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La vendimia va a durar mucho este año en Cantabria, pero no precisamente por la cantidad de uva que hay en las cepas. En algunos puntos hace dos semanas que ya tienen la uva recogida y en la bodega, mientras que en otros lugares aún ... esperarán un par de semanas para entrar a recoger los racimos. Resultará una vendimia atípica, a salto de mata, que viene muy condicionada por las tardías heladas de mayo y por el pésimo y húmedo verano, que de una forma u otra han afectado a la maduración de las plantas y, sobre todo, han mermado su producción. Tanto que en los viñedos de la denominación Vino de la Tierra Costa de Cantabria la pérdida puede ser superior al 20% respecto al pasado año y en la de Liébana la cosecha va a quedarse en apenas un tercio de lo que se vendimia habitualmente.
«Si cojo la cuarta parte que el año pasado, capitán general». Manel Gómez, empresario y viticultor de Potes, resume así cómo se encuentran sus viñedos y, en general, por extensión, los de la comarca lebaniega, donde las heladas de primeros de mayo «arrasaron» literalmente las viñas y echaron a perder la mayor parte de los brotes.
Fueron un par de madrugadas, en torno a la fiesta de la ‘Santuca’, en las que el termómetro llegó a bajar hasta los siete grados bajo cero. «Hubo que volver a tratar las viñas, reanimarlas... Aún así, muy mal», apunta Manuel, uno de los propietarios de Bodega Cayo, elaborador del tinto Lusía. «En algunas parcelas no hay casi nada. Si en total recojo tres mil kilos» –su producción en un año normal alcanzaría más de doce mil– «me doy con un canto en los dientes». Un ejemplo de por qué la vendimia en aquella comarca va ser esta año algo casi testimonial.
Lo cierto es que, según la altura y orientación de los viñedos, en algunos casos el destrozo ha sido demoledor. «Las heladas no afectaron tanto en las parcelas altas, que son las que nos proveen de más uva. Han madurado bastante y lo tenemos ya en casa», explica Javier Blanco, socio de la Compañía Lebaniega de Vinos y Licores; «pero en las parcelas bajas la helada lo quemó todo. Luego las vides echaron brotes, sí, pero van muy retrasadas y con mucha menos producción. Son cifras muy pobres». Así las cosas, este viticultor de la bodega de Cabariezo adelanta que en la comarca «no habrá vendimia multitudinaria como otros años. Sólo por parcelas y por separado, según vaya madurando la uva y antes de que se la coman los pájaros». De las suyas y las arrendadas, ellos confían en recoger unos 20.000 kilos, que es bastante menos de la mitad de una vendimia normal.
Desde Esanos, Santi Dobarganes dice con cierta desazón: «¿Vendimia? Este año, poca vendimia». Explica que sus viñas «se helaron, quedaron arrasadas» en mayo y calcula que en sus tierras «de uva sana habrá quedado un 10% o un 15%. Y las de por aquí», en referencia a los viñedos próximos, «algo parecido». En la viña de Las Adras, de la orujera Los Camachos, al lado de Potes, aún no se ha vendimiado, pero Segundo Cuesta, que el jueves subió para testar la graduación de la uva, calcula que la merma de uva «es superior al cuarenta por ciento».
Ese quebranto productivo, sin embargo, no tiene nada que ver con la calidad de la uva. «Aunque de escasa cantidad, lo que salga será bueno», anticipa Blanco sin poder señalar qué cantidad destinará a crianza y cuánta a embotellar para el tinto Picos de Cabariezo:«Irá en función de su estructura, pero aún nos falta por recoger uva». En Bodega Cayo, por su parte, hablan de una calidad «normal, tirando a buena; como hubo mucha seca y poca agua, el grano viene pequeño», confiando en que caiga un poco de agua a última hora «que ayude a subir el grado» y en que los majuelos, «tras un año dejándolos descansar como quien dice debido a las heladas, nos traten mejor el año que viene».
Y si aquellas heladas a caballo entre abril y mayo fueron el grave contratiempo en Liébana, para los viñedos acogidos a la denominación Vinos de la Costa el caballo de batalla han sido las lluvias y la ausencia de sol durante el mes de julio, lo que ha tenido en jaque a los productores todo el verano. Alas tierras les ha sobrado humedad y les ha faltado luz y sol.
Y es que la botritis y, sobre todo, el mildiú se fortalecen con la humedad y con esa bruma que impide al sol secar y llegar a la uva. Aquellos hongos, viejos enemigos de la vid, capaces de acabar con toda la cosecha, han tenido este verano su ideal caldo de cultivo en la zona costera, lo que ha obligado a los viticultores a redoblar las medidas preventivas, a realizar más tratamientos y a estar aún más a pie de viñedo.
