Secciones
Servicios
Destacamos
Hace justo un año, el médico Reinhard Wallmann (Salzburgo, 1980) asumía la dirección de Salud Pública en pleno inicio de la ola posnavideña (la tercera), «con la sensación de que lo peor ya había pasado» y el horizonte de «esperanza» que se abría con la ... incipiente vacunación. Perfeccionista y riguroso en la gestión, acostumbra a revisar hasta el último dato antes de tomar las decisiones que «nos marca el virus», que ha demostrado una y otra vez su capacidad de «sorprender». «Y aún puede volver a hacerlo», advierte. La sexta ola, cuyo pico sitúa en «la tercera semana de enero», ha acabado convertida en un nuevo tsunami de contagios por la aparición de Ómicron, una variante que «ya se puede decir que es más leve», aunque generará «la segunda mayor presión hospitalaria de toda la pandemia» por detrás del desbordamiento inicial (marzo/abril de 2020), en pleno confinamiento. Entonces, como ahora (aunque en contextos muy diferentes), eran más los casos sin diagnosticar que los que reflejaban los recuentos oficiales: «En estos momentos, la cifra real de infectados en Cantabria puede multiplicar por cuatro los que nosotros estamos detectando».
–Aceptó el cargo hace un año, con la tercera ola a la vista, y después aún vinieron otras tres (esta última gigantesca). ¿Arrepentido de aquella decisión?
–En aquel momento se respiraba un aire de esperanza: ya teníamos la vacuna, así que pensaba que sólo se podía ir a mejor. Ese fue uno de los argumentos para aceptar, pensar que lo peor ya había pasado. Pero la realidad fue que desde el punto de vista de gestión pandémica, había cosas que ya no eran problemáticos (la incertidumbre, la organización y la falta de recursos iniciales ya no los teníamos), pero sí nos encontramos con cuatro ondas, cada una con una gestión distinta, había que adaptarse a todo el contexto social. Cuando decayó el estado de alarma, nos dificultaba poner medidas (toque de queda, restricción de movilidad...) Ha sido un año bastante intenso, de muchas experiencias valiosas para mí, y no me arrepiento de aquella decisión. Pienso que la vida consiste en resolver problemas, y en el fondo esto era seguir resolviendo problemas a nivel profesional. Obviamente, la parte personal sí ha sufrido.
–¿El covid le ha robado mucho tiempo de vida familiar y de esas aficiones a las que antes sacaba tanto partido?
–Claro, algunas aficiones las he tenido que aparcar, o se han aparcado ellas solas. Por ejemplo, la fotografía se ha quedado muy reducida. Con la escalada, intento hacer mantenimiento. Los amigos... para todo hay menos tiempo. Y eso es lo que más echo de menos. Dentro de lo privado, priorizo la familia. A mi hija Greta (12 años) sí que la cuido mucho. Ella me toma el pelo, a veces me dice 'estás, pero no estás', porque estoy continuamente al teléfono o con la tablet.
–Pese a la situación, ¿ha podido volver a casa por Navidad?
–Al final sí, me escapé cinco días a Austria. Debido a la pandemia, he visto muy poco a mi familia en estos dos años. Allí la Navidad es sagrada, y en mi familia se vive como algo muy importante. Decidí ir justo hasta el día 25, pero me salió muy mal el viaje, porque no estuve prácticamente, me pasé todo el rato en el teléfono, intentando gestionar desde allí.
–Antes de convertirse en director de Salud Pública ya manejaba y analizaba todos los datos de la pandemia, siendo de los primeros en ver venir las olas. ¿Le ha llegado a quitar el sueño?
–Sí que me afecta cuando sube la incidencia porque me cuesta mucho tomar una decisión; me gusta antes evaluar y tener la máxima cantidad de información disponible, no quiero que se me escape nada, y si en ese proceso de decidir o de posicionarse falta algo o siento que no lo tengo tan claro ahí es cuando me empieza a quitar el sueño. Siempre lo decía en las reuniones: 'Esto va mal, porque yo ya no duermo'.
–Y ante esta sexta ola de récord, ¿qué siente cuando ve que las cifras están completamente disparadas y toda la red de detección y rastreo se va cayendo porque la demanda es inabarcable?
–La semana pasada se empezó a vislumbrar el desbordamiento de las estructuras, íbamos poco a poco adaptándonos, sacando planes de contingencia para intentar mantener el barco a flote, pero de un día para otro ya se vio que el rastreo, tal y como lo veníamos haciendo, ya no podía continuar. Dibujé un flujograma, lo comunicamos a todos los mandos intermedios en la Consejería y ese día lo compartimos en la ponencia de Salud Pública, y fue lo que salió, casi clavado, en la estrategia. Confluyen aquí todas las variables, como que madura la manzana y ya es lo que es.
