeres pueden elegir, pero una cosa es lo que quieren y otra lo que hacen: tienen menos hijos de los que querrían», dice. «Preguntad a las mujeres cuándo quieren ser madres: dicen a los 27 años, pero en Cantabria los tienen a los 33 años. Y si les preguntas cuántos hijos, la estadística dice 2,2, cuando la realidad es que tienen 1,2. Ese desajuste es lo que nos tiene que preocupar mucho, como sociedad y como políticos». La clave está en preguntarse cuánto PIB se destina a políticas familiares, «estamos en lo más bajo junto con Grecia y Portugal», y destaca que «la alta correlación entre el índice de igualdad de género y la natalidad». Ahí está la estrategia.
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