«Ha sido un año muy complicado. Hemos tenido que ser muy cuidadosos con los tratamientos», dice Carlos Recio, desde la bodega Casona Micaela, mientras recuerda que la meteorología de este verano les ha tenido muy en vilo, como al resto de productores. «La primavera fue muy buena, la uva venía genial, pero en verano...» y narra que debido al poco sol, la neblina y la humedad que camparon en julio y agosto «ha habido que estar muy pendiente del viñedo. Como nunca. Y con más trabajo de campo» para frenar y doblegar los hongos hasta el punto de que si en condiciones normales suministran tratamientos cada quince días esta vez han tenido que aplicarlos «cada diez. En total, un treinta por ciento más de tratamientos que el año pasado».
Gracias a ese trabajo de campo la producción de este año solo se verá resentida «en un diez por ciento», calcula Recio, sobre todo en la uva riesling, que es más delicada que la albariño, la que ocupa la mayor parte de su plantación. «Tendremos un poquito menos de lo esperado, pero dentro de lo previsto», por lo que espera recoger unos 60.000 kilos cuando completen la vendimia, que piensan realizarla «para mediados de octubre y de una tacada». Lo último que entre en la bodega lo reservará para ‘Micaela selección’.
En Villayuso de Cieza, como en Valle de Villaverde, el verano ha resultado un fiasco para el viñedo y Manuel Torío habla en parecidos términos:«Ha sido un año difícil, muy complicado», y se explaya:«Ha habido mucha humedad y poco sol, con lo que la producción ha menguado». Para la bodega Majuelos del Cieza esa merma se traduce en un 30% menos de uva. «Una pérdida importante», dice el bodeguero.
«En primavera la flor cuajó bastante, con cantidad de racimos, pero el mildiú...», señala Torío, «el mildiú nos atacó, nos ha vencido. Perdimos mucha producción». El mal menor, apunta, es que el resto de la producción de albariño «ha salido adelante muy bien y mantiene la calidad». Al cabo de la vendimia de sus cuatro hectáreas sacarán «sobre 15.000 kilos. Una pequeña parte irá para vino de barrica y el resto para embotellar el Behetría de Cieza.
Hace poco más de diez años años, salvo cuatro iluminados de la Consejería –con Juan Ignacio de Sebastián y Benito Fernández al frente–, nadie podía imaginar que Cantabria contaría con un incipiente sector vitivinícola que elaboraría vinos de calidad. Y menos aún, que aquí se elaboraría un cava. Lo primero ya está contrastado, y lo segundo se va a hacer realidad este mismo año. Bodegas Vidular va a sacar al mercado ‘Brut Cantabricus’, un cava elaborado con uva albariño con el método ‘champenoise’, por el que la segunda fermentación, la que da el gas carbónico y las burbujas, se produce dentro de la botella. Durante nueve meses han permanecido en el ‘pupitre’ (esas estructuras en las que descansan inclinadas boca abajo) y recibiendo pequeños giros dos veces al día.
En un momento determinado se congela el cuello de la botella y se realiza el ‘degüelle’ o descorche para eliminar los restos de sedimentos. Luego se le coloca el tapón definitivo. Bodegas Vidular va a sacar 3.000 botellas de este vino espumoso ‘Cantabricus’, y el próximo año espera doblar la producción de ese vino espumoso.
Una pérdida de producción similar o incluso mayor aguarda Ignacio Abajo, de Lancina Viñedos. Hoy comenzará a comprobarlo con la vendimia que va a realizar en la finca Truebe, en Gama, pero aún le quedan por delante otros dos domingos para cosechar lo de Moncalián. Como los anteriores, Abajo se lamenta de que la lluvia y la botritis les han «complicado la campaña. Ha sido un año de mucho trabajo, de intervenir mucho en la viña. Me conformo con sacar el 60% de lo que marcaba a principios de verano, que era una producción extraordinaria, pero con los patógenos hubo que desbastar y con la lluvia atacó la botritis». Una pérdida considerable, pues sus cuentas son que obtendrá como máximo 12.000 kilos (de los 18.000 previstos) para elaborar su Lancina.
En Bodegas Vidular no vendimiarán lo primero hasta esta semana –la chardonnay, uva de maduración más temprana–, y dejarán la albariño y la godello, que es el grueso de su producción, para mediados de octubre. Los hermanos Durán esperan poca pérdida y obtener similares cifras de otros años para sacar 25.000 botellas de Ribera del Asón pues aunque, como al resto, también les ha afectado el poco sol y la mucha agua «esa mala meteorología ha obligado a redoblar el trabajo manual y de tratamientos para tener en condiciones la uva», señala Mikel Durán. «Ello nos ha permitido tener la producción sana tras un año complicado, de mucho trabajo y más costoso».
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