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RAFA TORRE POO
Sábado, 20 de febrero 2021, 07:27
Hasta que le detectaron el covid, la vida de Elinton Uruci transcurría sin sobresaltos. Trabajaba de repartidor de comida rápida con una motocicleta y limpiaba en un gimnasio de Torrelavega. Tareas que permitían a este joven albanés de 27 años salir adelante y pagar el ... alquiler del piso en el que vivía con su mujer embarazada de siete meses y su hija de dos años. Pero todo se complicó después de que diera positivo. Él y la pequeña lo superaron a base de ibuprofeno, pero su mujer enfermó y acabó ingresada en la UCI, donde la tuvieron que entubar. Allí trata de recuperarse mientras Eli, como le llaman sus amigos, se divide entre el hospital y el cuidado de la menor. Se ha visto obligado a dejar los trabajos, lo que le ha conducido a una situación límite. «Ojalá que nadie tenga que pasar por esto», afirma.
No se explica cómo pudo contraer la enfermedad. Se siente culpable. Antes de llegar a España estuvo en Grecia, trabajando en la campaña de la aceituna; en Macedonia, de compraventa; y en Italia, en un obrador elaborando pan por las noches. El jueves hizo tres años que recaló en Cantabria. Primero en Santander, un mes, y después en Torrelavega. Aquí tuvieron a su primera hija. Para completar los ingresos, hacía de chófer de una mujer sin carné que tenía un puesto de venta ambulante en un mercadillo. Cree que allí se pudo infectar. Su situación ahora es límite. «Más que ayuda, lo que me gustaría es poder trabajar como hacía antes», explica.
El problema es que no puede porque está al cargo de la pequeña. Además, acude por la mañana y por la tarde al Hospital Valdecilla para acompañar a su mujer en las dos únicas horas diarias que puede visitarla. «La ingresaron el pasado 28 de enero en Urgencias y después la subieron a planta. No estuvo ni una hora porque enseguida la llevaron a la UCI. Primero, a la de enfermos de covid y luego a la otra. Allí está ahora, entubada, después de que la tuvieran que inducir un coma para que durmiera», relata con amargura. «El jueves me dijeron que estaba un poco mejor y, lo más importante, que el bebé estaba bien, estaba vivo», respira aliviado. Será otra niña. Durante muchos días, los facultativos temieron por su vida. «El riesgo son todos los medicamentos que le han tenido que dar a mi mujer, pensaban que podría afectar al bebé», explica.
Elinton dice que siente «la cabeza bloqueada». Por suerte, tiene gente alrededor que le están echando una mano. Roberto Alcibar se enteró de su situación cuando le escribió un mensaje para saber cómo se encontraba. Hacía tiempo que no sabía de él. Antes le ayudaba en la empresa de transportes que dirige, XXL Eventos. «Le tengo en gran estima. Es muy prudente y trabajador», dice de Eli.
Así que comenzó a tirar de contactos y amistades. Para paliar la falta de ingresos, consiguió reunir el dinero suficiente para, durante una pequeña temporada, poder pagar el alquiler y comprar alimentos para él y la niña. También pañales y leche, porque hasta que su mujer enfermó la pequeña aún tomaba pecho. Después comenzaron las gestiones con Servicios Sociales y Cruz Roja, que durante unos meses se encargarán de sufragar los gastos de manutención y el alquiler. «Lo peor vendrá después porque lo que realmente necesita es trabajar, conseguir, no sé, una plaza en la guardería municipal o algo así para poder dejar la niña y encontrar un empleo», relata Alcibar.
La familia de Elinton y su mujer están preocupadas. Siguen las noticias desde Albania. «Lo peor es que por esto del covid no pueden viajar, está todo demasiado complicado. Es frustrante. Me está ayudando gente que no conozco y a los míos, que están deseando hacerlo, les resulta imposible. Estamos buscando la manera de que puedan venir para cuidar a la niña y así yo comenzar a trabajar», explica.
Ese es su único objetivo. Que su mujer se recupere, que el bebé nazca sano y volver a ser autosuficientes. «Le llamé para preguntar si necesitaba algo, comida o dinero, y me dijo que con lo que le había dado la gente ya tenía para tirar durante un tiempo. Que no quería abusar, que su objetivo era volverse a ganar la vida cuanto antes», relata Adelaida Ceballos, otra de las personas que gracias a Roberto Alcibar contactó con él.
«Una de las cosas que más rabia me da es que le esté pasando esto a un chaval que es tremendamente válido. Es uno de los que en el futuro nos pagarán a nosotros la pensión», afirma con expresividad su amigo español. Por eso ha puesto todo el empeño en buscarle una solución. «Por mi trabajo, conozco a mucha gente. El otro día se lo comenté a través de un mensaje a un hombre que vive en Madrid y que tiene casa en Comillas. Eli estuvo en su día ayudándome en su limpieza. En cuanto le dije para quien era, no tardó en hacerle un ingreso de 500 euros. En tres días, conseguimos unos 1.200 euros. No es mucho, pero le servirán para ir tirando», concluye.
Mientras sus amigos buscan más apoyos, Elinton centra sus energías en la pequeña de 2 años y en su mujer. «Las enfermeras me han dicho que me ven más flaco, pero cómo voy a estar si no tengo hambre. Lo peor es la niña, que nota la ausencia de su madre. Aunque yo trate de entretenerla para que lleve una vida lo más normal posible y la baje al parque para que juegue, se da cuenta de que falta», explica.
Sólo la deja al cuidado de un amigo las dos veces al día que coge el tren o el autobús para ir a Santander a ver a su mujer. «Hoy (por ayer) estaba despierta, pero no pudimos hablar porque sigue con los tubos. Está aún muy débil. Me agarraba la mano y lloraba...», relata. «Los médicos nos dicen que la recuperación será lenta».
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