–¿En qué punto estamos ahora mismo, teniendo en cuenta la incidencia actual y que ya hay positivos que escapan al control porque ya no se rastrea ni se hace PCR a todos los contactos?
–El punto ahora mismo es crítico y tenso. La característica de Ómicron, lo que hemos experimentado ahora, es el colapso de la base de muestreo, rastreo, análisis... y tenemos la Atención Primaria muy atascada. A principios de esta semana notamos el repunte de la hospitalización, entrando también en un terreno muy crítico. Con bastante antelación sabíamos que iban a llegar a 100-120 pacientes, porque empezaba como la ola de Delta, y más o menos contextualizando la onda previa, que teníamos menos cobertura vacunal, cifrábamos los ingresos en torno al centenar. Ahora estamos en 175 ingresados y, viendo la ocupación de otras comunidades, aún tenemos camino por delante, podemos estar hablando del segundo impacto hospitalario más potente después de la primera onda. Podemos alcanzar los 200-250 pacientes (un 15% en hospitalización) y en UCI llegar a los 30-40, eso es posible y supone una situación muy crítica.
Noticia Relacionada
–¿Cuándo sitúa el momento en que se doblegue esta curva?
–Las modelaciones que vamos viendo sitúan el pico de contagios en la tercera semana de enero. Hay algo con Ómicron que es reseñable y es esa dinámica que tiene de hacer mucho pico y bajar relativamente rápido. Y eso tiene que ver con el tiempo de generación –el que transcurre desde que un positivo comienza con síntomas hasta que el caso secundario (a quien contagia) genera esos mismos síntomas–, que parece que es más corto. Ese matiz haría que las medidas y la conciencia de la población funcionaran mejor, lo que puede causar que remita más rápido que otras olas. No obstante, la hospitalización puede tener el pico más tarde y bajar más lento. La brecha entre casos e ingresos se ha hecho muy grande. Estamos hablando de que ingresa un 2% de los casos que detectamos.
–¿Esos datos confirman que Ómicron es la variante más leve?
–En cierto modo es un indicio, desde nuestra propia percepción, de que este virus se comporta de manera más suave, en el sentido de que la gravedad de la enfermedad no es tan elevada. Pero ya podemos confiar que Ómicron es más leve, sobre todo porque hay un estudio del Imperial College de Londres, a partir del cual ya nos lo podemos empezar a creer. Lo que dice es que la probabilidad de hospitalización cuando te contagias con Ómicron, de modo general, puede llegar a ser un 30% menor en comparación con Delta. Y lo bueno es que proporciona información sobre las tres condiciones que se dan: en reinfectados el riesgo de ingreso se reduce del 55% al 70%, en comparación con Delta, es decir, tienes la mitad de probabilidades de ser hospitalizado; para no vacunados, la reducción es del 24%; y para vacunados tenemos que diferenciar entre los que tienen dos dosis y los que tienen el recuerdo puesto. En los primeros, el riesgo se reduce un 34% y para los que han recibido la dosis de refuerzo la reducción es del 63%. De ahí la importancia de priorizar la campaña de dosis de recuerdo y de ponérsela a todos, porque, si te fijas, la diferencia entre no vacunados y vacunados con dos dosis es apenas del 10%, pero de dos dosis a tres, la diferencia es del 30%. Lo que realmente nos protege es la tercera dosis.
–La OMS recomienda ahora la cuarentena de 14 días justo cuando España la ha dejado en 7, ¿qué opina al respecto?
–Sinceramente, creo que España ha tomado a tiempo la decisión de acortarla y, sobre todo, la de quitar la cuarentena a los vacunados, porque nos hubiera reventado. Alemania o Austria tienen ahora ese problema, porque se queda la economía en el camino. Si cuarentenas a todos los contactos estrechos, ¿quién trabaja? Ya bastante tenemos con el impacto del aislamiento de los casos positivos, como para meter en cuarentena a todos sus contactos. Ahora me preocupa el tema del personal del SCS, tenemos muchas bajas (391 ayer entre sanitarios y no sanitarios) y eso complica la gestión.
–¿Tenemos que asumir que nos vamos a contagiar todos?
–Tarde o temprano todos vamos a tener contacto con alguna variante del coronavirus. Eso hay que asumirlo. La clave es no hacerlo todos a la vez y que los que se contagien estén inmunizados, y si tienen tres dosis puestas, mejor que dos.
