¿Qué puedo comprar con 30 euros?

«Poco vais a hacer con treinta euros», exclama una señora que pasea con dos bolsas en la mano por el Mercado de la Esperanza, en Santander. «Ni aquí ni en ningún lado. ¡Hay que ser un poco realistas, hombre!», dice en referencia a la polémica propuesta de la ministra, mientras espera para comprar en la carnicería de Rocío Callejo.

Y no le faltaba razón. Un paseo por la planta de arriba del mercado es suficiente para fundir casi todo el presupuesto. Y sin grandes lujos. Primera parada en la frutería. Manzanas, peras y tomates. Productos de primera necesidad. Una barra de pan para la comida del día y una docena de huevos que nunca faltan en la nevera. «Y poco más. Da para poco más. Por menos de 30 euros no puedes comprar carne y pescado en la misma vez. Porque te hacen falta más cosas. Parece una broma que lo propongan teniendo en cuenta lo que han subido los precios», dice Rafael, un cliente habitual del mercado. Y entiende que «aquí venden productos de mejor calidad. Por eso son más caros. Yo sin duda lo prefiero».

De hecho, Rafael, fiel a sus costumbres, compra la fruta y la verdura en la tienda de al lado de su casa. «Hay que apoyar al pequeño comercio. Nos necesitan, pero desde hace tiempo. Soy consciente de que la situación es complicada, pero prefiero privarme de otras cosas antes que dejar de venir aquí», explica.

Y es que el fuerte encarecimiento de los productos básicos ha hecho mella tanto en los comerciantes como en los consumidores. Los primeros ajustan «como pueden» los precios, teniendo en cuenta el incremento de sus propias facturas. Y a los segundos no les ha quedado otra que cambiar de hábitos de consumo y mirar por el bien de su bolsillo. Aunque ambos grupos comparten, obviamente, la indignación que les produce este panorama.

«Mira, no me hables de esa lista. Este tipo de medidas hunden en la miseria al pequeño comercio, porque nosotros no podemos asumir los precios que sí que pueden las grandes superficies», dice Nino Díaz, propietario de la Carnicería Rocío Callejo. «Es siempre lo mismo. Esto nos perjudica una vez más. Y la gente, que también está sufriendo con la situación económica del país, de primeras prefiere optar por los supermercados en vez de venir a comprar al mercado», explica Díaz visiblemente molesto.

Al cambiar de escenario también cambia la situación. Pero no demasiado. La cesta va más llena en el supermercado que en el mercado. Como era de esperar, el dinero da para una compra más completa. Pero atendiendo bien a los precios y a las diferentes marcas. Y es que los hábitos de los consumidores de los supermercados también han variado. Así lo cuenta Virginia Díaz, que incluso ha cambiado de supermercado por uno más económico. «Con decirte que ahora vengo a otro súper con más ofertas y precios más baratos, te lo digo todo». Y añade: «Y por supuesto compro productos de marca blanca». Aunque reconoce que ni con esas consigue hacer una compra por menos de 30 euros. «Yo solo tengo una hija y no me dan las cuentas, imagina una familia en la que sean más. Es inviable de verdad», insiste Díaz.

No es la única que ha tenido que adaptarse. Por los pasillos de los congelados Carmen echa un vistazo a las diferentes ofertas. «Para que te voy a engañar. Preferiría comprar productos frescos. Pero el homenaje me lo doy el fin de semana. Y esto está bastante bien calidad-precio», dice mientras coge una bolsa de verduras salteadas. «Desde hace meses los precios son una locura. Y yo no compro nada del otro mundo. No sé qué será lo siguiente».

Las tiendas de los barrios también se sienten directamente perjudicadas al entender que esta medida favorece solo a las grandes superficies. Y para subsistir buscan alternativas, como las ofertas. De hecho, el escaparate de Coliseum Frutis, una frutería del centro de Santander, está lleno de ellas. «Pimiento verde a 3,99 el kilo. Melón de Villaconejos, 0,99 el kilo». Y ni con esas.

Al hacer la compra en diferentes establecimientos de barrio tampoco dan las cuentas. «Esa propuesta no es en absoluto realista. Estoy que trino con esta situación. Dejan de lado a los pequeños comercios y esto puede suponer el fin de muchos negocios», dice una de las empleadas de Frutas Espinosa, también en el centro de Santander. «Bastante tenemos con poder abrir la tienda todos los días gracias a nuestra clientela fiel».