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Los técnicos de la Consejería de Medio Rural aún no han tenido tiempo para hacer una evaluación detallada de los daños provocados por los ... incendios forestales. Después del episodio vivido entre el 15 y 19 de febrero, cuando el número de focos diarios se iba aproximando a cero, la llegada de la última surada hizo que los aficionados a prender la mecha volvieran a actuar y obligó a la Administración a centrar de nuevo todos los esfuerzos a la extinción. Desde el Gobierno de Cantabria confirman que cuando se desactive el nivel de alerta se redactará un informe detallado sobre los costes de unos fuegos que no solo generan un impacto ambiental, también repercuten en las arcas públicas.
Ahora no hay datos, pero sí antecedentes. El más reciente es el del desastre de diciembre de 2015. Entonces, la región comprobó a través de las imágenes tomadas por satélite que se habían calcinado alrededor de 10.000 hectáreas de terreno. La factura de todo aquello sumó casi 92 millones de euros que Cantabria reclamó al Gobierno con poco éxito. Esa cifra hacía referencia únicamente a los «daños ecológicos». Es decir, lo que costaría devolver los bosques, zonas de matorral y pastos afectados a su situación anterior y las consecuencias por no poder sacar rendimiento económico de estas parcelas. Pero quedaban los costes de la extinción.
Aquí entra, por ejemplo, el combustible de los medios aéreos, las dietas de los efectivos de la Unidad Militar de Emergencia (UME) en el caso de que tengan que desplazarse o los sueldos de las brigadas de refuerzo que desplaza el Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente durante los meses de marzo y abril. Aunque las administraciones son reacias a hablar de dinero, sí se sabe que una hora de vuelo del helicóptero pesado Kamov del Estado, con capacidad para descargar 5.000 litros de agua, supone unos 3.300 euros. La cuantía no es muy diferente en relación a los aviones anfibios u otros helicópteros menos sofisticados, ya que cada 60 minutos de trabajo están valoradas en unos 3.000 euros. Pero para que actúen primero hay que tenerlos y el último que compró el Gobierno central estaba valorado en 25 millones de euros y tenía una vida útil de unos 20 años. Algo parecido ocurre con el aparato del 112, que salió a licitación por 1,6 millones al año. Lo que ocurre es que eso se paga tanto esté funcionando como en tierra.
En el caso de los medios humanos de la Consejería de Ganadería, los incendios suponen un esfuerzo muy importante por parte de los trabajadores, pero no tanto en términos económicos. Los 112 agentes del Medio Natural y las 32 cuadrillas forestales están estos días luchando contra las llamas, pero si no hubiera fuegos estarían realizando trabajos de mejora en pistas, repoblaciones vegetales y desbroces. Es decir, que no se activan cuando hay incendios, sólo cambian de labor.
En situaciones de emergencia, la jornada de seis horas puede llegar a ser de nueve, algo que está así estipulado por convenio y no se traduce en horas extras. «Le costamos a Cantabria por ese tiempo un bocadillo y un refresco», apunta uno de los peones. Sí se pagan estas horas extraordinarias si el trabajador está de vacaciones o librando y se le requiere. Carmelo Renedo, responsable de sector público de Comisiones Obreras, afirma que son cuantías mínimas, de 20 euros la hora en una jornada ordinaria y de 35 en festivos y por la noche. Se puede extrapolar estas condiciones a los bomberos de la Dirección General de Protección Civil. Cuando cesan las llamas y el humo toca repoblar. La Fundación Naturaleza y Hombre (FNyH) y Bosques de Cantabria coinciden en que reforestar una hectárea viene a costar entre 4.000 y 5.000 euros para bosques de ejemplares autóctonos. Otras especies como eucaliptos o pinos resultan más económicas. Clemente Rasines, responsable de Bosques de Cantabria, afirma que en el cálculo entran muchas variables y depende de factores como dónde se encuentre la finca, la edad de los árboles jóvenes, si se hace con voluntarios o se encarga a una empresa, el tipo de protectores que se ponga. «Además no se actúa en todos los sitios que se calcinan», apunta Rasines, quien precisa que afortunadamente la proporción de montes sobre la superficie quemada no es muy alta frente a la de matorral o pastos. Suelen introducir entre 600 y 800 nuevas unidades por hectárea, aunque si se repuebla para aprovechamiento maderero con especies alóctonas la densidad puede ser hasta del doble.
Gastos de extinción por un lado y gastos de extinción por otro. Pero, ¿se puede saber el coste total de un incendio? En teoría, la forma más precisa es mirar el informe técnico que realiza Montes cuando llevaba a cabo una investigación sobre las causas del fuego. Es materialmente imposible hacer un estudio de todos los incendios, pero en los que se trabaja se realiza una estimación aproximada. El objetivo es enviar esa cifra a la Fiscalía de Cantabria y sirve para cuantificar la responsabilidad civil en caso de que una persona resulte condenada como responsable del suceso. Evidentemente, la cifra cambia mucho si ha ardido un prao o si lo ha hecho un bosque de encinas centenarias. Más difícil de convertir en números es el daño ambiental. Bosques de Cantabria recuerda que los incendios no sólo producen el dióxido de carbono de la combustión, también acaban con árboles que impiden la eliminación natural de este gas con consecuencias directas en el cambio climático.
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