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El lento pero continuo avance de la gripe aviar en España ha puesto en alerta a las autoridades sanitarias del mundo animal y a los profesionales del sector avícola. Cantabria, por el momento, se libra, ya que no ha detectado ningún positivo. Eso sí, está ... pendiente de conocer el resultado de los análisis realizados a los cientos de aves marinas que durante los temporales de principio de año regaron las playas de cadáveres, principalmente, de frailecillos. Hasta el momento, la Consejería de Desarrollo Rural, Ganadería, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente ha tomado muestras aleatorias de 72 aves, todas ellas con resultado negativo.
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El comienzo de año ha sido benévolo, aunque el panorama en el resto del país –y de algunas comunidades autónomas cercanas, en particular– no invita al optimismo. De hecho, el departamento que dirige Guillermo Blanco realizó en 2022 un total de 310 muestreos, que se saldaron con 21 animales positivos y 15 focos (grupos) diferentes de aves silvestres. Porque las que más preocupan son precisamente las que viven en libertad y que pasan por la región, principalmente, por motivos migratorios. «De finales de enero hasta ahora, nuestra red de colaboradores ha localizado unos 800 ejemplares orillados. Mayormente eran frailecillos, muchos de ellos adultos, que estaban de viaje de regreso a sus colonias de cría en las islas británicas, especialmente en la zona de Escocia», explica Felipe González, delegado territorial de SEO/BirdLife, que insiste en que si alguien se topa con un ejemplar muerto tiene que avisar al 112 «y también puede registrar el hallazgo en nuestra aplicación ICAO (Inspección Costera de Aves Anilladas)».
Felipe González
Delegado territorial de SEO/BirdLife
Sin embargo, ninguna de estas aves –por el momento– estaba afectada. Los profesionales, en cambio, admiten que tienen «temor» a que el virus desembarque. «Estamos bunkerizados», afirma gráficamente Laura Pérez, de Avícola Cantabria. Esta granja del barrio de Rubayo, en Ceceñas (Medio Cudeyo), alberga en su interior 20.000 gallinas y sabe que si aparece un solo caso el protocolo obliga a inmovilizarlas y sacrificarlas a todas. «Tenemos miedo, claro, aunque en nuestro caso es menos probable que el virus entre. Al ser una explotación de interior, lo tenemos todo preparado para que no se cuele, con todas las medidas para que no acceda ningún pájaro de fuera», añade.
El peligro es que algún ejemplar silvestre enfermo se mezcle con los que viven en cautividad, especialmente en las granjas en las que disponen de terreno al aire libre para que sus animales campen. «Por eso, vivimos con el temor», explica Carlos Martín, de la Granja Anero (Ribamontán al Monte). El suyo es un negocio de huevos ecológicos de hasta 1.800 gallinas que dispone de una hectárea de terreno.
Laura Pérez
Avícola Cantabria
«Lo que hemos hecho es extremar las precauciones al máximo. Pulverizamos las suelas del calzado antes de entrar a la cabaña, hemos retirado los comederos y bebederos del exterior para que no los compartan con aves silvestres, los camiones que traen el pienso y que vienen de otras granjas se desinfectan y hemos eliminado las visitas, tanto las de escolares que solían acudir a ver una granja ecológica y las de los clientes a los que les gustaba conocer las instalaciones.... Aun así, no estamos libres al cien por cien», subraya.
Los profesionales del sector saben a qué se enfrentan y cuentan con un riguroso protocolo que actualizó el año pasado el Ministerio de Agricultura. «Los que llevamos muchísimos años en el mercado ya sabemos cómo funciona esta enfermedad, pero hay gente que tiene gallinas en el corral de casa, o cualquier otro tipo de ave, y por ahí podría entrar el virus, no sería raro», subrayan los profesionales.
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