–¿Una persona que ha pasado el covid y que está vacunada tiene menos probabilidades de volver a contagiarse?
–A Ómicron le da igual si estás vacunado con dos dosis, contagia lo mismo. Y en el caso de las reinfecciones, el escenario que se ha visto en Sudáfrica es que se han contagiado igual. Tendrás menos posibilidad de contagiarte otra vez si acabas de pasar Ómicron y un mes después de la tercera dosis también tienes algo de probabilidad de contagio, luego baja. De ahí el tema de que se adapte la vacuna a la variante. No se ha hecho con Delta, espero que lo hagan ahora, si no la vacuna pierde efectividad porque no se corresponde con el virus que está circulando.
–¿Cuánta gente puede estar contagiada en Cantabria sin saberlo?
–Esta ola ya lleva más de 26.500 casos detectados por nuestra parte, tenemos otros 6.000 que han notificado el positivo en autotest, pero sin confirmar. Y luego el resto es pura sociología: tenemos que añadir a los asintomáticos que no notan nada, a aquellos que tienen síntomas leves y no lo declaran, y los que se hacen un test positivo y tampoco lo notifican; el número puede ser cuatro veces mayor. Si el 50% es totalmente asintomático, en esta onda puede haber unas 100.000 personas infectadas, pero esto es pura especulación.
–¿Ha advertido de que vendrán nuevas variantes, hay que confiar en que el virus perderá virulencia en cada mutación o cabe la posibilidad de que genere una más agresiva?
–Delta era más contagiosa y a su vez más virulenta que Alfa. Puede haber virus recombinantes, caso de mezcla de Ómicron y Delta, con la contagiosidad y el escape de inmunidad de la primera pero recuperando la virulencia de la segunda. Eso también es posible.
–¿La teoría de que la pandemia se quedará en una onda estacional de invierno es sólo sí no surge una variante de este tipo antes?
–Claro, esa posibilidad cabe. Un virus que vuelve a escapar a la inmunidad generada y que incluso puede ser más virulento.
–¿Entonces, nos olvidamos de la posibilidad de prescindir de las mascarillas en 2022?
–La decisión de volver a poner la obligatoriedad de la mascarilla en exteriores no la comparto, porque los contagios al aire libre son muy reducidos. Por eso creo que esa medida tiene que desaparecer. España es muy promascarilla y está bien aplicada en interiores, pero veo complicado quitarla a lo largo de 2022.
–Antes de las Navidades, tenía claro que había que aplicar restricciones en el horario del ocio nocturno para contener la transmisión, pero los jueces tumbaron esa medida. ¿Cómo le sentó ese revés?
–Primero te sorprende. Además del propio sector, porque la resolución no era algo que habíamos ideado unos días antes, sino que eso ya estaba desde la última modificación. Cuando bajamos la incidencia de Delta, hicimos una adaptación y se dulcificaron las medidas del semáforo covid. Hablamos de una medida que estaba decretada y en vigor desde hace mucho tiempo, y resulta que empieza a haber contagios y entra en funcionamiento y es cuando empieza todo el mundo a presentar cautelarísimas y cautelares. Luego te lo tumban, y te quedas... Bastante cuesta poner las medidas, es la parte más desagradable de este trabajo, porque los malos somos Sanidad y toda la responsabilidad recae sobre nosotros. Una Consejería acaba decidiendo sobre el funcionamiento de un ámbito ajeno totalmente ajeno a la Sanidad. Cuando pusimos toque de queda y restricción de movilidad, ya sin estado de alarma, nos enfrentamos a una sensación que daba vértigo, porque realmente estábamos limitando la libertad de las personas. Luego entran otras instancias, que me parece bien, porque lo debe de haber en una democracia, que no lo ven como nosotros y sólo puedes aceptarlo. Lo peleas antes, después ya no puedes hacer más.
–¿Cree que esta ola en todo caso era inevitable, incluso de haberse tomado medidas antes?
–No se podía evitar. Sólo se hubiera podido frenar con un confinamiento total hecho a tiempo. Aquí sufrimos la paradoja de la prevención. Cada vez es más difícil poner medidas preventivas; si no está todo ardiendo no puedes acreditar la justificación de esa medida, lo que hace que se adopten cada vez más tarde. Ahora lo que nos rige es la ocupación hospitalaria, actuamos sólo cuando la asistencia sanitaria ya no puede más.
–¿Los hospitales van a ser capaces de absorber la demanda?
–No me cabe duda, pero cuantas más plantas ocupe el covid, menos tienes para otras patologías. Además un hospital no es sólo camas, es un engranaje complicado: personal, sobre todo, recursos...
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.