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Era cuestión de tiempo que llegara a Cantabria: desde que, unos meses antes, la enfermedad fue detectada en China, el virus fue recortando distancias sin parar. Cuando dio el salto a Europa y empezó a hacer estragos en Italia, dejó ser un mal exótico para ... convertirse en una amenaza real. A finales de febrero de 2020 ya se habían diagnosticado los primeros positivos en las comunidades autónomas limítrofes, y Valdecilla había recibido varios casos sospechosos que, al final, resultaron ser falsas alarmas. Hasta el día 29.
«Cuando nos confirmaron por la tarde el positivo de una paciente ingresada el día anterior, se hizo un silencio sepulcral», recuerda Olga Quintano, supervisora de la Unidad de Hospitalización de Neumología e Infecciosas, en la Torre D7 de Valdecilla, donde se atendió este primer contagio, y los que llegaron después. «La unidad estaba preparada: teníamos una zona de habitaciones aislada del resto para recibir a este tipo de pacientes. Había incertidumbre y falta de protocolos. Y mucho miedo», recuerda.
«Había ingresado el día 28 como alta sospecha de covid, y al día siguiente nos confirmaron el positivo: ya no era como en los días previos, que habíamos atendido a una paciente de Potes y a otro que había regresado de Italia. No era lo mismo abordar a esos enfermos a saber que esa paciente que se iba a quedar con nosotros allí era un covid positivo y que, con miedo o sin miedo, había que cuidar», relata.
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La falta de información era generalizada: el desconocimiento de la enfermedad hacía que los mensajes que llegaban tanto a los ciudadanos como a los propios profesionales sanitarios resultaran contradictorios. Los expertos hacían continuas llamadas a la calma y restaban importancia al mal mientras no dejaban de llegar noticias sobre la grave situación que se vivía en las zonas más afectadas. «Antes de que llegasen los primeros casos de sospecha, y aquel positivo, el equipo estaba nervioso por la incertidumbre, un poco angustiado», comparte Quintano.
Esa misma angustia era compartida por toda la sociedad, a la que se suministraban datos con cuentagotas. Según Paloma Navas, directora general de Salud Pública en aquellos momentos, ese racionamiento informativo tenía su razón de ser. «Habíamos tenido un problema importante cuando se hizo la primera toma de muestras de un caso sospechoso. Todo ese itinerario se filtró a la prensa y se identificó a esa persona en el pueblo. La situación fue muy complicada para esa mujer, que después dio negativo: la gente vaciaba el supermercado cuando entraba ella o algún familiar, los niños no jugaban con los de su familia... Tuvimos mucha preocupación», explica.
Ella también recuerda la llamada de madrugada del laboratorio de Majadahonda, cuando le confirmaron el primer positivo. «Fue peor cuando me llamaron unos días después para decirme que todos sus contactos estrechos habían dado positivo, nueve de nueve. Ahora diez casos te parecen nada, pero lo recuerdo como un momento terrible», expresa Navas.
Los detalles de aquel primer caso acabaron trascendiendo: después de tanta discreción por parte de Sanidad, el presidente cántabro, Miguel Ángel Revilla, contó en un programa de televisión que se trataba de una cooperante italiana que colaboraba con Ampros en Santander, y que llegó al Seve Ballesteros procedente de Roma.
Como explica Olga Quintano, los profesionales que tuvieron que enfrentarse a esos primeros casos se vieron sometidos a una altísima sobrecarga física y, sobre todo, emocional. «No solo había incertidumbre y miedo a lo desconocido, sino que a eso se unía el ver a los pacientes muy enfermos, en muchos casos con necesidad de trasladarles por empeoramiento al servicio de Intensivos, sometidos a las estrictas condiciones de aislamiento. A todo esto se añadía la angustia y el sufrimiento de las familias al otro lado del teléfono demandando continuamente información». Y después, concluida la jornada, «había que regresar a casa con los nuestros, agotados y con el miedo en el cuerpo a contagiarles».
«La unión y el trabajo en equipo nos dieron fuerza para seguir, y es algo que se nos ha quedado grabado a todos. Ahora, pasado el tiempo, compartimos esa satisfacción por haber ayudado a tantos pacientes y familias».
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